capítulo 2

190 20 20
                                    

—¿Qué piensas tanto?

Sus pupilas volvieron a enfocarse en el moreno, que se encontraba delante de él, con los mofletes repletos de comida y luchando por cortar el siguiente pedazo de carne.

—¿Mmm? Nada, nada —afirmó, volviendo a su plato—. Tengo curiosidad por ver como avanza todo.

— ¿Solo curiosidad?

—También miedo. Los patinadores de la presentación parecen muy... buenos.

—Y nosotros también —apuntó Changbin, señalándole con los palillos.

—¿Tú crees?

El muchacho le miró, visiblemente ofendido, dándole un ligero golpe en la pierna con su pie y arrancándole un quejido.

—Qué poca confianza, Félix. ¡Por supuesto que lo somos!

—No tanto como él —siseó, apretando los dientes.

Allí estaba de nuevo, hundido en su sudadera blanca oversize y con el cabello recogido en una coleta, paseándose por el buffet y seleccionando cuál sería su primera cena. Sin embargo, no iba solo. Su entrenador, Lee Minho, siempre le acompañaba a todas partes, como si estuviesen imantados, aunque eran tan similares que dudaba que aquel fuera el motivo. Ambos tan serios y silenciosos, sin compartir palabras más allá de lo esencial. Tal vez por eso amaban el patinaje sobre hielo, porque eran tan gélidos como este.

—Es demasiado perfecto —suspiró, hundiendo los palillos con fuerza en el cuenco y revolviendo la comida antes de llevársela a la boca en un movimiento brusco.

—¿Te da envidia?— Su ceño se frunció—. A ver, dime algo que tenga él y tú no.

—Tiene un cuerpo tonificado y es alto, en la pista se mueve... ya lo has visto, Changbin. Si sobre tierra sus gestos son tan elegantes imagina patinando —bufó, rodando los ojos—. Por algo le llaman el Príncipe de hielo.

—Vaya estupidez —protestó.

—¿El qué?

—Yo no soy alto, no me muevo con elegancia y aun así estoy aquí, ¿no? ¿Eso me hace peor que él?

"Sí".

Sus pulmones se contrajeron con rabia, arrebatándole la respiración y generando un incómodo y doloroso ardor en su pecho. ¿Qué había sido eso? Aquel pensamiento que se coló abriéndose paso con tanta sencillez. Pero negó, negó de forma enérgica y veloz, como si de esa manera pudiese obviar aquella afirmación que tan veraz era para él.

—Eres diferente.

—Pues tú también. Todos lo somos— explicó, apoyando la mejilla sobre su zurda—. Habrá personas que adoren su forma de patinar y a otros a quienes les aburra.

—¿A quiénes? ¿Sabes cuántos seguidores tiene? A la gente le gusta —suspiró, frotándose los ojos, frustrado—. Su aura seria y distante, la forma en la que solo por mirarte sientes que debes agradecerle. Y si a eso le sumas su belleza y lo bien que patina...

—Chorradas— volvió a protestar, haciendo un aspaviento—. Tú y yo somos increíbles así. Carismáticos, guapos y buenos patinadores. Pero aquí estamos solo para lo último. Eso es lo que importa.

—Pero él patina mejor.

—No es lo mismo destacar patinando que brillar mientras lo haces.

Solo que el joven no entendería el significado de ambas cosas hasta tiempo después.

[...]

Tras la presentación llegaron los entrenamientos y al muchacho le hizo falta un único día para descubrir que aquel campeonato no sería un camino de rosas, sino el peor de los infiernos. Su mente estaba en todos lados: en los chicos altos y musculosos, en su entrenador, en Changbin, en el príncipe de hielo... En cualquier sitio, menos en la pista. Y eso provocó que aquellos errores que nunca cometía comenzasen a aparecer. Que le pitasen los oídos, que le temblaran las piernas, que su estómago se revolviese y su concentración se desvaneciera.

Under my skin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora