Fuutaro estaba frustrado. Tenía las manos sobre el cristal de la puerta de entrada del edificio donde vivían las Nakano.
–¡No fastidies! –se quejó–. ¿Por qué no se abre la puerta automática? Como si no tuviese bastantes problemas con estas chicas. La puerta también quiere fastidiarme.
Había acudido al edificio para dar clases a las hermanas, pero no sabía como decirles que había llegado. No tenía el contacto de ninguna de ellas, y no sabía como llamar a la vivienda. Ante sí solo tenía una puerta cerrada.
Tenía que encontrar la manera de abrirla. Pero al contrario que otras veces, no estaba acompañado de ninguna de las hermanas ni había alguien entrando o saliendo. Una opción era esperar a que eso último ocurriera de nuevo, pero no tenía idea de en cuanto tiempo podría pasar. Incluso para un edificio tan grande, bien podría pasar más de media hora hasta que algún vecino le diera por entrar o salir, y no podía permitirse perder tanto tiempo. Entonces se fijó en la cámara de seguridad que había a un lado de la puerta. Tal vez si...
–Disculpe –dijo a la cámara–. Me llamo Fuutaro Uesugi, y soy el tutor de las hermanas Nakano que viven en el piso 30. Creo que la puerta no funciona.
Permaneció así unos segundos, como si esperara un milagro. No ocurrió nada. Suspiró fastidiado, sin tener idea de qué hacer.
–¿Qué haces hablando solo? –preguntó una voz a sus espaldas.
Fuutaro se volvió. Miku estaba tras él. Iba vestida con una camiseta azul celeste de manga larga, una falda de cuadros y unas largas medias violeta. Llevaba en la mano una bolsa de la compra.
El tutor se quedó sin palabras, pero ella, hábil observadora, no tardó en deducir lo que estaba pasando.
–¿No sabes cómo funcionan estas puertas? –preguntó ella mientras señalaba el terminal electrónico que había a un lado–. Si quieres llamar a nuestra casa lo único que tienes que hacer es introducir en el teclado el código correspondiente.
–Estooooo... –murmuró Fuutaro avergonzado–. No, si ya lo sabía.
Miku introdujo una tarjeta en la ranura del terminal, haciendo que se abriera la puerta del edificio, mientras Fuutaro no dejaba de sentirse mal consigo mismo por no haber visto algo tan obvio. Empezaba bien aquel día.
–¿Qué haces ahí parado? –preguntó ella.
Fuutaro miró. Miku había entrado en el edificio, y se hallaba mirándole. Él se había quedado desconcertado, ya que mientras estaba reflexionando había dejado de prestar atención a lo que tenía a su alrededor.
–¿No vienes a darnos clase? –preguntó Miku con una sonrisa que la hacía ver preciosa.
Fuutaro se sonrojó. Otra vez estaba encontrando a Miku atractiva. ¿Por qué le estaba pasando esto?
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La subida en ascensor fue animada, ya que Miku habló con él. Esto representaba una mejora respecto días atrás, ya que por lo general ella era la más callada de las hermanas. Esperaba que su relación con las demás pudiera mejorar de la misma forma que lo había hecho esta.
Al entrar en la vivienda, estaban reunidas en el salón el resto de las hermanas, salvo Nino. Todas le miraban con sonrisas.
–¡Buenos días! –exclamó alegremente Yotsuba, quien iba vestida con una camisa azul con rayas verticales azul oscuro, sobre la que llevaba una rebeca verde claro, y una falda corta verde oscuro–. ¡Estamos listas!
–Yo también me he animado –dijo Ichika, quien llevaba camiseta verde claro de manga corta y pantalones largos de color blanco.
–Y yo –dijo Mutsumi, que iba vestida con una blusa blanca de manga corta y una falda verde claro.
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Las Sextillizas (Roku-Tōbun no Hanayome)
FanfictionFuutaro es un estudiante sobresaliente pero insociable. Hasta que un repentino trabajo como tutor hace que su vida se altere completamente. Ahora debe ayudar a unas peculiares estudiantes con problemas de aprendizaje para evitar que repitan curso. ¿...