Toda mi vida he vivido rodeado de libros, mirara donde mirara, estaba lleno de letras y mundos, los cuales podía imaginar que escapaba de mi realidad por horas y días. No recuerdo algún momento en el que no haya tenido un libro en mis manos para distraerme por unos minutos...
—¡Alonso! —Levanto la vista del libro y mi abuela estaba ofreciéndome pan caliente con mermelada y chocolate.
Sí, todo mezclado como sándwich.
—Lo siento —pongo el separador y cierro el libro dejándolo en mi regazo.
Doy un mordisco sintiendo su mirada en cada acción que realizaba, la miré descifrando lo que le pasaba. Preocupación, las personas suelen tener un gesto muy obvio cuando algo les pasa y más si es por otra persona.
—Estaré bien, lo prometo —le regalé una sonrisa, pero no fue suficiente.
Las abuelas eran esos ángeles que dicen cuidarnos a nuestras espaldas, porque yo sentía que mi abuela era un ser mágico que siempre estaba para mí cuando la necesitaba.
—Si tan solo pasa lo mínimo, algo que te moleste...
La corté, yo podía, siempre podía.
—No quiero aprovecharme del apellido para ganar algo.
—Está bien —extendió su mano mientras le daba otro mordisco a mi pan.
El perfume de madera que era característico de mi abuelo entró como una ráfaga de viento a la habitación, escuché sus pasos y segundos después ya estaba a mi lado. Puso una mano en mi hombro como señal de saludo, levanté la cabeza y le sonreí.
—Primer día de clases, hijo —dijo con nostalgia.
—Ni que me vaya a otro continente —bromeé.
—No, pero tu presencia en casa se extrañará por las mañanas.
—Ni lo notarás si vas a la librería.
—Buen punto, de todos modos también te extrañaré ahí.
—Abuela, ¿irás con el abuelo?
—Claro, de todos modos no tengo un niño al cual cuidar hoy.
—Puedo cuidarme solo —le di el último sorbo a mi café y tomé otro pan para llevármelo a la boca.
—Vámonos, no quiero que piensen que eres un impuntual. En mis tiempos... —empezó a dar su breve charla de que siempre era el primer alumno en entrar al aula, o cómo era la educación cuando era joven.
Guardé mi libro en la mochila, me acerqué, dejé un beso en la mejilla de mi abuela y seguí escuchando a mi abuelo que se dirigía a la cochera por uno de sus autos de colección. Se detuvo un momento a observarme de pies a cabeza y luego sonrió en grande y caminó hacia su Ford Mustang GT edición 2015.
—¿Has visto esas películas donde la chica con dinero llega siempre en un auto de lujo y llama la atención? —Encendió el auto y le hizo una señal al chofer que ese día solo se dedicaba a abrir la cochera a la calle.
—Por supuesto.
—Hoy sentirás lo que esas chicas sienten.
—Pero ellas eran conocidas ya. Este es mi primer día. —Terminé el último bocado de mi pan y guardé la servilleta en la mochila para no ensuciar el auto.
Avanzó cuatro cuadras de largo y luego volteó a la izquierda bajando de largo otra vez. Se detuvo en el semáforo, ya estábamos en las calles más centrales de la ciudad porque observaba muchas personas cruzando la pista y caminando de un lado a otro. Volteó a la derecha, sonreí cuando veía varias construcciones de años atrás que se usaban para los museos, fiscalías, centros de asociaciones de ayuda. Sin duda todo era increíble.
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Amor a la antigua ✔
Teen FictionAlonso acaba de mudarse con sus abuelos, y los rumores de aquel nuevo chico atendiendo en la librería más concurrida llegan a oído de todos. Ahora todas las chicas compran cualquier libro con tal de acercarse a él, pero los intereses de Alonso no es...