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El omega dio un salto al escuchar aquellos inesperados y brutales golpes a la puerta. Entró en un estado de alerta en cuanto percibió el repentino espanto que sufrió el alfa debajo de él. Con rapidez, este lo puso de pie, parándose también. Lo vio abrir el cajón y sacar un arma de fuego de ahí, la cual la acomodo entre su pantalón, cubriéndola con su saco. Enseguida colocó al menor detrás de él, resguardándolo.

Agustín se encogió sobre sí mismo, asustado, procurando estar lo más pegado posible al cuerpo del alfa, no había lugar donde pusiese sentirse más seguro.

De pronto, la puerta se abrió de golpe, haciendo visible a un hombre de cuarenta y tantos que apestaba enormemente a alfa enojado.

— ¡Mierda! ¿Por qué no avisas? Pensé que eras...

— Él mismo estaría acá de no ser porque me he pasado gran parte de la noche tratando de calmar el asunto. A ver, ¿Dónde mierda ha quedado todo lo que hablamos? — exclamó furioso el desconocido, quien se aproximaba peligrosamente con su ceño fruncido — Se trata de conseguir mas aliados, ¡no de obtener más enemigos! ¡No ha sido nada inteligente lo que hiciste! ¿Entendes que nos vas a dividir si seguís así? ¡No solo estaremos en guerra con la familia de Ndrangheta, sino que también lo estará nuestra familia propia!

— Si nos dividimos será por su culpa, no mía. Yo hice lo que me corresponde, él es quien necesita ubicarse en su lugar— dijo el alfa con tranquilidad, despojándose del arma para después guardarla en su cajón.

— Él es un crío inmaduro, envidioso, caprichoso, superficial, un imbécil. Todo lo contrario, a vos. Pero tiene más derecho que vos, y lo sabes ¡No podes seguirle el juego a sus chiquilinadas! ¡vos sos más que eso!

— ¿Y por eso tengo que doblegarme ante él cuando me falta el respeto? ¡No son más que puras mierdas! — expresó el castaño enojado, haciendo que el omega se encogiera aún más sobre sí mismo.

Agustín era consciente de que el enojo no era dirigido a él, pero no podía evitar sentirse igual de intimidado como si le estuviese gritando a él. Y estaba tan aturdido, tan desorientado, que no sabía qué hacer, más que permanecer quieto en su rincón con la cabeza gacha.

— No, ahí está el punto, no te falto el respeto a vos, Marcos.

— No, le falto el respeto a mi omega, que es lo mismo.

— ¿Hablas del omega que desecharás en un par de semanas?

El rizado se sobresaltó al escuchar un áspero y resonador golpe en seco que provino del puño cerrado de su alfa estrellándose contra la madera del escritorio.

— ¡Oh, por favor! El tiempo que duras con un omega es escaso. No pretendas aplicarle derechos como si llevara tu mordida, sabiendo que es un cualquiera que no lo vale. Tu padre quedo muy disgustado por eso.

Y Marcos habría sido capaz de soltar el gruñido más voraz para expresar todo el enojo que le generó aquellas intolerables palabras dichas por el consiglieri de su padre. Palabras absurdas, palabras imperdonables, palabras que, muy en el fondo sabía, eran verdad. Pero Marcos habría querido gritarle que no era así, que Agustín no era un cualquiera que desaparecería en un par de semanas, que Agustín si lo valía porque era su omega por naturaleza y que, por ende, debía ser respetado.

Pero no lo dijo. Prefirió callar, prefirió morderse la lengua y ocultar la verdad de su alfa, porque Agustín estaba ahí y no debía exponerse con tal magnitud. No cuando el omega parecía no corresponderle.

Al fin y al cabo, todo se resumía a una verdad amarga y doliente. Agustín si era un cualquiera, un ordinario omega independiente que funcionaba como puta. Incluso se lo había dicho, todo había sido culpa de su instinto, de su iluso y tonto alfa que solo quería quererlo. Qué estupidez, Agustín lo único que deseaba era irse lo más pronto de ahí, alejarse por completo de él y de sus ansias por dominarlo, ¿Acaso que iba hacer? ¿Obligar al omega a que lo quiera? ¿Obligarlo a permanecer el resto de sus días con él? Él no pretendía pasar su vida entera con un omega que era infeliz a su lado.

𝙳𝙾𝙼𝙸𝙽𝙰𝙼𝙴 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora