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—¿Disfraces, porque traen disfraces?—preguntó el emiratí sacado de pedo.

—¿No es obvio? Son para que nos disfracemos, hagamos una actividad, le mandemos las pruebas a ONU y ¡Boom! ¡Tenemos toda la tarde libre para hacer lo que se no peque la gana, hasta dormir!—explicó rápida y eufóricamente Madagascar.

—Ohh...¿Porque trajeron vestidos?, Digo, todos somos hombres.—preguntó Emiratos mientras veía la ropa que venía en la bolsa.

—Bueno, ah...no sé...—dijo el norcoreano pensando en el porque.

—Ay, ¿Que tiene?...PFFFF...— México aguantó una risa .

—¿Qué? ¿Pasó algo?—preguntó el emiratí confundido.

   Bueno, los otros seis estaban igual, no entendían porque el mexicano estaba aguantando una carcajada.

—Ay...Ay...PFFF, No puedo...—hizo una pausa.—les diría, pero~ no quiero salir con un ojo morado.—dijo el mexicano.

—Oh vamos, ¡Dinos, porfavor!—suplicó el malgache.

—Apoyo la idea de que nos digas.—dijo el sudáfricano.

—Bueno, bueno...Ay...madres...Bueno eh...la neta me dió risa, pero yo tengo un sentido del humor muy gacho.—suspiró. notó que todos a su alrededor esperaban respuesta.— Bien...La neta wey, me imaginé a Emiratos vestido de caperucita roja...

    La grupo aguantó una carcajada. Por su parte, el árabe, se sonrojó a nivel tomate, vaya pena le dió. Pobrecillo.

   Unos segundos después, el finés no aguantó y soltó una carcajada. Seguido de él, los demás también lo hicieron. El emiratí solo se cubrió la cara, la cuál, si no fuera por su bandera, se notaría que estaba bastante roja.

—Perdón peque...¿Te vestirias de Caperucita roja? —preguntó el americano.

—¡C-claro que n-no!—dijo entre cortado.

—Ay... pobrecito, ya te dió pena, ven nene.—dijo el paraguayo para abrazar al emiratí, que solo se puso aún más rojo y nervioso.

—¡N-no me digas a-asi!

—No wey, ¿Ya ves lo que provocas?—pensó el mexicano. —no, vale, que pendejo estoy. —se dijo.— Emi, perdón...no era mi intención que te pusieras así.—se disculpó el mexicano.

  El emiratí no le respondió, lo escuchó, más no respondió, ya que estaba tratando de soltarse del abrazo del paraguayo.

.-Horas Después-.

  El grupo ya había comido, ahora estaban sacando toda la ropa que habían traído. La sala estaba llena de disfraces, desde princesas, hasta vampiros.

—Este disfraz está bueno.—dijo el malgache, mientras veía un disfraz.

—Ahh no! Yo ya elegí ese.—dijo el paraguayo.

Ocho Pendejos Tratando De Convivir | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora