Capitulo 11

258 21 5
                                    

La noche llegó con rapidez, me alegraba saber que el maldito sol por fin se había marchado luego de tantas horas de lucha constante contra él, se había ido, al igual que en días anteriores. Inhalé aspirando todo el ambiente fresco de las plantas a mi alrededor, el olor de la naturaleza era totalmente de mi gusto, era una de las pocas cosas que me agradaban. Apoyé mis manos en el pequeño tronco en dónde me dejé reposar hace unos momentos, alcé la vista hallando únicamente las estrellas en gran cantidad juntas, algunas gotas de lluvia empezaban a caer con lentitud. Parecían querer empapar mi vista hasta ellas.

Me encontraba fuera de la posada rentada por mis demás compañeros, ya ven, no los soportaba, se habían puesto a tomar por mero aburrimiento y lamentablemente me ofrecieron un poco, sin más remedio accedí.

Y lo peor, últimamente la única persona que me caía bien en ese lugar no me hablaba. Cuando me acercaba a él simplemente me ignoraba como si no estuviese a su lado y hablaba de otro tema sin verme directamente, después de la última misión que cumplimos, Hidan y Kakuzu siguieron con nosotros hasta hoy, a dos días de distancia para llegar a la cueva de Akatsuki. Quería hablar con Deidara, preguntarle que tenía, me sentía mal aún que no lo demostrará abiertamente, todo por mantener mi ego en alto como siempre acostumbraba, pero su indiferencia poco a poco me estaba llevando a querer agarrarlo y preguntarle una y mil cosas del porqué de su ignorancia. La última vez que hablamos terminamos discutiendo, sentía que todo el avance que habíamos mantenido alrededor de meses se estaba desmoronando en esos cinco días, los cinco días más frustrantes que tuve luego de el amasacre.

Por alguna extraña razón ya no estaba haciendo sus esculturas, eso era raro, demasiado. Solía hacerlas todo el tiempo que tenía libre, mayormente en nuestras antigüas misiones juntos. Me preocupaba su estado y constantemente me preguntaba si estaba enfermo o tenía alguna condición terminal y por eso no quería hablarme. No lograba llegar a conclusiones con sentido, por lo que aunque estaba preocupado, prefería no pensar mucho en él.

Pasos precionando el césped verde clamaron mi atención "¿Ahora quién será?" Me pregunté antes de girar para encontrar a la dicha de mis preocupaciones, Deidara.

Estaba con las manos tras su cuerpo con la miraba cabizbaja, no sabía cómo reaccionar, si enojarme por qué me interrumpió o no decirle nada y esperar su reacción. La segunda sonaba más tentadora, poco a poco se fue acercando con cautela mientras levantaba la mirada permitiéndome ver de nuevo esos azules ojos que tanto me gustaban, los consideraba de las mejores cosas que había visto en mi vida y lo admitía, no tenía porqué negarlo. Sus pasos resonaban en mi mente silenciosamente, dejé qué el peso de mis brazos descansaran en mis muslos en la espera de su llegada, que después de unos segundos llegó. Se paró a mi lado siendo separados únicamente por el espacio restante del tronco.

—¿Puedo hablar contigo?— la voz somnolienta y balbuceante del tono que utilizó me hicieron fruncir el ceño, estaba borracho, lo más seguro era que Hidan le había dado algo para que esté así, ya que antes de salir él no había aceptado tomar. No respondí ante su pregunta y tan solo me quedé mirándolo, por lo cuál pareció frustrarse y suspiró levantando su mirada al cielo —Son lindas ¿No?”

—¿Cuáles?

—Las estrellas, tonto— el último insulto fue reconfortante, saber que por lo menos tenía la intención de llamarme así me daba tranquilidad. Sin que me percatara caminó hasta el frente del tronco sentandose en él, quedando a mi lado muy juntos. El pequeño tronco apenas soportaba nuestro peso unido encima.

Tomó sus rodillas con sus manos apretando su agarré en sus ropas antes de volver a hablar —Disculpa— fué lo único que salió de sus labios cansados, volteé a encararlo con asombro, tenía los ojos llorosos y sus mejillas rojas por las probables grandes cantidades de trago que le habían ofrecido. La situación me hizo tener un leve recuerdo de él en mi mente, con la misma expresión pero sonriente.

Fruncí el ceño y bajé la vista haciendo memoria de aquella vez en el restaurante, ese día por más que me dijo un montón de cosas sin sentido no sentí remordimiento, pero ahora no podía decir lo mismo. Verlo así, con la mirada perdida y sincera que en mi vida había visto, no significaba nada más para mí que confusión, él me descontrolaba, me transtornaba dándome incertidumbre con respecto a lo que sentía cuando lo veía. Dudaba constantemente de el porque existía la necesidad en mi de hablarle, de ver sus ojos, de tocarlo o simplemente acercarme teniendo un mínimo roce de manos apenas notorio para su sentido del tacto.

—¿Por qué?— hipnotizado por mis pensamientos le contesté sin ser consciente de mis palabras por completo.

—Por todo, discúlpame por ignorarte así— sus ojos queriendo cerrarse y la última palabra relatada en un susurro suave me dieron a entender el extremo en el que la bebida le había afectado —No debí hacerlo— musitó viéndome fijo al igual que mis ojos clavados en los suyos sin intenciones de despegarse.

—No debiste— afirmé queriendo mantenerme firme, sentía no poder resistirme ante la imagen que me brindaba, perfecta para ser capturada en un roce, un toque despacio de su rostro con el mío. Frentes unidas, ojos conectándose los unos con los ojos, las narices juntas y sus labios con los míos apartándose en un beso inocente. Posé mi mano en su mándibula acariciando su labio inferior brillante y ligeramente abierto; el tiempo no fué impedimento para mis que mis intenciones se revelaran mientras me acercaba lentamente ladeando la cabeza a un lado, en ningún momento despegué mi mirada de sus ojos, quería mantenerlos abiertos y espectantes cuando me aproximaba lentamente a su rostro con unos labios esperando su roce ansioso.

No sé exactamente en qué momento los toqué, rocé y respiré su olor emanantemente cercano a mi lado, quería más, necesitaba unirlos con fuerza para presionarlos en un suave beso dulce sin presiones ni interrupciones. Tan solo con el sonido de la lluvia cayendo a nuestro alrededor anunciando el caer del orgullo. Lo tomé del cuello atrayéndolo a mí besándolo con mayor fuerza incluida, sus delgadas manos escurridizas pasaron por mis hombros con la intención de acercarme e hice caso enlazandonos más en el pequeño tronco. El sabor del trago en sus labios le resultaba extrañamente satisfaciente a los míos, que con rudeza obsentaban la escena.

La respiración que brotaba de mi nariz, se volvía agitada con el paso de los segundos. Su cabellera rubia, suplicaba ser soltada por el tirante que la sostenía en una media coleta. Con cuidado moví mi otra mano en ella desatandola cuidadosamente para no lastimarlo. Poco a poco sentí sus cabellos descender por mis manos, tan débiles, lisos, largos y mojados por la torrente lluvia. Me tomé el tiempo de apricionarlos contra mis manos, despacio para no ser tan brusco.

No estaba completamente conciente de mis actos; me dejaba llevar por el sentimiento del momento. Verdaderos sentimientos saliendo a la luz una vez más luego de tantos años. Tal vez era el trago o el frío que el mismo ambiente comenzaba a desprender, pero no existían las intenciones de detenerme, pensar con claridad me era imposible teniéndolo en ese estado, completamente impregnado a mí tan cercano brindándome de su calidez, la cuál me reconfortaba de la fría lluvia que ahora caía en más cantidad con vigor.

Aún no podía decifrar exactamente qué estaba sintiendo. Los revoloteos en mi estómago al verlo se hacían presentes cada vez con mayor frecuencia, y no podía decir que no los conocía, ya que perfectamente sabía de dónde venían. Ya me había enamorado antes, pero esta vez fué diferente, no lo quería y aún así, sucedió en contra de mi voluntad.

No caía en cuenta de cuánto fué que sucedió, ¿Solo me agradaba su físico? No, claro que no, su manera de ser, carácter y frases me atraían continuamente sin motivo aparente.

La unión que manteniamos fue detenida por mí mismo, que con esfuerzo logré volver en mi siendo consciente. Él estaba borracho, no podía aprovecharme de eso a ninguna costa.

—Estas ebrio— ví espectante sus ojos mientras respiraba entrecortadamente y mi voz se debilitaba.

—Si..— su pecho se movía rápidamente mientras cerraba los ojos y se derrumbaba en mi brazo, que lo sostenía en su cuello blanquecino.

Rain Of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora