Susana 2

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Tres años atrás:
Habían pasado casi tres horas desde que Susana recibiera una llamada inesperada de aquel hedonista de Damián, que simplistamente le informaba que pasaría a cierta hora y que nada más lo esperase allí con sus piernas abiertas para él, de forma grosera, siendo que esa mañana ni siquiera había querido hablar.
Como si ella simplemente debiera hacer lo que él diga. Dispuesta y sin cuestionamientos Es por eso que ni siquiera había respondido. ¿Pero que podría responder si él no preguntaba nada, solo informaba?
¡Qué granuja!, y ella más desgraciada aun por no tener el valor suficiente de responderle ese grosero mensaje.
Pero la verdad es que ella no tenía moral para ninguna recriminación.
Pero por lo visto ni un regaño de su mamá sería suficiente. Tenía que ver cómo acabar con esto. Esperaría a ese desgraciado, pero no con las piernas abiertas como ese degenerado le había dicho, sino para tener esa conversación que no pudieron aquella mañana. Tenían que dejar claro unas cosas.
  Ella era novia de Terry, y muy próximamente su esposa, esto no podía seguir.

─Mira, no sé qué has estado pensando, pero tú y yo tenemos que hablar ─ le había dicho Susana haciéndole entrar, sin esperar ni por un momento que él la tomaría por atrás, hundiría su cabeza en el níveo cuello de ella, aun con marcas de la vez anterior, y que él estaba deseoso de volver a marcar. No había podido pensar otra cosa luego de haber tenido a Susana vibrando entre sus brazos. Por eso le había escrito ese mensaje, aunque ella se opusiera al final terminaría cayendo. Él había notado que Susana era una hembra que necesitaba atención de un hombre.
  Por unos segundos ella intentó resistirse, ante lo cual al final probablemente Damian hubiera cedido, porque él no era de esos tipos que violaban mujeres, pero como él mismo previno, Susana terminó cediendo al no poder resistir su aliento en el hueco de su cuello, y esas manos que apretaban sus senos con firmeza, no como si fuera una muñequita de cristal, sino como una mujer de carne y hueso con sangre caliente como toda que se precie.
  ─Espera....tenemos que hablar ─quiso balbucear ella
  Pero las cartas ya habían sido echadas allí mismo, ya que atrevidamente él despejó el mesón de la cocina, para tirarse encima de ella, y acometerla sin mucho miramiento ni preparación, haciendo que ella casi gritara allí mismo.
  Ella nunca antes había hecho tal cosa ─lo de hacerlo en una mesa─ pero él no tuvo ningún tipo de vergüenza en hacerlo. Y se aseguró de apretarla para que ni se le ocurriera la mojigatería de escapar.
  Cuando acabó minutos después, dentro de ella, haciéndole remojar con néctar de sus paredes internas, fue que habían caído cansados sobre el mesón, uno al lado de otro.
  ─Esto es un error ─ murmuró
  ─Si, pero es divertido ─ respondió él mirando el techo, aun tembloroso por el intenso orgasmo.
  ─ ¿Por qué viniste? ─preguntó ella
  ─Pues para hacerlo ¿para qué más?, tenía que acostarme contigo ¿acaso has olvidado lo que estuvimos haciendo? ─respondió él como si nada
  Susana enrojeció al oír la directa y descarada respuesta. Nunca antes había hablado directamente con alguien de esta manera. Y si bien ella conocía a Damián de siempre, por ser el hermano mayor de Karen no podía decir que lo conocía propiamente dicho. Por eso, todo esto era una aventura
  Susana se incorporó finalmente bajándose la blusa y acomodándose la falda.
  Él hizo lo mismo, pero no se puso la remera. Como si no tuviera intenciones de irse a ninguna parte.
  ─Oye ¿Qué haces? ─le apuntó al verlo abrir la nevera
  ─Quiero algo azucarado. Después del sexo me gusta ─respondió como si nada
  ─Tú te vas ahora mismo. Tengo suerte que mi tía no oye nada y mi madre no está, pero tú no puedes quedarte ─esgrimió horrorizada ante la idea de que él no quisiera irse o peor, volviera a querer tener sexo y ella no pudiera resistirse. De por si al asunto era una locura
  Damián no parecía oírla, ya que justo había encontrado una botella de jugo.
  Solo cuando hubo acabado con él, miró desdeñosamente Susana.
  ─No, no se me pega la gana irme en este momento.
  ─Tiene que darte la gana ¡por dios!, tengo novio ─respondió
  ─Nadie te lo recrimina. Ya te había dicho que no me meto entre tus piernas porque espero casarme contigo. Lo hago porque es divertido ─caminando pasos hacia ella que había quedado paralizada, y hablándole en su oído─. Además sé que tú no podrías resistirte.
  Ese susurro con aquella voz aterciopelada; en el cuello de ella, aunado de un aliento que casi la hizo derretir allí mismo, hizo que perdiera las palabras o regaños que ella podría decirle.

¿Cómo un hombre podía tener tanto dominio sobre ella por causa de su poder sexual?
  Hace días no se hablaban mucho, solo lo básico y necesario que implicaba ser hermano de Karen.
  De hecho la joven ni siquiera esperaba que viniera a la pequeña fiesta que le habían hecho.
  Cuando se estaba dando cuenta, ya Damián la había cargado para llevarla al cuarto y volver a comenzar lo que habían acabado de hacer.
Semanas después... Susana, a quien la culpa de estar acostándose con Damián desde hace dos semanas venia carcomiéndola como nunca, este tipo de situaciones se le hacía tremendamente incomodas. Temía que alguien supiera algo.
  ─Dime ─autorizó
  ─ ¿Por qué no viniste con tu mamá a la consulta del ginecólogo?, yo no tengo problemas de venir contigo, pero convengamos que es tu mamá ─lanzó una mujer, quien de por si estaba extrañada de la llamada de Susana.
  El motivo oculto de Susana era simple. Si su mamá venía con ella, la iba a descubrir. La señora era demasiado inteligente y perspicaz de que venía al ginecólogo no al traumatólogo.
  ¿Cómo podría pasar eso si Terry hace tiempo que llevaba ausente?, la respuesta sería más obvia e implicaba que Susana había roto su promesa de castidad.
Hubiera sido un escándalo terrible, Susana prefería evitarse eso y llamar a la confiable de Paula, que al menos no estaba interesada en esos detalles. Paula era su otra amiga del teatro, pero no al nivel de Karen; mucho más tranquila y discreta, y por sobre todo, no era hermana del hombre con quien se acostaba en secreto ni tampoco la amiga que estaba enamorada a viva voce de su propio novio.
  Como sea ya estaba en eso, y era algo necesario. Tenía que hacerse este procedimiento de urgencia si no quería salir embarazada sin quererlo y más de alguien que no era su novio.
  De hecho si quedaba no podría culpar a Terry que llevaba tiempo lejos y ellos nunca se habían acostado.
  Pero es que el asunto con Damián no podía evitarlo ni resistirse. Era como píldora ansiosa y obsesiva. Casi ni hablaban y si lo hacían eran para señalarse cuestiones propias de las salvajes folladas que tenían; sus encuentros eran puro sexo. Damián nunca le había mencionado que fuera otra cosa.
  Y no se habían detenido con probar todos los rincones de la casa de Susana cuando los ojos vigilantes de su tía no se perfilaban, lo habían hecho en el baño de un bar nocturno donde se habían encontrado en secreto, lo habían hecho en la playa durante la noche, sobre las rocas del bosque que estaba a pocos kilómetros de su barrio e incluso Damián había sido tan desvergonzado de meterla en su sala cuando Karen y sus padres estaban fuera para tomarla allí mismo sobre la alfombra. Recordaba con sonrojo; que había estado algo ebria, y el muy sinvergüenza había aprovechado para meterse por su puerta trasera. Menos mal, tenía cierta experiencia en sexo anal; o de lo contrario aquella aventurilla sobre la alfombra le hubiere costado el poder caminar de forma correcta por bastante tiempo.
  Era algo adictivo, tanto para él y para ella.
  Pero igual no dejaba de ser peligroso. Pero eso en vez de quitarles ganas, le añadía emoción a sus secretas actividades.
  Él no parecía sentir culpa alguna, pero Susana no se sentía bien con el asunto cuando lo pensaba. Más cuando leía cartas de Terry, o veía los telegramas que éste le mandaba desde donde estaba.
  Y ella aquí siéndole asquerosamente infiel
Y ella aquí recibiendo los resultados
  Y ella... ahora, embarazada...

Terence Grandchester, la historia definitiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora