─── m. two

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Había llegado el día

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Había llegado el día.

Hoy Ning Yi Zhuo ocuparía residencia en su apartamento y se convertiría en alguien más de su día a día.

Karina no quería admitirlo.

Se reprimía a si misma llamándose egoísta por el simple hecho de renegar a aquella amiga de la japonesa.

Yi Zhuo era una persona enferma, en busca de un lugar donde pudiese respirar aire puro. Solo eso. O por lo menos eso fue lo que le transmitió lo expresado por la castaña en días previos.

Ya no había vuelta atrás.

Mientras se mantenía inmersa en sus pensamientos, veía la TV. Varios toques en la puerta le hicieron reaccionar, dejando su posición de reposo para abrir la puerta y encontrarse con quien supuso y era ella.

Una chica bajita, de ojos grandes y bonitos, cabello dorado y tez clara. Con dos maletas, una en cada mano.

—¡Buenos días! Soy Yi Zhuo, es un gusto conocerle. Es esta la casa de Aeri-ssi, ¿verdad?

Karina tuvo unas inmensas ganas de decir que se había equivocado de número de apartamento. Pero reaccionó en aquel momento, debía mantener la compostura.

—Si, claro, ella se encuentra en su habitación. Yo soy Karina, mucho gusto. ¿Quieres que te ayude con tus maletas?

La más bajita asintió luego de negar una primera vez, y Karina llevó una de las maletas al cuarto de Aeri, la otra permanecía en la sala de estar, pues ambas contaban con un gran peso, y Karina prefirió llevarlas de una en una, al ser solamente dos maletas.

Ahora, Ning se quedaría en aquel cuarto, aquel en el que un principio Aeri estaba sola y este momento compartiría. Mientras tanto, Minjeong y ella eran compañeras de habitación, como siempre.

—¡Aeri-yah! tu amiga, Yi Zhuo, ya está aquí —le informó a la japonesa, mientras dejaba ambas maletas sobre la cama. —Ahí están sus cosas.

—Gracias unnie. —dijo la japonesa dejando un beso en la mejilla de la más alta y salió hacia la sala de estar, lugar donde se encontraba la china.

A ellas se unió Minjeong, quien por su parte, se encontraba también en su habitación. Las cuatro chicas se reunieron en la sala, para ser testigos de la llegada de una nueva compañera al apartamento.

Ning y Uchinaga, se saludaron de manera cordial, tras un largo tiempo, que bajo las expectativas de Karina y Minjeong, esperaban algo más de unas amigas "cercanas" .

Quizás, un abrazo.

Luego de unos segundos Aeri dedicó a mirar el rostro de Ning, verificando que todo estuviese bien.

—¿Como te has sentido en estos últimos días? —le pregunta y la china suspira.

—Las crisis han disminuido, sin embargo, estaba segura de no poder soportar ni un minuto más en aquel distrito. Había una contaminación inmensa.

Ahí fue cuando todas entendieron que la mudanza de Yi Zhuo se basaba más allá de la necesidad que de cualquier otra cosa. Karina se sintió mal. Había juzgado a una persona sin ni siquiera saber de sus padecimientos o sus necesidades

Se sintió identificada. Ella también era una persona enferma, aunque, a diferencia de Ning, no todos lo sabían de su padecimiento.

—Es un gusto conocerte. Yo soy Minjeong.

—El gusto es mío, Minjeong. —replicó.

—Bueno, solo esperamos que pases un buen rato con nosotras. —sentenció Karina, mirando a sus ahora tres compañeras de apartamento. —¿Quieres hacer algo en específico?

—Creo que ahora no es el momento indicado unnie, Yi Zhuo está cansada. De seguro ahora solo quiere descansar ¿verdad?

La china asintió con cansancio, agradeciendo posteriormente a la de mechas azules con una pequeña sonrisa, y se dirigieron a la habitación, la rubia, Aeri y Minjeong, esta última, que ahora llevaba la restante de las maletas de la nueva inquilina.

Karina se quedó sola en la sala de estar.

Con las palabras en la boca.

Toda la atención se había desviado hacia la forastera, —como era lo normal— y ahora sentía que para sus amigas, lo único importante era la llegada de la rubia.

Dejó de prestar atención a aquello, definitivamente, centrar sus pensamientos en aquel tema no le traería nada bueno. Era parte de un proceso lógico aquello que pasaba. El recibimiento de Ning por Uchinaga era algo de lo que no debía preocuparse, sin embargo, sabía que no debía haberse quedado allí, y tenía que haber buscado en que ayudar a la bajita, para que su llegada hubiese sido más amena.

Lo que tranquilizaba parcialmente los pensamientos de Karina era la responsabilidad que habían asumido sus dos menores ante aquella situación. A Yi Zhuo no le faltarían personas que se preocupasen por su estado.

O eso pensaba ella.

Dirigió su vista hacia el reloj de la sala de estar, ya era hora de su tratamiento.

Camina con pasos lentos hacia la habitación que comparte con la pelicorta, —quien ahora mismo no se encuentra en el lugar—. Al entrar, cierra la puerta con cerrojo, como de costumbre, —todos los días— al llegar la hora de tomar el medicamento. Su usual excusa es "haberlo cerrado por accidente" o justificarse diciendo que era una costumbre étnica de ella.

Pero a decir verdad, muy pocas veces solía tener que dar explicaciones a sus compañeras de apartamento, pues estas, no solían prestar mucha atención a su vida privada, lo cual agradecía.

Busca sus pastillas, perfectamente ocultas en una caja dentro de lo que se supone son sus herramientas de trabajo. Toma su dósis acompañada por un vaso de agua y las vuelve a guardar.

"Literalmente nada ha pasado".

Entonces lo recuerda y mira su calendario. Dentro de dos semanas tiene una cita médica con su psiquiatra, una cita que determinará si reducen su tratamiento a la mitad de una pastilla, la menor dósis que un paciente de dicha enfermedad ha de consumir. Luego de eso la dósis no se podrá reducir más. Se supone que su tratamiento es de por vida; pero incluso así, se sentiría feliz, pues eso le da la certeza de que poco a poco, ha ido avanzando.

Pero aquella felicidad no duraría mucho.

Karina no lo esperaba. No fue capaz de imaginarlo.

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ㅤㅤ𝗆𝗎𝗋𝖽𝖾𝗋𝖾𝗌𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora