Capítulo 11: La nave

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Aldara

Me adapté a las condiciones de vida en el cohete rápidamente. Mucho más rápido de lo que me esperaba. 

Hacía ya unos días que estábamos en el espacio, y las noches en unas nuevas "camas" eran movidas, pero en general todo fue bien. Al principio, la comida en bolsas me sabía mal, pero el gusto se me fue adaptando y ahora me parece comida tan normal como la que comía cada día en la Tierra.

He explorado el cohete en distintas ocasiones, y en cada una de ellas he descubierto alguna sala o cuarto nuevo e intrigante. El otro día, de hecho, fui pasillo arriba y abrí (sin permiso de ningún trabajador) una puerta muy pesada. Dentro me sorprendió ver que era una especie de mirador: había unas cuantas ventanas y cuatro o cinco asientos delante de estas. Me senté en el asiento del medio y miré las vistas durante más de una hora. Luego entró un trabajador y me regañó por haber entrado sin pedir permiso. 

Sin embargo, memoricé los horarios en que entraba alguien al mirador, y poco a poco fui aprendiendo cuándo debía entrar a la habitación para no ser vista. 

Ya habían pasado dos meses desde nuestra partida de la Tierra, y las cosas cada día eran iguales. Claro, que en la Tierra también había una rutina. 

Nos hacían levantarnos temprano, sobre las siete de la mañana. Después nos daban un breve aunque energético desayuno y nos dirigíamos a "Las salas de entrenamiento". Estas salas eran los únicos sitios de la nave donde a los viajeros no experimentados se nos permitía experimentar la ingravidez. ¡Y me encantó! ¡Fue impresionante, sobre todo la primera vez! 

El caso es que íbamos a esos cuartos a diario y allí practicábamos el vuelo, por si algún día llegásemos a necesitar saber volar. Allí también nos enseñaron técnicas de supervivencia que nos podrían servir en otro planeta. 

Aprendí muchas cosas sobre el planeta al que nos dirigíamos, ya que leí muchos folletos y los trabajadores me daban información (a veces confidencial). Aprendí, por ejemplo, que el planeta al que íbamos se llamaba "Lilac" por el color de su cielo. Pero, ¿por qué el cielo es de este color? ¡Pues me complace decirte que sé la respuesta! 

-El cielo será lila o púrpura por unos gases parecidos a la atmosfera. -Le expliqué a Lyra. 

Lyra... en estos últimos meses maduró mucho. Ya no parecía una niña de cuatro años. Ahora entendía las cosas, y si no lo hacía preguntaba sin dudar. 

Echaba de menos mi hogar, la Tierra, y mi antigua vida, pero en parte estaba muy contenta y aliviada de haber tenido unos padres tan previsores. 

-¡Niños! -Gritó papá un día, de repente. -¡Tenemos noticias sobre la Tierra! -Todos nos reunimos en nuestra habitación junto a papá, dispuestos a escuchar con atención cada palabra. -Vamos a ver... -Abrió un sobre de papel. -Este sobre me lo han dado los directores del cohete, y es una recopilación de datos que han llegado a través de los satélites que orbitan al rededor de... da igual. -Abrió un papel, anteriormente doblado por la mitad. -Lo leo en alto, ¿vale? -Todos asentimos, con entusiasmo. Él empezó a leer con una voz seria:

El pasado diez-i-seis de julio empezaron los bombardeos al rededor del mundo. Las primeras bombas nucleares cayeron por las zonas de: Rusia, Japón, América del Sud, Francia y otros países de Europa. En total llevan registradas más de seis millones de muertes, aunque bajo los escombros se sabe que hay muchos más cuerpos 

Hubo una breve pausa, hasta que rompí el silencio:

-¡Pero... pero mamá fue a América del Sud a despedirse de los abuelos! ¿Le habrá pasado algo? ¡Papá! ¡Tienes que hacer algo!

-Cariño, yo no puedo hacer nada... lo único que sé es que estoy más o igual de preocupado que tú. Y no voy a intentar consolarte... 

-Pues qué bien... 

-¡No he acabado! No voy a intentar consolarte porque yo también necesito consuelo. -Y siguió leyendo:

El equipo de esta nave está intentando contactar con la Tierra para que se nos informe de si ha habido muertes de amigos cercanos o familiares de los tripulantes del cohete. De momento, se han detectado cuatro fallecimientos:

-Sofía Pascual, hermana de Marta Pascual. 

-Mariona Gómez, mujer de Eric Ramírez. 

-Clara Moreno, hermana de Adrián Gil. 

-Carla López, hija de María López. 

Todos suspiramos; por suerte, ni mamá, ni los abuelos, ni ningún amigo había muerto, o al menos habían registrado su muerte.














Una sociedad caducadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora