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Marcos se mantenía quieto en su lugar, totalmente lastimado de modo emocional. Su gélida mirada no se apartaba de aquellos ojos que no parecían ser poseedores de piedad. En su semblante se hallaba plasmada la expresión más dura que fue capaz de dar, llena de resentimiento, de rencor, de insensibilidad.

No podía creerlo, no, no era posible.

Mierda.

Su corazón se rompió por segunda vez, Agustín se lo arrancó del pecho y lo estrujó hasta destrozarlo, sin mera gota de compasión. Los miles de trozos acabaron en el suelo, distribuidos por doquier. Y Marcos había perdido la fuerza tras el ataque, quedándose sin ánimos, sin ganas de ir tras los pedazos para unirlos todos y repararse así mismo.

Así que decidió quedarse sin corazón, después de todo, ¿de qué le serviría tenerlo consigo de nuevo si podría volver a romperse con tanta facilidad?

Él no estaba para seguir soportando estupideces de un inmaduro omega que prefería seguir arruinando su vida con estúpidos narcóticos, eludiendo la realidad, en vez de enfrentarla. Él no estaba para soportar que Agustín hiciese con él lo que le viniera en gana. No, claro que no.

El alfa bueno, compasivo y tierno se había acabado. ¿Agustín no quería su amor? Perfecto, entonces, lo trataría como a otro de sus malditos sumisos, y ya no habría vuelta atrás. Esta vez, no le importaría nada en lo absoluto. El alfa lo dominaría y si este no cumplía, encantado lo castigaría, dándole la disciplina de la que carecía.

— Bien, si eso es lo que queres, tomaré tu sugerencia — anunció con seriedad, conservando sorprendentemente la calma, mientras se disponía a desabrocharse el cinto — Espero y no te arrepientas de tu decisión, ¿Deseas que te trate como a los otros? De acuerdo, serás un ordinario omega más del montón — declaró fríamente con el cinto en la mano.

El omega se alarmó, tensándose por completo, al pensar en que lo golpearía con dicho objeto sin piedad. Retrocedió asustado cuando el alfa se le acercó. Marcos gruño, exigiéndole las muñecas. Solo entonces supo que su intención no era lastimarlo.

Obedeció, poniendo sus manos juntas. Marcos le ajustó sin problemas el cinto a las mismas, dejándolas inmóviles.

— A partir de ahora todo se va a hacer a mi manera y si no te gusta, problema tuyo. Lo hubieras pensado mejor antes de hablar, porque vos decidiste esto — dijo, sin abandonar su estado de resentimiento, al tiempo que conducía al omega dentro del baño — Ya no me vas a decir Marcos, daddy o nada. No te pases de listo, no me faltes el respeto, no me levantes la voz, ni me desobedezcas porque te voy a castigar. Y esta vez, va en serio. Vas a hacer todo lo que te diga hasta que decida que ya ha sido todo, y si tenes quejas te podes retirar por la puerta cuando quieras, pero te vas a ir sin un centavo.

Agustín tragó en seco, dirigiendo esa información. Ahora si que estaba realmente en problemas. Pero, aunque no le gustara para nada, pensaba que eso era lo mejor.

El alfa lo puso con nula amabilidad de frente contra la pileta del baño.

— ¿De acuerdo? — dijo este, tomándole de la mandíbula inferior para que elevara la cabeza y lo mirara a través del espejo.

— Sí.

— Sí, ¿Qué? — gruñó, apretándole un poco más la mandíbula, acompañando su pregunta con una repentina presión de cadera contra el culo del omega, el cual le hizo soltar un involuntario gemido.

— S-sí, daddy — contestó abochornado, con sus mejillas tiñéndose de un tenue tinte carmesí.

Solo entonces lo soltó de su bruto agarre, Marcos no desperdició ni un segundo en pasar sus desvergonzadas manos por la cintura del menor, buscando el botón del jean. Lo desabrochó, bajándole el cierre y, de un solo movimiento, deslizó el jean junto con el bóxer por sus piernas, hasta quitárselo.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora