Nueva York, Nueva YorkMaldita zorra.
Hija de puta.
¡Perra!
Sus nudillos impactaron contra la pared de su habitación nuevamente. Su piel se había abierto, dejando paso a la sangre que escapaba de su cuerpo.
¿Cómo se le ocurrió delatarlo? Había un trato de por medio. ¿Por qué lo tiró todo por la borda? ¿Por qué Gen tenía que tenerlo todo? Su título, su chica...
¿Por qué estaba confiando en Gen? ¿Qué le había dicho él para que le creyera a su primo? Si estaba confiando en ella, eso implicaba que tal vez Gen no había abusado de Darlyn, o le ofreció algo. Si, tenía que ser. Dinero, lujos, algo tuvo que haber hecho.
Y todo porque Blade no era el jodido kralj del Oeste.
Al final la maldita drogadicta era igual a cualquier mujer, una fácil que se abre de piernas una vez la llenan de dinero.
—Hijo... —Jadeó—, de la gran... —Pateó la pared—, ¡puta!
Respiró profundamente una vez se sintió cansado, pero lejos de querer terminar, tenía toda la intensión de volver a golpear el cemento, queriendo de alguna forma eliminar su rabia.
Sin embargo, detuvo sus movimientos abruptamente. Un pensamiento surcó por su mente. Bruno tomó su teléfono y lo miró por lo que parecieron horas. Su interior se debatía en si debía marcar aquellos números que ya conocía de memoria.
Al final, su pulgar se movió por el teclado y luego llevó el aparato a su oreja.
—Pequeño Bruno, que alegría ver que me llamas. ¿Ya te decidiste?
El castaño se quedó callado por un momento. Red estaba del otro lado, como si ya hubiera sabido que este lo contactaría. Aún no sabía que hacer con exactitud, por lo que dijo:
—Quiero que me digas algo, ¿cómo estás tan seguro de que Gen es una amenaza para el Oeste?
Se escuchó la risa del enmascarado.
—Creeme, lo se. Verás, pequeño Bruno, tu primo tiene un pequeño secreto. Él y yo tenemos una historia.
—¿Qué secreto? —Frunció el ceño.
—Si te lo digo ya no sería secreto. Todo a su tiempo. Pero no te preocupes, yo me encargaré de cumplir tu sueño.
—¿Mi sueño?
—Ser el kralj, por supuesto. Claro, solo si aceptas unirte a mí.
Esta vez era diferente. Harían negocios juntos, pero ya no sería solo de contrabando, drogas o armas. Ahora, Blade se estaría uniendo a la persona que trató de lastimar a su familia, que asesinó a su equipo y quién sabía la forma de sacar a Gen de lado.
Y así, él se convertiría en el soberano de todo.
—Carlo me mandó a formar un nuevo equipo —habló Blade—. Tus hombres pueden unirse a mí y estar bajo mi mando.
—Sabía que eras sensato. Necesito saber lo que hace Gen cada momento, también su santa esposa.
—Con ella hay un problema. La muy puta le reveló a Gen que quería mantenerlo vigilarlo.
—Ah, entiendo. No lo hagas enojar más, al menos por un tiempo, pero mantente cerca él. Te llamaré cuando este en California, debemos vernos. Ahora mismo estoy un poco ocupado, resolviendo cabos sueltos. Una vez llegues a California, mis hombres estarán esperandote en tu oficina para que los elijas.
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El Deber de un Hombre
Narrativa generaleCarlo D'amore, líder de la Costa Oeste, envió a su única heredera a El Pozo, lugar en el que deberá superar diferentes pruebas y finalmente, convertirse en su sucesora. Sin embargo, solo los varones eran elegidos para ser los capos de la mafia, es p...