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— Hay que poner reglas — anunció el omega, intentando frustradamente ponerse el bendito moño frente a un espejo de esa habitación.

Marcos apareció detrás suyo con aires de serenidad, tomando con cuidado la pequeña prenda entre sus dedos, ayudándolo.

— ¿Reglas para qué? — cuestionó el susodicho, terminando de acomodarle el moño a su bebé.

— Para lo que sea que tengamos ahora — dijo Agustín, volteándose para verlo de frente — es decir, no quiero que nos emparejemos ahora, ¿entendes? Porque si todo se vuelve extremadamente lindo entre nosotros, después nos va a costar muchísimo más separarnos y será demasiado sentimental... No se vos, pero yo quiero ahorrarme eso y dejar todas las boberías de pareja para cuando regreses.

— Entiendo tu punto, pero no entiendo qué clase de reglas queres poner — comunicó el alfa, posando sus manos en la cintura del menor.

Agustín carraspeó, viendo más de cerca esas salpicadas manchitas rojizas en el atuendo del otro.

— Por ejemplo, nada de tus cursilerías, a menos que sea para halagar mi culo — expuso este, provocando que una risa se escapara de entre los labios de Marcos — ¡Eu, esto es asunto serio! — reprendió, haciendo un mohín.

Marcos negó con un movimiento de cabeza, sin deshacer la expresión divertida que cargaba su semblante. Se permitió a él mismo enterrar su rostro en el cuello del omega, disfrutando con plenitud de su dulce aroma, depositándole territorialmente el suyo propio.

— De verdad lo digo, no estoy acostumbrado a escuchar cosas lindas sobre mí, quitando lo obsceno, y no quiero que arruines mi costumbre sabiendo que después volveré a lo mismo de antes. No quiero sentirme excesivamente vacío.

El alfa respiró hondo, separándose un poco de su lugar favorito en el mundo.

— De acuerdo — murmuró, derrotado, con un atisbo de tristeza marcando presencia en sus ojos.

— Pero no te pongas triste — se apresuró a decir Agustín, llevando sus manos a las mejillas del castaño — Te prometo que cuando vuelvas y estemos juntos hasta yo seré dulce con vos.

De nuevo, inhaló profundo, intentando resignarse. Rozó suavemente sus labios con los del omega, para después besarlos despacio, con la ternura desbordándose en aquel intimo contacto.

— Ni siquiera me fui y ya quiero volver, mierda — expresó Marcos con frustración cuando se alejo — Hasta hace una hora me importaba una mierda el tiempo que pudiese permanecer en el exterior, es más hasta creía que me serviría para despejarme y olvidarte. ¡Estaba seguro de que no lo sentías! Y ahora... ahora irme es un nuevo y maldito problema que ansío quitármelo de encima ya mismo.

Agustín se sintió fatal. Su rostro decayó en una expresión de absoluta amargura al pensar en que aquel viaje no sería un verdadero problema para el alfa si él lo acompañara. Cierta parte de él tenía deseos de hacerlo, de ir tras él sin importar a donde quiera que fuese. Pero, por otro lado, tenía tanto miedo.

¿Y si las cosas entre ellos no salían bien? Agustín estaría solo en otro continente sin el apoyo de nadie más que de Marcos, ¿Y si peleaban? ¿Y sí quería separarse del alfa? ¿A dónde iría a escaparse? Al menos, si estuviesen en Londres e intentaran ser pareja, él tenía la certeza de que podría volver con su madre o con sus amigos si algo no iba bien. El tendría un lugar donde refugiarse si Marcos llegase a agobiarlo.

Aparte, ¿Qué pasaría con sus amistades, con sus salidas? El no quería perder ese contacto por largos años, ¿Abandonaría su vida entera por un alfa? ¿Un alfa? Una risa irónica provino de su consciencia, ¿Desde cuándo Agustín consideraba la idea de marcharse lejos con un alfa que ni siquiera era su tipo? ¿Desde cuándo? Si él no era omega de nadie.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora