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—bien, ¿Nos acomodamos de una vez?—preguntó Finlandia.

Los cinco presentes asintieron.

—¡Esta cama es muy suave!—gritó el malgache desde una habitación.

—Veo que Madagascar ya eligió su cama.—dijo Nueva Zelanda con una risita.

—Ya veo....

El grupo recorrió la casa, buscando que cada uno eligiera su cama y con quién compartiría habitación, quedando;

-Madagascar y Corea del Norte.
-Sudafrica y Paraguay.
-Mexico y Emiratos.
- Finlandia y Nueva Zelanda.

—Bien, ya todos estamos acomodados. —dijo el emiratí con una sonrisa.—buenas noches.—entró a su habitación y se tiró a su cama.

—¿Y este? Son como las ¿Que? ¿2 de la tarde?—dijo el paraguayo.

—Bueno, en su territorio son ocho horas de diferencia con respecto a aquí. Osea, son como las 10-11 de la noche.—explicó el neozelandes.

—Oh...

El estómago del finlandés “rugió”, haciendo que este se sonroje de la vergüenza.

—Veo que no soy el único que tiene hambre.—dijo el sudáfricano con una sonrisa.

—pues vamos a comer, que luego se me mueren de hambre y a ver qué cuentas le entrego a ONU.—dijo el mexicano.

Los presentes rieron.

—Mex, si el millonario y el lemur no se han dormido, corré a invitarlos a comer.—ordenó el paraguayo.

—Voy...

—Tu ve y nosotros vemos que comemos.—explicó el zelandes.

—Seh, pero apura, que si no va a comer él, podemos comer algo de carne roja.—dijo el paraguayo.

El mexicano asintió y entró a la habitación que compartiría con el emiratí.

—Wey...—esperó una respuesta, que no llegó.—...¡Wey!—"grito" susurrando.—aún no había respuesta.—...inche wey, ya se fue con morfeo....¡Emiratos!

—¿Que necesitas?—preguntó el menor tras él.

—¡Asupinchimad-! —el mexicano volteó.—crei que estabas acostado en la cama.

—Pues no...¿Y bien?

—Ah , si, ¿Quieres algo de comer?—preguntó con una sonrisa nerviosa.— que pendejo estás Estados Unidos Mexicanos...—pensó

uh? Oh, no gracias, voy a dormir un rato —respondió con una sonrisita.

—Vale, a ver si no te despierto cuando entre.—dijo el mexicano saliendo de la habitación.

—Intenta que no, porque soy capaz de tirarte lo primero que encuentre a la cara.—dijo mientras se sentaba en la cama.

México sonrió y salió de la habitación, no sin antes decir: «Descansa». Cerró la puerta con cuidado y caminó a la cocina.

—¿Y que te respondieron?—dijo el norcoreano.

—Ah, dijo que no.

—¿Cuál de los dos dijo que no?—preguntó el finlandés mientras buscaba en sus celular alguna idea para comer

—...¿Tenía que preguntale a los dos?—preguntó el mexicano nervioso.

—...Vos sos o te hacés?—preguntó el paraguayo.

—...Se me olvidó wey... Emiratos dijo que no.

—Bien, yo iré a preguntarle a Madagascar si no quiere algo de comer.—dijo el norcoreano caminando a la habitación que compartiría con el malgache.

—Vale.—respondió el finlandés

—¿Y que eligieron de comer?—preguntó el mexicano sentándose en uno de los sillones que había en la sala.

—Aún nada.—respondió el sudáfricano.

—oh-

Mientras tanto, el norcoreano abrió lentamente la puerta de la habitación, encontrando a un malgache acostado en su cama, la cuál era la cama de arriba de una litera, mientras veía el celular.

—H-hola.—saludó el asiático al entrar

—eh? ¡Ah! ¡Hola, Corea!—respondió.—¿Necesitas algo o solo venías a descansar?—preguntó con una ligera sonrisa.

—Bueno... venía a preguntarte si querías algo de comer.—preguntó jugando con sus dedos.

Al malgache le pareció tierno la acción del asiático.— Seh, hace hambre. —dijo bajando de la cama superior.

Ambos países caminaron hasta la cocina.

—¿Ya decidieron que vamos a comer?—preguntó el malgache

—eh...¿Comen... Pollo frito?—preguntó el zelandés, mientras sostenía el celular.

Madagascar y Corea del Norte se miraron, para luego responder “Sehh

—que bueno, porque ya habíamos pedido.—respondió.

—¿Alguien que me acompañe por algo para tomar a la tienda?—dijo el mexicano.

—yo estoy muy cansado para camina hasta allá.—exageró el finlandés.

—no seas dramático...yo me quedó, por si llega el pedido.—respondió el zelandés.

—Yo ahora no tengo ganas de caminar.—se excusó el sudáfricano

El malgache corrió a encerrarse al baño.—¡Estoy ocupado!

—Yo sigo molesto por hacernos caminar más de lo debido.—dibo el paraguayo

—Yo...yo...

—No wey, te chingas, ahora me acompañas.—dijo prácticamente arrastrando al norcoreano.

Ambos salieron de la casa. El norcoreano no sabía a dónde debía ir, así que solo siguió al contrario.

—¿Cómo sabes que es por aquí?—preguntó

—Facil, el gringo me ha traído por estos rumbos...

—Oh, ya veo...

Unos minutos después llegaron a la tienda,pero no sabían que  iban a llevar, el mexicano no tenía el número de ninguno de los otros, y el norcoreano nisiquiera tenía celular.

—valimos.

—¿Crees que les guste...esta cosa?—preguntó sacando una Coca-Cola

—¿Eh? No sé...hay que llevarla, sino nos regresamos.

Pagaron y se fueron de regreso.
Al llegar tocaron a la puerta, y el malgache abrió.

—Hola...—saludó el norcoreano.

—Hola! Otra vez...¡Pasen!

Ambos pasaron, luego de que el Africano se hiciera para atrás, permitiendo que los otros pasarán.

,—¿Ya llegó la comida?

—Nah.—respondió el finés.

Los presentes solo esperaron el pedido mientras hablaban, vaya, ¿ya tan rápido se tenían confianza?

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Ocho Pendejos Tratando De Convivir | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora