12. Juntos, los tres

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Los alfas salieron del auto y se acercaron a las tres personas que hablaban en la entrada del edificio

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Los alfas salieron del auto y se acercaron a las tres personas que hablaban en la entrada del edificio.

—¿Está todo bien Chimon?

—¿Necesitas algo?

Ese era el día de los sustos y sobresaltos para Chimon. Ya estaba a punto de tener un ataque por los nervios.

—¿Quiénes son ustedes? Esto no es asunto suyo —dijo el viejo Sung.

—Él trabaja en nuestra empresa y llegó aquí con nosotros, así que sí es asunto nuestro.

—Entonces si puedes pagar muchacho —el viejo se dirigió a Chimon— ¿Cuál es el problema? Tienes trabajo y ganas dinero. Necesito que pagues la renta hoy o deberás irte.

La actitud del hombre no le gustó en absoluto a los alfas.

—Aún no recibo mi paga y, además, el cobro es excesivo. Ya le dije que no puedo pagarlo.

—¿Cuánto es lo que debe pagar? —preguntó Ohm.

El viejo vio su oportunidad de ganar dinero al ver a dos hombres tan elegantes y que se veían dispuestos a soltar dinero por el muchacho. Así que les dijo cuanto era el nuevo monto del alquiler y que debía pagarlo inmediatamente.

Los alfas vieron la fachada del edificio que se notaba viejo y en mal estado. No era un lugar ideal para vivir y lo que estaban cobrando por la renta era un robo.

—Eso es un robo señor. Está cobrando demasiado por un lugar que no tiene las condiciones.

—Es lo que es, y si el chico quiere seguir teniendo donde vivir debe pagarlo —renegó el viejo Sung.

—¿Tienes muchas pertenencias Chimon?

—No señor Korapat. Sólo mi ropa y algunos recuerdos de mi familia. El resto de enseres pertenecen al departamento.

—Sube y recoge todo. No vas a pagar tanto dinero por una pocilga que a simple vista parece estar a punto de caerse.

—Pero... señor Pawat. No puedo hacer eso ¿A dónde voy a ir a estas horas? ¿Dónde voy a vivir?

—Haz lo que Ohmie dice Chimon. Recoge tus cosas. A donde irás es lo de menos. No seguirás viviendo aquí.

El viejo Sung estaba furioso, pero no había nada que pudiera decir o hacer. La señora Namwong miraba a Chimon con pena, pero contenta de que hubiera alguien respaldándole. Su experiencia y sus años de vida le decían que esos señores junto a él le cuidaran muy bien de ahora en adelante.

» Media hora después, Chimon bajaba las escaleras con una maleta y un par de cajas. Eso era todo lo que poseía.

—Señor Korapat. Pueden dejarme en un hotel de paso y disculpen todas las molestias que se han tomado conmigo el día de hoy. Realmente estoy muy apenado.

Destino inesperado (#1) - H.A #27Donde viven las historias. Descúbrelo ahora