Capítulo 10: Últimos minutos en la Tierra

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Liam

El viaje pasó demasiado rápido. En nada ya estábamos en el Centro de Lanzamiento del Cohete, también conocido como CLC. 

-Venga, niños. Bajar ya de la furgoneta. -Creo que en el fondo nadie quería bajar: nos daba miedo. 

-¡Venga! ¡Que no tenemos toda la noche!

Ante su impaciencia, los cinco bajamos de la furgoneta a la vez. Después nos colocamos en una fila un poco desperdigada y seguimos a papá hasta un gran edificio gris. 

-¿Y el cohete? -Pregunté al fin, emocionado. Pero papá no contestó. De hecho, ni tan solo me miró. 

Lo seguimos durante unos cinco minutos por pasillos vacíos, hasta llegar a una sala gigante abarrotada de gente. 

-Esto parece un aeropuerto. -Comentó Aldara. 

Nos dirigimos a un mostrador con un cartel donde había escrito: "Familias". 

-Hola, buenas. -Empezó papá, mientras sacaba su cartera del bolsillo. -Venimos a la nave veinte-i-tres. 

-Claro, ¿código?

-Ah, por supuesto. Lilac.

-Perfecto, ahora necesito la documentación del adulto y los niños. Después tendrá que firmar algunos papeles... y finalmente les daremos las instrucciones. -Papá nos miró.

-Id a sentaros un rato. -Aldara se negó y no se movió del sitio, pero los demás le hicimos caso y nos dirigimos a los asientos que había en la sala. 

Puede que las intenciones de papá fuesen que no escuchásemos nada, pero si lo hacíamos: los asientos estaban demasiado cerca. 

-Bueno, -Prosiguió la recepcionista a la vez que nos señalaba uno a uno con el dedo. -usted tiene cinco hijos, ¿cierto? -Papá asintió. -Bien. Ahora necesito sus DNI. 

-Claro... -Sacó distintas tarjetas de la cartera y las puso sobre la mesa. 

-Muy bien... -La mujer pasó las tarjetas, una a una, por una máquina y después se las devolvió a papá. 

Más tarde, la recepcionista se agachó para coger unos papeles, los cuales colocó en la mesa. 

-Tiene que leer y firmar todos estos papeles. -Él cogió un bolígrafo y se preparó para firmarlos, pero la mujer lo detuvo. -Para empezar, le recomiendo que se los lea. -Puso una cara vacilona. -Que ya sabe que después hay sorpresas... y no los firme aún, que les tengo que dar cierta información. -Suspiró. -Que vengan los niños, por favor. 

Sin que nos dijeran nada, los cuatro nos levantamos y nos acercamos al mostrador. 

-Bien, en el cohete en el que vais a ir hay normas, ¿de acuerdo? Solo vais a comer cuando os den comida. Con el agua pasa lo mismo. Las maletas se quedan donde las dejan los trabajadores del cohete, que irán vestidos igual que yo. ¿Sí? -Parecía cansada de repetir todo el rato lo mismo. -Tenéis una, y repito, una, habitación asignada. La cuarenta-i-dos. -Le entregó un papel a papá. -Las camas no son las mismas que las de la Tierra, os enseñarán a usarlas más adelante. La comida también es distinta, pero igual de sana. Ah, y en los pasillos del cohete nada de juegos. Solo en las habitaciones de juegos, que por algo se llaman así. Esas habitaciones son la treze y la catorce.

-¿Y cuánto rato estaremos en el cohete?

-Esa información no la doy yo. 

Entonces sonó algo por los altavoces que había en el edificio:

-Por favor, los pasajeros de la nave veinte-i-tres deben entrar por la tercera puerta, donde de nuevo se les pedirá el DNI. Vayan entrando con orden. -Papá sonrió a la mujer y le dio las gracias. Después, seguimos las indicaciones del altavoz y llegamos a una especie de puerta metálica. 

-Esta es la entrada al cohete. -Dijo uno de los guardas que vigilaba la entrada. 

-¿De verdad? -Gritó Vera. -¡Qué ganas de entrar!

Pronto empezó a llegar más gente. Por suerte, nosotros habíamos llegado los primeros, por lo tanto, entraríamos primero.

Unos minutos más tarde, el guardia empezó a hablar:

-Bien, a continuación empezaremos a entrar a la nave, ¡con orden! Dentro ya están los pilotos y trabajadores. Ahora solo queda meter a los pasajeros. Vosotros, -Nos señaló con el dedo. -pasáis primero. Id a vuestra habitación y esperad a que venga alguien a informaros. ¡Lo mismo para los demás! ¿Me habéis entendido? 

El espacio se llenó de murmurios y el guardia dio por hecho que, efectivamente, lo habíamos entendido. 

El vigilante sacó de su bolsillo un manojo de llaves y abrió dos cerraduras de la puerta. 

-Venga, pasad. -Aldara y Heres pasaron primero, seguidos por Vera y yo. Papá se quedó al final de la fila con Lyra. 

Ya está, ya habíamos dado el paso que cambiaría nuestra vida. Habíamos dado el último paso en un planeta y ahora faltaba dar el primero en otro. ¿Sería nuestra vida mejor en otro planeta? ¿Echaría mucho de menos mi anterior vida? ¿Sería todo muy distinto?

-Habitación cuarenta-i-dos... -Dijo papá. -Buscadla, chicos. 

-A la derecha. -Dijo el vigilante, con una sonrisa radiante. 

-Gracias. 


Lyra

Avanzamos por un pasillo bastante largo. Las paredes eran oscuras y de ellas salían muchos tubos de distintos tamaños, que no sé por qué, me ponían los pelos de punta. Pronto llegamos a una habitación, la numero cuarenta-i-dos. "Es esta" pensé. 

Pero esa no podía ser nuestra habitación... porque ahí no podríamos dormir o comer. De hecho, no podríamos hacer nada. Porque no había nada, ni un solo objeto, que conociésemos.

-Eso de ahí, -Señaló papá. -son las camas. 

¿Cómo podían ser eso las camas? ¡Si solo eran unos sacos de dormir pegados a una pared!

-Lyra, sí que son las camas. -Papá me leyó los pensamientos. -Ahora no los necesitaremos, pero cuando lleguemos al espacio ya no habrá gravedad... y entonces... ¿Cómo decirlo? Volaremos por la nave. 

-¿En serio? -Exclamé. -¡Pensaba que eso solo pasaba en las películas!

-Bueno, puede que solo disfrutemos del hecho de poder volar un rato, porque dudo que los trabajadores de la nave quieran a gente sin experiencia volando por la nave. -Soltó una carcajada, aunque no entendí por qué. 

Me senté en un sillón de metal que había contra la pared. 

-Qué incómodo... 

Papá y mis hermanos se sentaron en los demás sillones a mi lado y se pusieron el cinturón. Yo hice lo mismo, aunque papá me ayudó. 

-Buenas noches. -Saludó una voz. Yo me giré hacia todas direcciones en busca de la persona que la emitía, pero entonces me di cuenta de que era un megáfono. -Bienvenidos y bienvenidas al cohete... dirección Lilac. Si desean saber por qué tiene este nombre encontrarán unos folletos detrás de sus asientos. El trayecto hasta el planeta será de unos ocho años. 

-¿Cómo? -Gritamos todos excepto papá. -¡No!

-Papá, ¿voy a pasar toda mi infancia en un cohete?

-Sí, pero valdrá la pena... recordad que es para salvaros. Solo unas doscientas-cincuenta-mil personas en todo el mundo han podido subirse a una de estas naves, así que recordad que sois unos privilegiados. -Puse los ojos en blanco y me apoyé en el sillón. 

Ahora solo podíamos esperar ocho años. 








Una sociedad caducadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora