Estaba muy nervioso, y el ruido de las personas llegando a la fiesta no ayudaba en absolutamente nada.
Me quité los guantes de seda. Las manos me sudaban y no quería saber si iba a sudar cuando me ponga la máscara llena de piedritas color negro.
Mi abuela había mandado a confeccionarme un traje negro, entallado, clásicos, pero tenía accesorios que se podían quitar. Mucha pedrería plateada, la había puesto en los hombros como esos trajes de príncipes. En poco detalle, parecía un príncipe, como el de la Cenicienta, con todos esos detalles en su traje real.
Amelie no me había querido mencionar nada acerca de su disfraz, pero sabía que cualquier cosa que usara esta noche, la iba a ser verse como la mujer más hermosa de toda la mansión.
Alguien llamó a mi puerta, me miré por última vez en el espejo, tomé mi máscara y volví a ponerme los guantes. Chanel bajó de la cama y le alisé el vestido con muchos bobos que llevaba.
—¿Joven Alonso? —Llamaron al otro extremo.
—Ya salgo.
—Su abuela solicita su presencia en el piso de abajo.
—Un segundo.
Escuché que los pasos se perdieron y me arreglé el cabello. Solté una respiración profunda y abrí mi puerta. La gata salió solo cuando yo salí de la pieza y me miraba como que esperando una orden para que camine.
—Hoy no seas una caprichosa en busca de atención.
Soltó un maullido de reproche y sus ojos brillaron.
—Tampoco interrumpas ningún momento con Amelie porque hago que te dejen pelada.
Me volteó la cara y se sentó dándome la espalda.
—Bueno, enójate.
Avancé hacia las escaleras y sus pequeñas patas me seguían a la distancia.
Me asomé y el salón estaba lleno de pingüinos y nubes de colores.
Bajé ganándome la mirada de muchas personas. Cada paso que daba me condenaba a que empiecen a hablar en susurros. Busqué a mis abuelos y la abuela apareció tomándome del brazo.
Parecía un flamenco con todos esos vuelos en el vestido y su máscara de plumas con muchas piedras fucsias.
—Te ves hermoso, se nota que eres mi nieto.
Le sonreí con timidez y luego empezaron las largas e incontables presentaciones a todos sus amigos ancianos.
Mi cabeza solo buscaba a aquella chica de cabello rubio con los ojos más hermosos que he visto. Pero se me hacía imposible verla entre tantos rostros cubiertos.
Me retiré a beber un poco de gaseosa y todos mis gatos andaban debajo de la mesa de bebidas y comida, algunos estaban tumbados con la panza arriba encima de los asientos de la isla de la cocina.
—¿Habrá comida?
Mi barriga quería ser alimentada o mi estómago empezaría a tragarse mis pulmones y el resto de mis órganos.
—Solo pequeños snacks en la mesa de allá.
—No pude alimentarme bien en la cena, ¿podría pedir una hamburguesa?
—¿Desea que le prepare un sándwich?
Tenía la capacidad de hacerme uno yo solo, pero seguro mi abuela notaría mis guantes ensuciados o con olor a comida a pesar de que me los quite.
—Por favor.
—En diez minutos puede pasar por aquí para dárselo.
—Muchas gracias.
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Amor a la antigua ✔
Ficção AdolescenteAlonso acaba de mudarse con sus abuelos, y los rumores de aquel nuevo chico atendiendo en la librería más concurrida llegan a oído de todos. Ahora todas las chicas compran cualquier libro con tal de acercarse a él, pero los intereses de Alonso no es...