⚜ 4. Sparks Fly

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Desperté muy temprano a la mañana siguiente a prepararme para la escuela. Traté de evitar todas las preguntas de mis abuelos tomando un libro y empezar a leerlo. Bajé del auto y entré a la escuela sin marcha atrás con el libro abierto hasta llegar a mi casillero donde dejé algunos libros.

Tenía una libreta casi por terminarse, donde estaba repleta de anotaciones con palabras que iba aprendiendo de los libros poco a poco. A veces mi vocabulario era un poco aburrido y pasado de época, como siempre me lo dejaron claro, por eso evitaba dirigirme a los demás o casi nunca hablaba con nadie.

—Hasta que te encuentro —levanto mi vista y veo a Maven.

—Buenos días.

—Sí, sí, muy buenos —pasa un brazo por mi hombro y subimos las escaleras.

Cierro mi libro y trato de zafarme de él.

—¿Qué se supone que le hiciste a mi hermana para que diga tu nombre cada dos por tres cuando está dormida?

—¿Qué? Nada.

—Vamos, habla.

—Ayer hablamos de una tarea que dejó la maestra del curso, nada más.

—Ya.

Lo miré y estaba moviendo la boca buscando alguna palabra.

—Mira Alonso, yo no tengo ningún problema con que te haya llamado la atención mi hermana, pero si algo pasó y fue malo o si le haces el mínimo daño posible...

No terminó la oración porque la maestra Aela se acercó.

—Alonso, qué bueno que te encuentro.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?

—Nada, solo estaba repartiendo estos volantes a todos los alumnos del curso. El club de lectura inicia el martes de la otra semana, mi hermano está a cargo, habrá muchas actividades y quería que lo pienses o lo tengas entre tus opciones.

—Muchas gracias —tomé la hoja. —Estaba pensándolo, debo llenar mi hoja y mandarla a dirección. Gracias otra vez.

La mujer me sonrió y caminó en dirección contraria entrando a un aula.

Maven carraspeó. Su presencia me hizo tomar una respiración profunda.

—No soy una mala persona como para que me estés advirtiendo cosas. Entiendo tu posición de hermano y en tu lugar haría lo mismo...

La campana nos interrumpió y él solo cerró los ojos con fuerza.

—Te vería en el almuerzo, pero tengo cosas que hacer. Ya tendré tiempo de hablar contigo.

Me dio una palmada en el hombro y corrió a un aula con mucha luz.

Caminé hasta donde decía biología y tomé asiento en segunda fila. El maestro se presentó y dio apertura a una clase muy teórica sobre el medio ambiente y algunas plantas y seres básicos, corrientes y comunes, como los llamó él.

Mi cabeza ya explotaba y los ojos me dolían, guardé mis lentes cuando acabó la clase. Caminé con mi libro abierto por un café cargado, con un poco de crema batida. Me senté a esperar mientras marcaba con los marcapáginas algunas frases que me gustaron. Alguien dejó su bolso bruscamente encima de mi mesa y me hizo tomar mi libro entre mis brazos.

—Oh, cuánto lo siento, buenos días.

La rubia se había rizado el cabello y tenía algunas trenzas con lazos celestes que hacían juego con sus ojos.

—¿Estás bien? Di algo, no me mires.

Era inevitable poder sacar los ojos de encima.

—Buenos días, Milady.

Amor a la antigua ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora