Susana

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Tres años atrás:

Susana Marlow terminó de abrir sus ojos, con mucha dificultad, tenía los parpados pesados y solo lo estaba haciendo porque los rayos del sol le estaban quemando literalmente el rostro.
Pero lo que sin duda, la acabó de despertar es el saber qué: algo no estaba bien.
Se incorporó violentamente en la cama, haciendo que la pesadez en su cabeza se le hiciera más intensa. Estaba en su habitación. Todo bien por ahí. Pero cuando alcanzó a ver sus propias ropas tiradas por todo el suelo es que se dio cuenta de que las cosas no estaban tan bien como pensaba, más cuando notó algo inusual durmiendo apaciblemente a su lado.
Susana casi se infarta al percatarse de aquello y la culpabilidad terminó de hacer mella en ella cuando notó que tenía fluidos resbaladizos saliendo de su entrepierna.

  Había ocurrido

Había dormido por primera vez con un hombre.

Y no hubiera estado mal si ese hombre hubiera sido Terius Grandchester, su prometido de hace años.

Pero el hombre que dormía allí no era él.

Podía notarlo por la contextura morena de la piel del hombre que roncaba como si el mundo fuera suyo. Por eso y porque sabía perfectamente que Terius no estaba en la ciudad.
Se había acostado con Damián, un ex compañero de teatro.
Ya consciente de su temible situación, Susana se hizo como pudo con una sábana que pudo rescatar y que no se veía tan sucia y salió huyendo al baño de su habitación.
¿Cómo pudieron acabar las cosas de esta forma?
¿Cómo había sido capaz de romper sus votos a su prometido?
Karen Kleiss quizá tenía razón, y en verdad era una zorra sin remedio. Pero pensar en esa chica era lo que menos le preocupaba. ¿Cómo se supone que vería la cara de Damián luego de haber compartido una noche como ésa?
Los sensibilizados senos de Susana eran testigos de ellos. Su amante, literalmente los había devorado la noche anterior. No recordaba con exactitud la cantidad de veces que él le había hecho el amor, de todas las formas posibles, teniéndola abajo, subiéndola, poniéndola en cuatro patas. En verdad que ese estúpido la había zarandeado como muñequita y como si no pesara nada. Y ella podía ¡recordarlo todo!, todas las malditas imágenes se le agolpaban en la memoria con una terrible nitidez, así que tampoco podría aducir demencia.
Susana siguió lavándose la cara.
Ni siquiera habían bebido tanto. ¿Cómo es que había pasado?
Anoche había sido el cumpleaños de Karen, su eterna rival y amiga, con quien habían festejado una pequeña fiesta por su cumpleaños 23.
Terius, el novio de Susana no iba a estar presente, por encontrarse en una gira gracias al estreno de Hamlet.

Había corrido bebida y una deliciosa comida, pero aun así Susana se había contenido de beber como hubiera querido, por ser la anfitriona de la casa donde se realizaba el pequeño encuentro. Una casa que manejaba sola; ya que su madre no estaba en la ciudad por esos meses porque era la utilera de la misma gira de su prometido, así que: estaba la mayor parte del tiempo ausente y su tía, que estaba de encargada coincidentemente iba a salir a cenar afuera esa noche, eso le daba libertad para organizar ese tipo de encuentros.
No obstante, nada justificaba que hubiera tenido semejante acostón con Damián. Nada lo ameritaba. Ni siquiera la espera en la que Terius la mantenía hasta su boda; Salvo que ayer era la primera vez que tuvieron oportunidad de "departir" e intercambiar algunas palabras... Karen lo había traído obligado para que fuera su chofer asignado.
Imágenes de la madrugada vinieron a su mente, y eso pareció devolverla a la realidad, y más cuando sintió un carraspeo desde el cuarto. Evidentemente Damián había despertado. ¿Cómo se suponía que debía tratarlo ahora?
Ese hombre le había hecho el amor toda la maldita noche; claramente no era algo menor, y menos en alguien como ella que se había guardado virgen para el matrimonio. 
  ¿Porque eso era, no?
Se apresuró en asearse y salir. Era una mujer adulta y no tendría más que asumir lo que había hecho, pero sus buenas resoluciones se desvanecieron cuando Damián, que tenía colocados apenas unos calzoncillos pasó por su lado, rumbo al cuarto de baño, sin hablarle, y sin siquiera saludarla.
Menos la miró.
Además de moverse como si estuviera en su propia casa.
Susana no lo entendía, pero aprovechó y se apresuró en vestirse; mientras el hombre estaba en el baño. No sabía si lo mejor era salir y preparar el desayuno o quedarse y hablar del asunto.
No sabía que hacer pero al final lo terminó resolviendo a la fuerza, cuando oyó la puerta abrirse y a Damián, saliendo con una toalla al cuerpo. Se había tomado el tiempo para ducharse y todo.

La joven estaba parada en el medio del cuarto y  se volteó cuando él descaradamente se quitó la toalla y empezaba a vestirse como si ella no estuviera ahí.
Esta indignación hizo que Susana cobrara valor para hablar.
─Damián; sobre lo que pasó
─Fue un simple revolcón ─ respondió el moreno abrochándose sus pantalones, con una serenidad pasmosa.
─ ¿Eh?
─No esperarás que luego de esto: yo dejara mi vida o te hiciera dejar tu relación con ese imbécil de Grandchester─ agregó el moreno ante la sorpresa súbita de la muchacha.
O sea ella sabía que el hermano de Karen era un arrogante y sardónico, pero no imaginaba que su insensibilidad llegara a tanto.
─ ¡Eres un cerdo!
─Lo soy ─ respondió él, y luego mirándola con sus ojos zarcos pretenciosos, añadió ─.Pero vaya que te gusté.

Susana le terminó arrojando una almohada de la indignación. Ese chico era capaz de sacarla de sus casillas con un simple par de palabras. Fue como si su sentido común le hubiera vuelto y con ello, recordado el motivo por el cual nunca pudo fijar algún tipo de amistad con este sujeto.
  ¡Porque siempre había sido un bastardo mordaz!; y empeorado con los años.
Terminó yendo a la cocina y a la primera que vió fue a, su tía Claudia, que también fungía como ama de llaves de la casa. ¿Qué hacer con ella para que no viera a Damián bajar del cuarto?; de hecho nada justificaba que un hombre que no era su novio hubiere pasado la noche en su casa.
La vieja no era tonta, obvio que se daría cuenta que ella había estado en situaciones no sanctas con ese imbécil de Damián. Podía pasar que se lo contase a su madre o peor que se lo contase a Terius, provocando una hecatombe sin igual.
Claudia ya le había servido el desayuno, pero ella no podía prestar la adecuada atención, porque más ocupada estaba mirando no ver que ese sinvergüenza de Damián bajara y no la arruinara ante los ojos de Claudia.
Pero pasaron los minutos y el muy bobo jamás bajó. Era extraño. ¿Qué se podría haber quedado haciendo allá arriba?
¿Acaso ese chico era peor de lo que pensaba y quizá era algún tipo de pervertido que le encantaba hurgar entre las ropas interiores de las mujeres?, era Damián después de todo.    Quien decía que no lo fuera.
Sorprendiendo a Claudia, dejó su taza y salió pertinazmente con su bastón, rumbo a su cuarto a ver qué era lo que demoraba tanto al joven.
Grande fue su sorpresa al no ver a nadie. Buscó sigilosamente en los otros cuartos, pero nada. Se veía que había salido cuando nadie lo vió. Pero de una forma tan silenciosa, ya que ni ella pudo percatarse.
Susana se llevó una mano al pecho.
¡Menos mal! porque temía que ese chico le hiciera una escena frente a Claudia.
Salió a continuar con su desayuno. Tenía mucha hambre, por cierto.
Era verdad que la noche anterior había agotado todas sus energías.
¡Estúpido Damián!

Terence Grandchester, la historia definitiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora