Capítulo 19 | Sobre mi Cadáver

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Gallup Grants, Nuevo México

El equipo médico atendía a los sencas heridos. Blade observaba todo mientras era revisado por otra persona. Su malhumor fue notorio cuando dijo entre dientes:

—Ya, estoy bien.

El hombre hizo un asentamiento de cabeza y lo dejó solo. Justo después, los ojos de Blade localizaron a Gen, quien entraba a la casa de seguridad, quitándose el chaleco antibalas y dejándolo en una de las sillas. Su ropa estaba empapada en sangre, igual que su rostro y manos. Algunos sencas posaron sus miradas sobre la Kralj. El primo de esta se colocó de pie y fué hacia ella.

—¿Estas bien?

Gen asintió, tratando de contener la ira que sentía en la boca del estómago.

—Neylan escapó, maldita sea —gruñó.

—Logramos neutralizar a esos cabrones, sin bajas y tenemos a dos rehenes importantes. Nada mal para ser tu primera vez, lo admito.

Era raro escuchar algo así viniendo de su primo. El enojo disminuyó un poco en la mujer, pero aún se mantenía sería.

—¿Ya llegaron todos? —preguntó ella.

—No, aún no. Deben estar cerca. La policía nos está pidiendo explicaciones.

—Que se las metan por el culo —fué lo último que dijo antes de ser interceptada por uno de los médicos.

Este la invitó a sentarse y empezó a revisarla como con el resto, también le limpiaba el rostro y las manos. No pasó mucho tiempo para que el resto del equipo Alfa y Elio llegarán junto con más sencas. Franco cargaba a Jeffrey en sus brazos y Cédric sujetaba a Jones por un brazo, sus muñecas estaban esposadas. Franco fue dirigido hacia una de las habitaciones y los médicos fueron a asistir al chico.

—Tenemos a una de las que intentó huir —informó Cédric, empujando a Jones hacia en medio de la sala—. No ha querido hablar en todo el camino.

—Eso está por verse —dijo Blade cruzándose de brazos.

—Esta es la asistente de José Luis, el maldito se suicidó en nuestra cara —dijo Elio, imitando el gesto de Cédric, pero siendo más brusco.

Gen se colocó de pie. La sala se silenció. Todos veían a su líder ir hacia ambas mujeres. Linda casi palidece al ver el aspecto de Gen. Cada paso que daba está hacia su persona le hacía revolver el estómago y hacerle las piernas temblar. El olor a sangre se volvió más fuerte al tenerla cerca y se preguntó a cuántas personas había asesinado en esa noche.

Y si ella sería la siguiente.

Jones seguía tratando de verse serena, pero su corazón latía cada vez más fuerte al escuchar las pisadas de Gen acercarse más a su posición.

La pelinegra se colocó frente a ambas, mirándolas detalladamente.

—¿Qué tuvieron que ver ustedes en el asalto de la escuela en California? ¿Qué tuvo que ver José Luis?

Su voz se escuchaba calmada. Su mirada penetrante veía como Linda empezaba a derramar lágrimas y se mordía el labio, tratando de amortiguar sus lloriqueos y lamentos.

Gen respiró profundamente al no obtener respuesta. Su mirada fue hacia Jones esta vez.

—Tienes el porte de los asesinos de Coppola —le dijo sin ninguna emoción en su voz—. ¿Él también está detrás del ataque?

Nuevamente, nadie dijo nada. Lejos de verse molesta, Gen se dirigió hacia uno de los sencas. Sin una pizca de vacilación, dijo:

—Traigan unas pinzas —ordenó con tono gélido.

El Deber de un HombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora