Érase una vez, el dolor más terrible del mundo. Un dolor que vivían sobre las manos de Taehyung que recordaban el piano. El cuerpo y la mente de Taehyung recordaban el pasado.
Desde que había recuperado su memoria, la eternidad se le hizo eterna. Sus recuerdos sangraban a través de las heridas de los perdigones de bala.
Todo en él había cambiado tras descubrir su cruento destino, y aunque le costó creer que aquella casa era su tumba, terminó aceptando el final de su camino; terminó cediendo a la idea de que había perdido a su amor dos veces y que durante la primera vez, perdió la vida también.
Taehyung tocaba el piano como un condenado. La melodía era todo lo opuesto a lo que él era, aunque Taehyung ya ni siquiera sabía quién era; si era el hombre enamorado que solía ser o si era aquella alma en pena colmada de rencor, cuya apariencia era monstruosamente tétrica y lúgubre.
Vestía la misma ropa con la que había muerto. Se había dado cuenta de que cada vez que creía cambiar su aspecto, simplemente era una simple ilusión; pues la camisa de lino holgada que traía, estaba agujereada y empapada de sangre fresca, ya que su herida nunca conseguía cerrar. El aspecto de su piel era la de un cadáver; tan pálido y sin ninguna pizca de vida. Su mirada se veía hundida, desesperanzada e iracunda.
Y mientras tocaba el piano, los recuerdos no dejaban de golpearlo como si fueran balas o cuchillos atravesándole la espalda; veía su propia muerte, una y otra vez, una y otra vez... Pero también veía a Jungseok en su memoria, recordaba todos los momentos que había pasado con él; veía su rostro, sus ojos y sus labios; recordaba cómo se sentía cuando lo besaba, cuando hacían el amor y su corazón volvía a llorar lágrimas de sangre, llevando al límite el dolor de su música.
Taehyung se hallaba tan confuso desde que el paso del tiempo comenzaba a dejar su huella en él. Se sentía como una sarigüella herida en medio de la carretera, sobre la que las ruedas de los coches y carruajes pasaban una y otra vez sin preocuparse de matarlo tantas veces como fuera posible. Pues pensaba en Jungseok y también pensaba en Jungkook, no podía creer que se había enamorado de ambos de la misma manera, aunque mientras tocaba las últimas teclas, se dio cuenta de que no sabía a quién amaba de verdad.
Fue entonces cuando, por el rabillo del ojo, Taehyung vio una silueta asomarse por la puerta.
Detuvo la canción abruptamente y se levantó del banquillo. La silueta se escondió rápidamente, no fue capaz de identificarla, pero su corazón llamó el primer nombre que se le cruzó por la cabeza:
— ¿Jungseok?
Corrió detrás de la silueta y junto a la escalinata, tras atravesar las puertas de la Sala de Ensayo, tomó el brazo de aquella persona que había visto, pero su decepción fue enorme cuando vio que no se trataba de Jungseok.
— ¿Quién eres tú? — preguntó a la muchacha.
La joven no pudo mirarlo a los ojos, se sintió cohibida, pues la mirada con la que Taehyung la veía, no era la que solía recordar y su aspecto era tan aterrador.
Taehyung se dio cuenta de que la conocía, de que su rostro le era familiar. Tenía una leve familiaridad con Jungseok y también con Jungkook, pero no podía descifrar quién era; vestía un camisón y tenía una cruel marca de hematomas que rodeaban su cuello.
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Érase una vez, un amante hechizado (Taekookgi) [Fin.]
RomanceKim Taehyung es un artista y poeta empedernido con una idea retorcida y melancólica sobre el amor. Jeon Jungkook es el fantasma que habita su casa y al que conoce por casualidad un día. Hay algo en Jungkook que cautiva inmediatamente al artista, por...