No sabía por dónde empezar, había mucho por decir. Nunca le había hablado de mi madre a nadie, ni siquiera a mis amigos de mis otras escuelas. Era triste volver a recordar todo.
—¿Qué pasa? —susurra Amelie.
—Nada, pero también te quiero contar un poco de mi historia. No es bonita, pero antes pensaba que tenía mala suerte y luego de escuchar lo que acabas de contar, no es tan mala.
—Al menos dime que no te golpean.
—No, nunca me han tocado ni un pelo, mis abuelos se enterarían.
Desordena mi cabello.
—Mi madre me tuvo a los diecisiete, casi dieciocho. No sé nada de mi padre porque nunca lo conocí y tampoco me interesa saber de él. Le pregunté si me parecía a él, pero dijo «No, solo tienes su cabello, tenía unos ojos verdes bastante claros, no era alto, mucho menos tenía cara de niño, parecía que andaba en malos pasos. La primera vez que lo vi, pensé que era un indigente o uno de esos chicos que andaban en las esquinas con un cigarrillo y el cuerpo muy debilucho, con ojeras muy notables y sin vida en los ojos.»
—¿No tienes una foto?
—Nunca me enseñó una.
— Mi abuela me ha contado que fue un turista del que mi madre se enamoró un verano. «Era un turista, vino de vacaciones a la ciudad en verano. Tu madre estaba muy rara y ya sospechaba que era por un chico. Parecía un torbellino en la casa, podía sentir el alboroto de sus hormonas por todo el lugar. Cuando me lo presentó que fue en un supermercado sospechoso, y solo me dijo "Qué onda señora".»
Amelie suelta una ligera risa. Al menos la hice reír con una tontería que dijo alguien que no conozco.
—Imagino la cara de tu abuela a su respuesta.
—Supongo que se sintió indignada y avergonzada de los gustos de mi madre.
—¿Nunca más lo volvió a ver?
—Al parecer se fue a su país cuando casi terminaba el verano, y dice mi abuela que mi madre estuvo triste y luego se enteró de que estaba embarazada; trató de buscarlo, pero nunca lo encontró. Solo sabe que es de Portugal.
—Creo que si hubiera dado con él tampoco sería alguien que quisiera hacerse responsable.
—Mi abuelo es la figura paterna de mi vida. Ah, y mis gatos que son padres.
—¿Eres abuelo?
—Sí, lo siento, te gusta un viejito. —Dejo un beso en su cabeza.
—Un viejo con veintisiete gatos y algunos son sus nietos.
Nos quedamos unos segundos en silencio hasta volver a retomar la conversación.
Cuando era pequeño recuerdo haber odiado a todas las personas porque mi madre me odiaba. Siempre me había refugiado en los libros para sentir odio por algunos personajes y no llegar a hacerles daño a mis compañeros de clase. Me daba mucho miedo que la hagan llamar a la escuela por un mal comportamiento y me haga daño en la casa. Nunca me tocó un pelo, pero las palabras que usaba eran como dagas que me hacían heridas en el cuerpo.
—De pequeño le tenía miedo a mi madre. ¿Te acuerdas de qué te conté qué me hacían bullying? —ella asintió—. Mamá lo sabía, pero no le prestaba atención a lo que le decía, hablé con mi maestra y ella habló con la directora, que habló con mis abuelos y se hicieron cargo.
»Mis abuelos me conocieron después de dos semanas de nacer. Ya lo sospechaban y mamá huyó a Nantes, y gastó casi todo el dinero que pensaba usar para comprar algo y abortarme. Al no saber qué hacer, se escondió en una casa abandonada a punto de caerse, debido a que no tenía mucho dinero y no quería levantar sospechas si usaba su tarjeta, la cual mis abuelos, pero ella supo después.
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Amor a la antigua ✔
Teen FictionAlonso acaba de mudarse con sus abuelos, y los rumores de aquel nuevo chico atendiendo en la librería más concurrida llegan a oído de todos. Ahora todas las chicas compran cualquier libro con tal de acercarse a él, pero los intereses de Alonso no es...