7. Érase una vez, un dolor mayor que la muerte.

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¿Qué duele más que la muerte?

1963.
 

 
Youngyi podía oír los lamentos de Taehyung desde el final de la escalera.

El joven se encontraba en el desván, echado sobre el suelo, agonizando eternamente. De los agujeros de su pecho brotaba su sangre infinita, y aunque las lágrimas se le habían acabado, el llanto de su alma jamás lo haría.

En la profunda oscuridad de su agonía, llamaba los nombres de sus amantes.

Youngyi no podía soportar el dolor que le transmitía su llanto. Le había dicho que no quería verla cerca de él y ella obedeció porque no sabía qué más hacer. La culpa la había condenado a sufrir.

Taehyung se había convertido en un ser tan aterrador, pues su aspecto cambiaba cada luna que transcurría, pero Youngyi no le tenía miedo, sino lástima. Cada día de su existencia, quería que el tiempo volviera atrás para enmendar su terrible error, pero el tiempo solo sabía seguir hacia adelante y pensaba que eso era más fácil para los vivos que para los muertos; ellos no podían avanzar hacia ninguna parte.

Hace tres décadas, Youngyi había encontrado una libreta y un bolígrafo debajo de la cama de Jungseok. Llevaba allí al menos treinta años pero no era la letra de su hijo, sino la de Taehyung. Youngyi, entonces, leyó todos esos poemas y notas de amor que le solía escribir a menudo en vida y aquello la destruyó por completo. Desde entonces, siempre quiso devolvérsela a Taehyung pero no sabía cómo acercarse a él porque tenía tanta vergüenza que jamás lo había intentado; pero ahora que Taehyung ya sabía que ella estaba con él, no podía seguir escondiéndose.

Youngyi abrió la puerta del desván, una delgada línea de luz se dibujó sobre el suelo y también en la pared. Taehyung observó lentamente y vio a la chica, pero no tenía fuerzas para decirle que se fuera.

La madre de Jungseok se arrodilló junto a él y levantó su cabeza con delicadeza. Observó que su herida sangraba más que la última vez y le dijo que lo ayudaría a levantarse. Con mucho esfuerzo, la muchacha lo levantó y colocó su brazo por encima de sus hombros y lo sostuvo de su cintura. Arrastró su cuerpo por el pasillo y por las escaleras, Taehyung la miró unos instantes y decidió caminar por su propio pie para ayudarla, pero estaba tan débil que no podía mantener su equilibrio.

Lo condujo hasta la habitación de Jungseok. La luz que se colaba por la ventana delató el terrible y deplorable estado en el que Taehyung se encontraba, pues había perdido toda su belleza y genuina bondad. Tras verse fugazmente en el espejo, ni siquiera pudo reconocerse a sí mismo.

Youngyi lo recostó sobre la cama de Jungseok que, si bien no estaba vestida y solo se trataba de un colchón viejo, trató de acomodarlo lo mejor que pudo. Taehyung se comportaba como un cadáver, aunque después volvió a empequeñecerse en medio de su lecho. Youngyi le oyó llorar de nuevo y aquello le rompía el corazón.

Taehyung sintió que se había subido a la cama junto a él, después sintió sus caricias; en su cabeza, en su pelo y su brazo.

— Los echo de menos... — susurró.

A Youngyi se sintió tan plena y nerviosa cuando Taehyung le dirigió la palabra, así que sonrió para suprimir su llanto y continuó consolándolo.

— Pero sé que ninguno de los dos regresará...

— Lo siento mucho, Taehyung.

La sangre de su pecho había manchado el colchón, pero de todas formas, era algo que solo ellos podían percibir; que solo las almas en pena podían sentir, pues el dolor era más intenso después de la muerte que antes de ella.

Érase una vez, un amante hechizado (Taekookgi) [Fin.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora