Liam
El viaje pasó demasiado rápido. En nada ya estábamos en el Centro de Lanzamiento del Cohete, también conocido como CLC.
-Venga, niños. Bajar ya de la furgoneta. -Creo que en el fondo nadie quería bajar: nos daba miedo.
-¡Venga! ¡Que no tenemos toda la noche!
Ante su impaciencia, los cinco bajamos de la furgoneta a la vez. Después nos colocamos en una fila un poco desperdigada y seguimos a papá hasta un gran edificio gris.
-¿Y el cohete? -Pregunté al fin, emocionado. Pero papá no contestó. De hecho, ni tan solo me miró.
Lo seguimos durante unos cinco minutos por pasillos vacíos, hasta llegar a una sala gigante abarrotada de gente.
-Esto parece un aeropuerto. -Comentó Aldara.
Nos dirigimos a un mostrador con un cartel donde había escrito: "Familias".
-Hola, buenas. -Empezó papá, mientras sacaba su cartera del bolsillo. -Venimos a la nave veinte-i-tres.
-Claro, ¿código?
-Ah, por supuesto. Lilac.
-Perfecto, ahora necesito la documentación del adulto y los niños. Después tendrá que firmar algunos papeles... y finalmente les daremos las instrucciones. -Papá nos miró.
-Id a sentaros un rato. -Aldara se negó y no se movió del sitio, pero los demás le hicimos caso y nos dirigimos a los asientos que había en la sala.
Puede que las intenciones de papá fuesen que no escuchásemos nada, pero si lo hacíamos: los asientos estaban demasiado cerca.
-Bueno, -Prosiguió la recepcionista a la vez que nos señalaba uno a uno con el dedo. -usted tiene cinco hijos, ¿cierto? -Papá asintió. -Bien. Ahora necesito sus DNI.
-Claro... -Sacó distintas tarjetas de la cartera y las puso sobre la mesa.
-Muy bien... -La mujer pasó las tarjetas, una a una, por una máquina y después se las devolvió a papá.
Más tarde, la recepcionista se agachó para coger unos papeles, los cuales colocó en la mesa.
-Tiene que leer y firmar todos estos papeles. -Él cogió un bolígrafo y se preparó para firmarlos, pero la mujer lo detuvo. -Para empezar, le recomiendo que se los lea. -Puso una cara vacilona. -Que ya sabe que después hay sorpresas... y no los firme aún, que les tengo que dar cierta información. -Suspiró. -Que vengan los niños, por favor.
Sin que nos dijeran nada, los cuatro nos levantamos y nos acercamos al mostrador.
-Bien, en el cohete en el que vais a ir hay normas, ¿de acuerdo? Solo vais a comer cuando os den comida. Con el agua pasa lo mismo. Las maletas se quedan donde las dejan los trabajadores del cohete, que irán vestidos igual que yo. ¿Sí? -Parecía cansada de repetir todo el rato lo mismo. -Tenéis una, y repito, una, habitación asignada. La cuarenta-i-dos. -Le entregó un papel a papá. -Las camas no son las mismas que las de la Tierra, os enseñarán a usarlas más adelante. La comida también es distinta, pero igual de sana. Ah, y en los pasillos del cohete nada de juegos. Solo en las habitaciones de juegos, que por algo se llaman así. Esas habitaciones son la treze y la catorce.
-¿Y cuánto rato estaremos en el cohete?
-Esa información no la doy yo.
Entonces sonó algo por los altavoces que había en el edificio:
-Por favor, los pasajeros de la nave veinte-i-tres deben entrar por la tercera puerta, donde de nuevo se les pedirá el DNI. Vayan entrando con orden. -Papá sonrió a la mujer y le dio las gracias. Después, seguimos las indicaciones del altavoz y llegamos a una especie de puerta metálica.
-Esta es la entrada al cohete. -Dijo uno de los guardas que vigilaba la entrada.
-¿De verdad? -Gritó Vera. -¡Qué ganas de entrar!
Pronto empezó a llegar más gente. Por suerte, nosotros habíamos llegado los primeros, por lo tanto, entraríamos primero.
Unos minutos más tarde, el guardia empezó a hablar:
-Bien, a continuación empezaremos a entrar a la nave, ¡con orden! Dentro ya están los pilotos y trabajadores. Ahora solo queda meter a los pasajeros. Vosotros, -Nos señaló con el dedo. -pasáis primero. Id a vuestra habitación y esperad a que venga alguien a informaros. ¡Lo mismo para los demás! ¿Me habéis entendido?
El espacio se llenó de murmurios y el guardia dio por hecho que, efectivamente, lo habíamos entendido.
El vigilante sacó de su bolsillo un manojo de llaves y abrió dos cerraduras de la puerta.
-Venga, pasad. -Aldara y Heres pasaron primero, seguidos por Vera y yo. Papá se quedó al final de la fila con Lyra.
Ya está, ya habíamos dado el paso que cambiaría nuestra vida. Habíamos dado el último paso en un planeta y ahora faltaba dar el primero en otro. ¿Sería nuestra vida mejor en otro planeta? ¿Echaría mucho de menos mi anterior vida? ¿Sería todo muy distinto?
-Habitación cuarenta-i-dos... -Dijo papá. -Buscadla, chicos.
-A la derecha. -Dijo el vigilante, con una sonrisa radiante.
-Gracias.
Lyra
Avanzamos por un pasillo bastante largo. Las paredes eran oscuras y de ellas salían muchos tubos de distintos tamaños, que no sé por qué, me ponían los pelos de punta. Pronto llegamos a una habitación, la numero cuarenta-i-dos. "Es esta" pensé.
Pero esa no podía ser nuestra habitación... porque ahí no podríamos dormir o comer. De hecho, no podríamos hacer nada. Porque no había nada, ni un solo objeto, que conociésemos.
-Eso de ahí, -Señaló papá. -son las camas.
¿Cómo podían ser eso las camas? ¡Si solo eran unos sacos de dormir pegados a una pared!
-Lyra, sí que son las camas. -Papá me leyó los pensamientos. -Ahora no los necesitaremos, pero cuando lleguemos al espacio ya no habrá gravedad... y entonces... ¿Cómo decirlo? Volaremos por la nave.
-¿En serio? -Exclamé. -¡Pensaba que eso solo pasaba en las películas!
-Bueno, puede que solo disfrutemos del hecho de poder volar un rato, porque dudo que los trabajadores de la nave quieran a gente sin experiencia volando por la nave. -Soltó una carcajada, aunque no entendí por qué.
Me senté en un sillón de metal que había contra la pared.
-Qué incómodo...
Papá y mis hermanos se sentaron en los demás sillones a mi lado y se pusieron el cinturón. Yo hice lo mismo, aunque papá me ayudó.
-Buenas noches. -Saludó una voz. Yo me giré hacia todas direcciones en busca de la persona que la emitía, pero entonces me di cuenta de que era un megáfono. -Bienvenidos y bienvenidas al cohete... dirección Lilac. Si desean saber por qué tiene este nombre encontrarán unos folletos detrás de sus asientos. El trayecto hasta el planeta será de unos ocho años.
-¿Cómo? -Gritamos todos excepto papá. -¡No!
-Papá, ¿voy a pasar toda mi infancia en un cohete?
-Sí, pero valdrá la pena... recordad que es para salvaros. Solo unas doscientas-cincuenta-mil personas en todo el mundo han podido subirse a una de estas naves, así que recordad que sois unos privilegiados. -Puse los ojos en blanco y me apoyé en el sillón.
Ahora solo podíamos esperar ocho años.
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Una sociedad caducada
Adventure*Terminado* El cambio climático, las guerras, los conflictos políticos... son solo algunos de los miles de problemas que están presentes en este mundo. Están, pero también estarán. Por ese mismo motivo, esta familia ha tenido que tomar una decisión...