Amelia (Madre)
Hacía ya ocho años del día en que mi familia abandonó la Tierra.
El plan era que ellos me esperarían allí y que años después todos nos reencontraríamos en Lilac. Pero no fue así. En absoluto.
El día que quería volver de América del Sud a España, para desde allí coger un cohete hasta Lilac, cancelaron todos los vuelos a causa de la escasez de gasolina. Intenté subirme a distintos vuelos, pero antes o después los acababan cancelando. Y eso significaba que estaba encerrada en América.
Por suerte, allí vivían mis padres y me puede quedar con ellos. Pero cada día pensaba en mi familia: me preguntaba si ya habrían llegado al nuevo planeta, cómo estarían, cómo les iba todo...
Les echaba tanto de menos...
Cada día me costaba más el poder soportar todo lo que estaba pasando. Mi mente se estaba volviendo loca; entre bombardeos por las noches que me impedían dormir, ver a gente muerta a través de las noticias, y el no saber dónde estaba mi familia, era incapaz de hacer nada más que lamentarme.
Cada día tratábamos de sobrevivir:
-La escasez de alimentos afecta hoy a nuevos productos: la leche, el trigo y los huevos, productos de primera necesidad están hoy un ochenta por ciento más caros que la semana pasada. Hoy en día se están volviendo productos solo aptos para ricos. Les dejamos con publicidad y enseguida volvemos para contarles cómo ha sido el último bombardeo.
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-¿Cómo pueden seguir poniendo anuncios en esta situación? Nunca lo entenderé... Estamos en la tercera guerra mundial y no aprendemos. Al fin y al cabo, ¡así es como somos los humanos! -Dije, con cara de asco.
Entonces me vino a la cabeza uno de los pósteres que Aldara tenía en la habitación:
Este mundo no cambiará. Los humanos no cambiarán. Nada cambiará si nadie lo cambia.
Ese póster tenía tanta razón...
Entonces alguien ahogó un grito. Alarmada, me levanté del sofá y me dirigií a la cocina, donde mis padres miraban por la ventana.
-¡Ay, ay! -Gritaba mi madre. Mi padre, sin mirarme, me indicó que me acercara a la ventana con la mano. Yo obedecí rápidamente.
-¡No!
Un misil acababa de impactar contra un edificio dos calles atrás.
-¡Podrían atacar nuestro bloque de pisos! -Exclamó mamá. Yo me puse las manos a la cabeza, nerviosa.
-¿Qué hacemos? -Grité. Parecía que papá no sabía cómo reaccionar.
Me sentía tan impotente...
Entonces escuché una explosión tras otra. Me tapé los oídos con las manos, pero era inútil, el ruido era demasiado fuerte.
Entre las distintas explosiones que se oían, pude distinguir el sonido de una grieta.
-¿Qué... -Nunca pude acabar la frase, pues se empezaron a escuchar más grietas hasta que el techo se derrumbó sobre nuestras débiles cabezas.
Caí al suelo, pero aún no estaba todo perdido: por suerte, me había escondido bajo una resistente mesa. Pero no veía a mis padres por ninguna parte.
Noté que el corazón me latía con fuerza: no podía quitarme de la cabeza la idea de que mis padres hubiesen... no. No podía ser.
Las patas de la mesa empezaron a crujir, así que intenté soportar todo el peso del techo (ahora sobre la mesa) yo sola. Pero no pude.
Un segundo misil impactó sobre el edificio y todo el peso cayó sobre mí.
Mi cuerpo, ahora inmóvil, quedó atrapado bajo los escombros hasta que unos bomberos le rescataron. Nadie pudo hacer nada para salvarme la vida, ni a mí, ni a mis padres.
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Una sociedad caducada
Adventure*Terminado* El cambio climático, las guerras, los conflictos políticos... son solo algunos de los miles de problemas que están presentes en este mundo. Están, pero también estarán. Por ese mismo motivo, esta familia ha tenido que tomar una decisión...