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  Eran las nueve de la mañana del viernes. El grupo está en silencio mientras comían. La mayoría solo pensaba, en el caso del coreano se había desconectado del mundo cinco minutos.

El paraguayo suspiro.—¿Soy el único al que le parece aburrido el día de hoy?—preguntó.

—No... A mí también me parece aburrido.—le respondió el emiratí.

—igual...—dijo el sudáfricano.

—Por no se cuántos.—dijo el malgache.

—...Deberiamos hacer algo.—dijo el finés.

—¿Cómo que?—preguntó el Norcoreano cuando regreso de su trance.

—No tengo idea—contestó el malgache.

  En ese momento llegaron el zelandés y el mexicano corriendo.

—¡Wey, weyes!

  Todos voltearon hacia los recién llegados.

—¿Qué pasa, Mex?—preguntó el emiratí

—Eh...Solo decirles que...—el zelandés se quedó callado.— Bueno...Ya no hay una televisión...

  Los que estaban sentados en la mesa se quedaron en shock.

—¿¡QUE MIERDA PASÓ!?—Preguntó el paraguayo.

—¡NO ME VAS A CREER!

—¿¡QUE PASÓ!?, ¡DIJE!—grito el paraguayo.

—eh....

  -.Unos minutos antes.-

  El mexicano se encontraba barriendo la habitación, quería adelantar su quehacer para poder estar acostado después de comer.  El zelandés llegó mientras veía su celular.

—Wey, aguas, estoy barriendo, ¡No me vayas a ensuciar más! —se quejó el mexicano.

—¿Eh? Ah, perdón, no había visto...

—Tranqui~, —el mexicano se recargo en la escoba.— nomás aguas, deja de ver el celular, chamaco!

—Je...lo siento

  Depronto, la escoba cedió ante el peso y se fue hacia un lado, dando contra la tele, el mexicano, tratando de agarrarse de algo para no caerse, tomó la tele, la cuál no soporto su peso y ¡Pum! Ya no hay tele, el mexicano está sobre el piso y la escoba... bueno a esta no le pasó nada.

—No - ma - mes...—dijo separando las sílabas.

—¡¿Estás bien!?—Grito el zelandés.

—Auch...yo sí...la tele no...

—Ay madre...

-

—Y eso paso...—terminó de explicar el mexicano

—ONU nos va a matar...—dijo el finés.

—¿Y si tratamos de repararla?—dijo el sudáfricano.

—¿Sabes? Creo que es más fácil comprar una nueva...—dijo el emiratí.

—La neta...—dijo el mexicano, dándole la razón al menor.

—Pero si las televisiones son muy caras...—expresó Corea del Norte.

—Yo puedo pagar una.—dijo el emiratí.

—No wey, ¿Cómo crees?

—Si, puedo comprar una nueva, lo que cuesta esa cosa no es nada.—dijo orgulloso de su fortuna.

—El rico humillando al pobre.—susurró el paraguayo.

—... Perdón...—se disculpó apenado.

—Nah, no te preocupes, ¿Vamos aa compararla?

—¡seh! —contestaron todos.

—Pero primero dejen que Zely y yo desayunemos.—dijo el mexicano

—¿Eh? ¡Ah! Si, claro, sirve que nosotros nos arreglamos.—dijo el malgache.

  El mexicano y el zelandés comenzaron a pensar que comerían. Mientras tanto, los otros seis se cambiaban, por qué si, la mayoría aún estaba en pijama.

  Minutos después, todos estaban fuera de la casa, en el transporte público.

—Mira Fin, cuando nos bajemos, ¡Vos te agarras de alguien! ¡No te vayas a volver a ir hasta la próxima parada!—Ordenó el paraguayo.

—Si, Mamá.—contestó sarcástico el finés.

  Los demás solo rieron.

—Pero si, Fin, te bajas rápido...—le dijo Nueva Zelanda.

  Cuando por fin se bajaron, afortunadamente todos (Esto porque Paraguay le agarro la muñeca a Finlandia), primero que nada, el mexicano interrogó a todos para saber si no les faltaba nada, luego, pudieron ver qué llegaron la centro comercial, un edificio muy MUY grande.

—Bueno...Espero que no nos perdamos...—dijo el malgache viendo el edificio.

—Va a estar complicado encontrar la tienda.—dijo el coreano.

—No mucho.—dijo el mexicano.

—¿Cómo estás tan seguro?—preguntó sudáfrica.

—USA ya nos había traído una vez.—contestó el kiwi.

—Ohh...—dijo el coreano.

  El grupo comenzó a caminar hacia la entrada del edificio. Sería un día largo~.

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Ocho Pendejos Tratando De Convivir | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora