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— Fuiste un chico demasiado malo, Nahuel, demasiado — mencionó Marcos con el típico tono de voz medio ronco y seductor, pero a la vez suave y estimulante, que solía utilizar con sus sumisos. Entretanto caminaba lentamente rodeando aquel grueso asiento al que se hallaba atado con firmeza el omega de cabello negro — ¿Crees que mereces tenerme después de lo mal que te has portado?

La noche por fin había caído. El alfa había esperado con ansias durante todo el día a que llegase aquel momento en el que pondría en marcha su mas anhelado castigo antes de deshacerse por completo del bastardo que había intentado lastimar a su omega.

— Decime, ¿te lo mereces? — gruñó tironeándole del pelo con fuerza para que ese levantara la cabeza y lo mirara.

Sus ojos estaban llorosos, sus labios resecos, su semblante decaído. Había dolor en su mirada oscura, dolor escoltado por el temor.

— Perdón, daddy — musitó el menor, entristecido, bajando de nuevo la mirada cuando este lo soltó. El castaño chasqueó su lengua tres veces en signo de desaprobación.

— Daddy no te lo va a perdonar ¿Y sabes que pasa cuando te portas así de mal? ¿sabes que pasa cuando me desobedeces e intentas atentar con la vida de mi omega?

— Yo soy tu omega — replicó bajito.

— ¡No! — exclamó de inmediato enojado — vos solo eras con quien me descargaba por la falta que él me hacía.

Un par de lágrimas bordearon sus mejillas.

—¿Queres decirme en qué mierda pensabas? ¿Acaso creías que lo nuestro llegaría a algo más que sólo la simple relación de sumiso-dominante? Yo te lo deje en claro desde el primer día, mierda, nada de involucraciones sentimentales, ni de las demás mierdas ¿Por qué hiciste todo esto? ¿Por qué, si sabías muy bien cómo funciona esto?

— Es que... vos me salvaste y... yo p-pensé que t-te importaba...

La voz del menor sonaba gastada, entrecortada, rota. Sollozó un poco, sin animarse a elevar la mirada.

— Que iluso sos... déjame decirte que te equivocas, no lo hice por vos, lo hice para demostrarle a esos tipos que yo siempre me salgo con la mía — aclaró el alfa sin poseer pizca de compasión.

El omega sorbió los mocos fuertemente, deseando poder liberar sus manos de esas sogas que lo mantenían atado tan solo para encajarle una ruidosa cachetada. Levanto su cabeza, entregándole una mirada de odio.

— No te saliste con la tuya cuando él te abandono — contraatacó totalmente despechado. Si, Nahuel lo sabía. Lo sabía gracias a que en la cocina se repetían todos los chismes de la casa entre las sirvientas — Y de seguro volverá a hacerlo en cuanto obtenga lo que quiera, porque, vamos, si no fuera por tu plata, ¿Quién querría quedarse con vos?

Y le había dado justo en su punto débil. A Marcos le dolió demasiado, sus palabras fueron como una bala atravesando su pecho, desgarrando su corazón. Y lo peor de todo: era verdad. El enojo que experimentó no se comparó con nada, teniendo que realizar un esfuerzo sobrehumano para no darle un violento golpe.

Aunque muriese de ganas de hacerlo, no iba a rebajarse a lo que era su verdadero padre: un violento y desgraciado golpeador de omegas. No iba a ser como él, en lo absoluto. No había huido de su propia familia de 'Ndrangheta, ganándoselos como enemigos, para convertirse en el mismo imbécil de su padre, que ni siquiera podía llamarlo como tal.

Por lo tanto, se ahorró los golpes, y en un total estado de enfurecimiento, amordazó al omega sin gota de suavidad o amabilidad.

— Ahora vas a ver todo lo que te espera — masculló, casi escupiéndole en la cara — empezando por lo siguiente... ponete cómodo que en breve iniciamos... Ah y disfrútalo —le susurró cerca del oído—... o al menos yo lo haré y mucho.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora