capítulo 25

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—¡¿Te declaraste?!

Hyunjin se llevó las manos a la cara. La vergüenza no había parado de perseguirle desde que decidió confesar aquello que llevaba tantos años guardando.

—¿Ves como era una mala idea?

—¿Pero qué te respondió?

El pelinegro suspiró. Desearía poder decir que todo salió tal y como aquellos relatos en los que se sumergía cada noche, pero siendo honestos fue desalentador. Hyunjin habría preferido una negativa antes que el incómodo silencio que se instauró en la pista. Todavía podía recordar aquellos ojos helados escudriñando cada porción de su rostro, sus labios sellados y esa tensión cortante.

"Hemos terminado la sesión de hoy. Estira bien antes de ir a los vestuarios", eso fue lo único que contestó. Y después se marchó dejándole un horrible vacío en el pecho.

El joven estaba deprimido. Es decir, como para no estarlo. Pero prefería centrarse en su programa y fingir que lo que ocurrió solo fue un bonito sueño. O uno horrible. Quizá eso fuese lo mejor. Lo que su entrenador prefería hacer. Obviar aquella confesión y seguir como siempre.

—¿Y por qué crees que se quedó callado? —le preguntó Félix una vez el chico le contó lo sucedido.

—Porque el silencio daña menos que las palabras y que no le guste de la misma forma no significa que quiera hacerme sufrir.

—Quizá le pilló por sorpresa.

—Yo no vi sorpresa en su mirada. Vi indiferencia.

Y, siendo honesto, eso era lo que más le hacía arder aquella herida tan reciente.

—Siento que las cosas fuesen así —murmuró el rubio, estrechándole entre sus brazos y estrujándole con fuerza—. Si necesitas hablar o despejarte sabes que puedes contar conmigo.

Un abrazo no estaba mal, tampoco una charla sobre lo ocurrido. Pero lo que realmente ansiaba el pelinegro era volver al pasado y evitar aquella tonta declaración. Entre otras cosas porque aquella mañana su entrenador prácticamente no le había mirado ni dirigido palabra más allá de lo necesario.

—Ya has estirado suficiente, a la pista.

Su voz le sobresaltó, tanto a él como a Félix, que se encontraba a su lado realizando los mismos ejercicios. Ambos se acercaron a la superficie gélida, deslizando los patines por la misma y separando sus rutinas. Félix estaba entusiasmado con la idea de centrarse en patinar y dejar de lado aquel cúmulo de frustraciones e imposiciones con las que lidiaba cada día, y hacerlo teniendo cerca a Changbin tan solo lo mejoraba.

Y es que el moreno estaba allí, practicando su programa y haciendo temblar el suelo con cada movimiento. Aunque no con tanta fuerza con la que logró que latiese el corazón del rubio cuando le dedicó aquella sonrisa.

Definitivamente no se arrepentía de haber vuelto a entrenar con el resto.

Aunque tampoco significaba que todos sus problemas se hubiesen evaporado.

Que Hyunjin hubiese cambiado su programa de forma tan repentina y justo poco tiempo después de que el muchacho se lo hubiese contado seguía clavándose en su interior. Sería mentir si dijese que le agradaba la idea. Al contrario, se manifestaba aquella frustración y rabia que aparecía cada vez que sus caminos se solapaban. A veces era por coincidir en su bebida favorita, otras por formas similares de ver el mundo. A Félix no le molestaba compartir aquello, o al menos no tanto como la sensación de que allí donde ponía su atención se transformaba en la nueva meta del pelinegro.

Sin embargo, no pensó que, justo al atreverse a cambiar su programa, él también lo haría. ¿Era tóxico obsesionarse con eso y notar como cada uno de sus espacios seguros se veía irrumpido por él?

Under my skin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora