Capítulo 1

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"¿Podrías revisar mi pulso por mí, para ver si estoy vivo?"

"Alone" de Sleeping With Sirens

—¿En dónde... estoy? —se preguntó, mientras el murmullo de cientos de voces le martilleaba en la cabeza.

Confundido, abrió los ojos de un profundo verde jade. No entendía cómo sucedió todo.

O qué había sucedido para ser exacto.

La cabeza le daba vueltas. Era como si hubiese estado en un torbellino, el cual lo había vomitado después de decidir que no era comestible.

—El que sigue... —fue lo último que alcanzó a percibir, antes de que todo se tornara brillante a su alrededor.

La luz cada vez más potente quemaba sus retinas. Cerró los ojos en un acto reflejo para protegerlos. Cuando los volvió a abrir, el lugar en el que despertó le generó confusión. Era solitario. Y hermoso... Inquietante, y a la vez extraño. No sabía qué hacía o cómo llegó ahí.

Las voces que escuchó al principio no tenían dueño. ¿Habían sido producto de su imaginación? Lo más seguro es que sí.

Pastizales verdes y ondeantes se extendían por todo el lugar, el viento era apenas perceptible en su nívea piel. El cielo estaba despejado, además, era de un color azul demasiado profundo. También le inundaba un grato olor, el cual tampoco identificó de inmediato. Parpadeó un par de veces para procesar si estaba soñando.

Cuando se hubo recuperado de la impresión, deambuló por el lugar. Se extendía por kilómetros ese suave pastizal que podía sentir en la planta de sus pies, con florecillas que crecían en blanco y amarillo. De inmediato tuvo un extraño presentimiento en el fondo de su corazón, y era que él no encajaba allí. No podría decir cómo lo sabía, sin embargo, solo podía estar seguro de que ese no era su lugar. Por otra parte, todo estaba demasiado pacifico. No era normal.

La calma precedía el desastre inminente.

Siguió observando. No reconoció nada por más que caminó y caminó. Pues todo seguía igual. El miedo por lo desconocido se asentó en él como una densa neblina de la cual era imposible escapar. Tenía que reconocerlo, estaba perdido.

Cerró los ojos y cayó de rodillas, por lo que no se percató de los cambios sucediendo a su alrededor.

—¿Hay alguien ahí?, alguien, por favor —suplicó, no sabía a quién, pero de todos modos lo hizo.

Volteó en todas las direcciones, por si se había perdido de algo la última vez que buscó algún indicio de vida aparte de la suya. No hubo suerte, de momento seguía estando solo. Un temblor recorrió su cuerpo, y una lágrima descendió por su mejilla.

Conforme avanzaba, su cuerpo se estremeció, o más conciso, la tierra debajo de sus pies pareció moverse, y el paisaje dio un cambio de manera súbita, como un caleidoscopio de colores sobre sus ojos.

Había árboles naranjas con hojas de estrellas y algunas raíces que sobresalían del suelo. Él siguió andando, maravillado y a la vez asustado de lo que podría encontrar a continuación.

Pronto sus pasos lo guiaron a un estrecho sendero de flores lavandas, lo siguió hasta el final y ahí se detuvo, frente a una verja dorada con entramados y una G en el centro. Era la entrada a una mansión rodeada por una estructura de piedra gris. A cada lado de la verja había un par de árboles rojos de gran follaje con ramas susurrantes por el viento. Se acercó a uno de ellos, quizás con la vana esperanza de poder espiar un poco.

Quería escuchar y de esta manera saber si había más personas en aquel lugar. La idea de estar solo no era algo que le apeteciera. No entendía de dónde había salido, llevaba un rato caminando y surgió así, de la nada, o tal vez siempre estuvo ahí y no lo había notado.

El resurgir de un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora