⚜ 24. Lover

184 27 16
                                    

Ya casi era Navidad y teníamos demasiados trabajos y exámenes que dar. Me ahogaba de solo pensar en todos las cosas que tenía que hacer. Creo que me daba más ansiedad ver a las personas correr de un lado a otro en estos últimos días.

Amelie iba a pasar Navidad en mi casa, se lo pedí a sus padres con mucha anticipación y no dudaron en decir que sí para quedarse solos con Maven. Desde ese día Amelie estaba un poco triste, aunque no lo daba a notar mucho. Odiaba que se sintiera así.

—¿Esperaste mucho? —susurré a sus espaldas.

Se volteó, apenas me escuchó y hoy se veía mucho más bonita que otros días, o solo era su nariz roja por las bajas temperaturas de la ciudad.

—No mucho.

—Debí haber pasado por tu casa, pero ya sabes, esa gata es muy dramática.

Chanel se había enfermado o eso creímos todos. Cuando pisamos el veterinario se puso como nueva.

—Es una felina embarazada, dicen que toda mujer embarazada es un poco dramática y sensible.

—No lo sé, nunca estuve cerca de una embarazada en toda mi corta vida.

—Ya llegará el día —puso sus ojos en las flores.

Ay, lo olvidé.

—Oh, son tuyas, lo siento, debí entrar y dártelas apenas te vea, pero con todo esto en la cabeza se me olvida y las tengo justo delante de tu cara.

Le pasé las flores por encima de la mesa.

Llevaba toda la semana regalándole pequeños ramos de flores y su habitación ya era un jardín donde no sabía dónde seguir colocando más flores.

—Gracias —se sonrojó. —Creo que empezaré a buscar más lugares en mi habitación para poder conservarlas, aunque ya explote todo.

Ella no sabía que le iba a regalar muchas flores hasta el veinticuatro de diciembre.

No quería que se sienta mal, y creo que darle pequeños detalles, quizá la alejen por un rato de sus problemas.

—¿Puedo alagar lo preciosa que te ves hoy?

—Tú también te ves bien, siempre te ves bien.

—Solo tomé lo más cómodo de mi armario.

Mentira, me había tomado tiempo combinar la ropa. Ahora que estaba oficialmente con ella, no podía andar con una sudadera y un pantalón de algodón, al menos no en la calle.

Ella es perfecta y yo quería estar a su altura.

—¿Ya pediste algo?

—No, esperaba por ti.

Leyó el pequeño menú de cafés que había en la mesa y se empezó a reír.

—¿Qué pasa?

—Antes no tenía problemas con los nombres de los cafés, pero ahora que tus gatos se llaman así me da la sensación que me traerán un gato gordito para devorarlo.

Me causó risa también a mí. Nunca lo había pensado así.

Y justo quería pedir café Mocca o un Macchiato.

Ella seguía riendo y señaló el Mocca.

Me levanté a ordenar y la dejé riendo en la mesa.

—... Sí, también dos pedazos de pastel de chocolate con fresas, pero sin maní, por favor.

Dos chicos entraron a la cafetería y se sentaron a una mesa más allá de dónde estaba mi chica.

Vi que susurraban algo mientras la miraban sin ningún disimulo. Ella se tocaba la barriga y su risa ya había disminuido.

Amor a la antigua ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora