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Mi primer día había estado bien, la maestra era una mujer fenomenal, no nos hizo presentarnos, lo cual agradecí, ya que no deseaba mencionar nuevamente la historia de nuestros nombres.

Me la había pasado la mayor parte del día con Gilbert, quien era alguien extraordinario, hablaba con demasiada sabiduría y siempre tenía algo que compartir en la clase, noté al instante que la chica llamada Anne también era muy inteligente y se la pasaba compitiendo con Gilbert.

Al día siguiente volví a levantarme temprano y fui a caminar, realicé el mismo recorrido que el día anterior y sonreí al ver a lo lejos los árboles de manzanas, me di la vuelta y fui hacia la escuela.

–Hola, Nov –me saludó Josie con una gran sonrisa– te ves muy bien hoy.

–Ah hola, Josie, gracias –respondí sin mas y me fui a mi lugar.

–Hey Nov, veo que hoy no te perdiste –dijo Gilbert quien sostenía un libro en una mano y con la otra me alborotó el cabello.

Su toque me hizo sentir una calidez inexplicable y tuve la tentación de decirle que continuara.

–¿Qué lees? –dije para distraer mis pensamientos.

–Es anatomía básica, estoy tratando de aprenderme el sistema endocrino.

–¿Nos van a enseñar eso en clase?

–No, es que estoy estudiando para poder pasar el examen de medicina.

–Vaya, pues eres muy inteligente Gilbert, lo vas a lograr –dije.

–Gracias... Y en otras noticias, creo que tu deberías ser ladrón.

–¿De qué hablas? -pregunté confundido.

–Te has robado varios corazones aquí, dos para ser exactos –dijo entre risas. Me limité a mirarlo con una ceja arqueada, no sabía si decir algo sobre su mal chiste o preguntar a quienes se refería, ya que eso último me importaba menos –. Josie no te deja de mirar desde ayer, Diana tampoco, pero es mas discreta, que suerte tienes amigo.

–¿De qué? –pregunté sin ganas.

–De gustarle a Diana, es de las mas bonitas de Avonlea.

–Pues si lo consideras tú así, deberías salir con ella.

–Mmh no, yo tengo otro tipo de gustos.

El corazón me dió un vuelco.

–¿Qué otro tipo de gustos? –pregunté sin contenerme.

–Otros, otros –se limitó a decir con una sonrisa, esperé que su mirada me indicara una señal, pero tenía la vista clavada en su libro.

El fin de semana mi padre decidió que era buena idea que fuera con él a la ciudad de Charlottetown, ya que necesitaba comprar las cosas para ponerle césped a la casa y que Jan por fin pudiera estar en paz, aunque eso era solo un decir, Jan jamás estaba en paz.

En Charlottetown visitamos varias tiendas para comprar todo lo necesario, mi padre después de un rato se veía cansado, así que para verme productivo le dije que fuera al bar un rato a descansar mientras yo buscaba el resto de cosas.

La siguiente cosa en la lista me alegró, ya que tendría que ir a un vivero donde podía comprar las semillas del césped, las plantas eran algo que amaba, un gusto heredado de mi abuela y mi madre. Llevaba algo de dinero en mi bolsillo y estaba dispuesto a comprar algunas semillas y macetas para tener mi propio huerto en casa.

Al entrar al vivero me encontré con una mujer mayor quien estaba batallando para llevar un arreglo floral.

–Déjeme ayudarle –dije y tomé el arreglo.

–Gracias joven, mi carruaje está por aquí –me indicó.

Llevé el arreglo hacia su carruaje y lo coloqué suavemente en la parte de atrás.

–Toma muchacho –dijo extendiéndome unas monedas.

–No es necesario, lo hice sin intención de cobrarle.

–Vaya que si, ya veo, eres un cliente mas del vivero, vienes muy bien vestido. Lo que pasa es que algunos chicos hacen favores a cambio de monedas, la mayor parte del tiempo no los necesito porque mi mayordomo y mi hijo adoptivo me ayudan con todo, mira allá vienen.

–¿Tuviste problemas con eso, Joe? –dijo el joven.

Era mucho mas alto que yo, rubio y tenía un rostro muy humilde, detrás de él el mayordomo de mediana edad vestido de negro traía unas grandes cajas, se acercó al carruaje y las colocó suavemente.

–Si, no debieron dejarme sola, pero por suerte me encontré a este chico que me ayudó. Mira, este es mi hijo Cole.

–Mucho gusto.

Cole me extendió la mano y se la tomé, sentí como temblaba un poco y pude notar que sus mejillas se pusieron coloradas y se encogió de hombros mientras me tocó.

–Mucho gusto, soy Nov, bien, debo volver al vivero para comprar mis encargos.

–¿Necesitas que te llevemos a algún lado? Te debo el favor –dijo amablemente la mujer.

–No es necesario, vengo con mi padre y volveremos a nuestro pueblo en cuanto termine con esto –extendí la lista de compras por un lado de mi cara.

–¿En dónde vives? –preguntó Cole tímidamente.

–En Avonlea –ambos exclamaron con sorpresa y alegría –, ¿lo conocen?

–Si, Cole vivió ahí –dijo la mujer–, allá viven unos familiares, los Barry, supongo que los conoces.

Negué con la cabeza.

–Debes ir a la escuela con Diana –dijo Cole.

–Oh si, ¿Entonces es usted familia de Diana?

–Si, es mi sobrina querida.

–También debes conocer a Anne, ella es mi mejor amiga –dijo Cole.

–Si las conozco, pero solo un poco, no he tenido la oportunidad de intercambiar muchas palabras con ellas.

–Pronto tendremos una ida a Avonlea, esperamos verte por allá muchacho.

My Sweet Boy | Gilbert Blythe | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora