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Lunas de Marte [Mitologia]

En una fría mañana de otoño el Olimpo entero se remeció con fuerza y de repente se escuchó el relinchar furioso de los caballos de Ares cruzar el cielo entero después de llegar al templo y tal como llegó por su carro, salió arrasando con todo a su paso sin notar siquiera que ese día, Hera le esperaba en el comedor del templo.

Siguiendole con la mirada mientras él hacía, la reina supo que Ares había discutido con Afrodita, de nuevo ¿Y como no saberlo? Si cuando ese par se declaraban la guerra, Ares desprendía esa aura de guerra en el Olimpo, a la que nadie quedaba inmune, como para que dentro suyo y con los anhelos de madre, Hera esperara que lo de Ares, fuera solo un capricho pasajero.

Casi que clamaba día tras día porque se olvidara de Afrodita, bien fuera encontrando alguien más acorde o con multiples amorios ajeno a las relaciones formales... ¡Tenía que haber alguien más! Se forzaba a creer y es que para ser sincera, a Hera le daba lo mismo quien ocupara ese lugar, mientras su hijo se olvidara de esa mujer, quedaba plena, pero los días seguían pasando y Ares simplemente no regresaba al Olimpo

Sabía que Ares se quedaba en Tracia, posiblemente esperando que los rumores de sus amoríos con Afrodita fueran olvidados, pero contrario a lo que creía la reina madre, el dios de la guerra había partido a Tracia como castigo a la diosa del amor y se había llevado con él, a dos críos que ella aseguraba eran sus hijos. Una vez en tierra, Ares divisó su hogar y supo que ahora solo debía encontrar algo que hacer con ellos, porque no los quería cerca de su madre.

Conocía lo que hacía con sus Erotes y ningún hijo suyo serviría al amor, ¡nadie desperdiciaría el talento para el combate ayudando a su madre a esparcir asco! Así que llegó con uno en cada brazo y les dejó tendidos en el templo detallándolos por primera vez, les sonrió con resignación cuando le miraron igual de atentos

Los ojos purpuras, ¿Por qué tenían que ser purpuras? ¿Por qué tenían que sacar los ojos de su madre? Renegaba furioso andando de un lado a otro, sin detestar esos pequeños costales, de grandes ojos, que lo miraban con curiosidad, sin entender que pasaba. ¿Qué iba a hacer con ellos ahí? Seguramente iban a morir en los primeros días, se veían demasiado frágiles

Tomó a uno del tobillo y al otro de la muñeca de su diestra y los levantó volviendo a detallarlos. Ni siquiera sostendrían una espada bien, reconoció y los sacudió un poco logrando que rieran para molestia suya, ¿Por qué reían? Jamás volverían a ver a su madre, él no los cuidaría y por el destino mismo que más vale que sirvieran de guerreros o los lanzaría al abismo que tenían en Esparta para las escorias desechables

Los movió más fuerte y no lloraron, solo reían y cuando se veían entre ellos o lo veían, los ojos les brillaban con un leve destello dorado, para sorpresa suya. Eso fue nuevo, volvió a dejarlos en su sitio, temiendo que fueran a romperse y cruzado de brazos los observó. Técnicamente eran dioses, su lugar estaba en el Olimpo pero se negaba a tener dos cargas atrás llamándole padre, le reclamó a nadie ápatico a la idea, además, eso no eran guerreros, eran... eran... ¡pues eso!

Se pasó la mano por la cara desesperado y salió en busca de un curandero, alguien debía ver a los críos para que le garantizaran que podía entrenarlos como guerreros y sobrevivirían, porque si decía que no, les esperaba la fosa de Esparta, se juró que él mismo los llevaría y los lanzaría, porque esa mujer jamás debió parir, no estando con Hefesto

"Son tus hijos, Ares, son nuestros hijos amor"  había tenido el cinismo de decir Afrodita escondida en el templo de su esposo, ¡BASURA! Una cosa, una sola cosa había exigido, no hijos... ni revelaciones que los delatara, aquello solo sería... solo serían ellos dos y si algún día lo delataba, él mismo la arrastraría a la guerra y la dejaría que sufriera los estragos de la misma y juró que jamás habrían, pero contrario a ese pacto, la incauta y voluntariosa diosa, había parido