IMPERIO RINALDI© (1 LIBRO DE LA BILOGIA IMPERIO) [+18]

V (Editado)

La vida es un misterio, no una pregunta.

-Crystal Rodríguez.

    Este maldito hombre me va a conocer. Es que lo voy a torturar hasta que pida que me detenga.

  ¿Cómo se atreve a tirarme un valde de agua fría mientras estoy durmiendo?

   —¡Engendro del demonio! ¡¿Qué estan haciendo?! ―levanto mi cuerpo de impulso buscando calor porque el agua tiene hasta hielo.

    Estaba dormida y de pronto entran estos animales, porque no son personas, a hacerme esta tremenda atrocidad.

   Dios dame paciencia. La necesito.

   Es que ese hombre me tiene hasta los cojones. Sé que fue él quién ordenó que me hagan esta maldad para así burlarse de mi. Solo puede ser el maldito Enzo.

   ―El jefe nos ordenó que la levantaramos de esta divertida manera. Es parte de la bienvenida a su nueva carcel, como dijo él. ―expresa el chico con una sonrisa en el rostro, burlándose de mi.

    Lo sabía.

    Maldito Enzo del demonio.

    —¡Dile a tu jefe que se vaya a la mierda mil veces! —Exclamo enojada levantándome de la cama para enfrentarme a estos guaruras de quinta.

   Ya estoy harta. Esto se acabó aquí.

   —Dice él, que ya ha estado allá y que salió hace pocos años. —comenta Enzo entrando a la habitación, respondiendo el insulto que dije hacia su persona.

   Posee una camisa negra manga larga, con 3 botones desabrochados, mostrando su pecho bronceado con una cruz de collar. Sin embargo, lo que más me llama la atención es un tatuaje negro de una estrella en lado derecho de su pecho.

    Bratva.

    Estuvo en la Bratva porque ese tatuaje únicamente lo llevan los hombres que estuvieron en esa mafia. Y, a decir verdad, es el tatuaje o salir muerto, asi que el trabajo que hizo mientras estuvo alla, al parecer lo hizo muy bien.

    —¿Qué tanto me miras? —pregunta Enzo mirandome de abajo hacia arriba.

    —¿Y a usted que le importa? ¿Qué va hacer hoy? ¿qué es lo que pretende hacer? No me gusta esperar... —Me interrumpe acercándose a mí.

    —La paciencia, es una virtud y usted debería practicarla. —sus ojos me traspasan—. Duchate y vístete, entonces cuando lo hagas hablamos de sí te mato o te torturo y creo que voy a escoger la tercera opción.

    ¿La tercera opción?

   Este hombre y sus ideas me traen de mal humor.

   —¿Cuál es esa tercera opción? —pregunto cruzando los brazos por debajo de mis senos.