Capitulo 2

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—10 días para navidad—

Hay un desorden en mi cuarto ¿sabían? No me gusta limpiar, a pesar de que tengo un compañero de cuarto no me esfuerzo ni por levantar un pedazo de papel del piso. Por eso Matt casi nunca pasa tiempo conmigo en la habitación, dice que es un asco, pero yo creo que es artístico. Pero bueno, como yo no limpio y Matt tiene un nene consentido, que obviamente no soy yo, es Gus. Pero Gus me quiere mucho así que cuando puede viene a limpiar mi cuarto. Dirán: Que irresponsable. Pero es que no tengo tiempo de limpiar, además, limpiar implica sacar polvo y eso activaría mis alergias las cuales me llevarían a un hospital, específicamente al área de urgencias y ¿qué hay en urgencias? Muerte.

Mucha gente muerta. Sí, sí, sí. Ahí es donde los espíritus abandonan sus cuerpos porque están hartos de vivir, obvio. El mío aún no está harto de vivir así que no limpio para no ir a urgencias donde los espíritus entran en depresión y dicen: Hasta aquí llegue.

Volviendo al tema de los nenes consentidos, Gus es el nene de Matt, pero yo soy el nene de la casa. Así es señores. Mamá me quiere mucho. Me quiere más que a mi hermana, duh, ella ya es una vejete que se olvida que el rojo y el rosa no son el mismo color, suenan igual, pero no. Como decía, Mamá tiene una nena consentida que soy yo, y como me ama mucho me mando algunas cosas para mi clase de artes. Por eso estoy en la paquetería esperando a que a alguien le surjan las ganas de atenderme, me siento rechazada, olvidada, despreciada y congestionada. ¿Acabo de enfermarme? Oigan no. Pegan feo las enfermedades. Voy a terminar en urgencias rogándole a mi espíritu para que no se vaya.

A mi lado se para alguien más, es mucho más alta que yo así que siento como si fuera una hormiga al lado de un oso. Pero puedo ser pequeña de estatura, pero mi personalidad y mi corazón rebasa a todos aquí. Ah, viste. Siento como si estuviera siendo vigilada, así bien feo de que te acosan de lejitos. Me volteo y resulta ser la tipa que esta parada al lado de mí.

Me mira.

La miro.

Me reconoce.

Yo no tengo idea de quién es.

Me sonríe.

Me dan ganas de salir corriendo.

—Tú otra vez, ¿cuándo voy a poder deshacerme de ti? — Bromea, pero les juro que no tengo ni idea de quien esta tipa, pero... ¡No tiene por qué decirme eso ni que fuera insoportable! ¡Mi compañía la adoran mucho, maldita malagradecida!

— ¡¡Nadie te dijo que hablaras entonces!! — Grité impulsándome hacia arriaba para alcanzar a rebasar su altura, pero la extraña es una jirafa. No mames, ¿qué pedo? — ¡Tú mami debió ser zoóloga ¿no?!

—...De hecho, lo es. — Dejé de saltar y me hice para atrás. ¿Y a esta que le pasa? — ¿Qué haces aquí nutria? — Eso lo he escuchado en alguna parte, pero no sé dónde. Solo hay una persona que insulta de esa manera tan decepcionante.

— ¡Ah, ya sé quién eres! — Exclamo señalándola con el dedo sin pavor, y ella me mira con su frente arrugada, más de lo que ya la tiene, duh. — ¡Amity!

—... ¿No te...acordabas de mí?

— ¡No! — Sonrío. — ¡Pero ya me acordé, yo estaba enojada contigo porque casi me ahorcas en la calle! — Por un momento olvidé de que estábamos en un lugar público y ahora todos miran a Amity con malas caras. ¿Qué? ¿Por qué la miran así? Ya sé que no tiene la cara más bonita, pero no tiene por qué ser así. Amity se inclina hacia mí y me dan ganas de golpearla porque cuando alguien es de baja estatura por nada en el mundo tienes que inclinarte.

¡Eso le hace darse cuenta de que jamás llegara a la estatura adecuada para subirse a la montaña rusa!

— ¿Qué me ves imbécil?

Belaya Luna | Lumity | •Adaptación•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora