Capítulo 16 | Quiero ser más que tu esposa

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En alguna parte de Nuevo México


El aroma a billetes inundaba la oficina del proxeneta, que estaba sumergida en un silencio cómplice, apenas roto por el suave zumbido de las máquinas que meticulosamente contaban los billetes. El magnate, sumido en su silla de cuero, observaba con una sonrisa sutil cómo el dinero fluía y se acumulaba, creando una sinfonía que acariciaba sus oídos.

Aun así, ya sus ojos se iban cerrando poco a poco, había sido un largo día y ya deseaba irse a dormir.

—Creo que hemos hecho suficiente por hoy —declaró José Luis, alzándose de su asiento y estirando sus músculos con un suspiro de alivio—. Continuaremos mañana.

Linda, concentrada en su tarea, asintió sin levantar la mirada, sus dedos danzaban sobre el papel mientras escribía diligentemente en uno de los documentos sobre su escritorio en una esquina de la imponente oficina.

—Descanse, señor —respondió ella con cortesía, sin apartar la vista de su labor.

José Luis pasó la por su cabello en un gesto de cansancio, sintiendo una inquietud que no lograba comprender. Era un día cargado de éxito, sus bolsillos no podrían cargar con todo el dinero que había obtenido ese día. Sin embargo, desechó cualquier pensamiento negativo. La creciente fortuna y el poder que acumulaba eran como un nudo de mariposas revoloteando en su estómago. Si su padre lo viera ahora, el maldito viejo estaría arrepentido de haberlo sacado de su casa al ver en todo lo que José Luis había conseguido.

Siguiendo con su rutina, se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua antes de retirarse a descansar. Pero sus ojos se encontraron con el televisor de la sala encendido. La sorpresa lo invadió al notar un hombre vestido completamente de negro sentado en el sofá. Su mente supuso que se trataba de uno de sus guardias. La reprimenda que recibiría no tendría contemplaciones.

—¿Quién eres y por qué no estás vigilando? —inquirió, esperando una respuesta que no llegó—¿Acaso eres sordo o...?

—¿Sabes? —una voz distorsionada interrumpió bruscamente—. Pensé que el equipo Delta era lo más incompetente que había cruzado nuestro camino. Pero tus hombres... tus hombres son apenas bolsas de sangre, tan fáciles de eliminar.

La mención del equipo Delta, la voz robótica, la vestimenta oscura... un escalofrío recorrió la espalda de José Luis.

—Red.

El hombre se levantó con movimientos calculados, girándose lentamente hasta quedar cara a cara con el proxeneta, revelando su característica máscara roja.

—Hola, José Luis.

El hombre de cabello azul notó cómo la sala se llenaba poco a poco con más payasos, estos rodeándolo y haciéndolo sentir indefenso.

No tenía escapatoria.

—Estoy bastante irritado contigo. Te creía un hombre de negocios, pero mataste a uno de los míos —acusó Red, con voz gélida.

—Puedo explicarlo. Intentó abusar de una de mis chicas —se apresuró a defenderse el peliazul.

—Lo entiendo. Por eso llamaste a Coppola para pedir ayuda, ¿verdad? Pero sus chicas podrían haber sido un gran problema. Sin embargo...

El gesto de Red, apuntando con su dedo enfundado en un guante negro, reveló la presencia de Shepard y Jones, arrastrando a Jeffrey y Aliena hacia la luz tenue que inundaba la estancia. La sorpresa y el horror se reflejaron en los ojos del proxeneta al presenciar la escena, su semblante desencajado mientras intentaba asimilar la traición ante sus propios ojos.

El Deber de un HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora