05. El juego de la verdad
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Mackenzie Clark
El lunes por la mañana, estaba casi temblando.
No dormí por la noche y puede que hubiera hackeado el sistema informático de Blue Jail, la cárcel a la que fue Valak, para leer su expediente.
Salió antes de tiempo por buen comportamiento, aunque eso sonaba raro teniendo en cuenta que ponía que se había metido en múltiples peleas y que había ido más de veinte veces a aislamiento.
Algo no cuadraba.
Probablemente sus padres le pagaron a alguien importante para que consiguiesen reducir su condena.
Guardé mi querido portátil en la maleta justo cuando sonaron dos golpes en la puerta. Tragué saliva y respiré hondo un par de veces antes de abrir.
—Le diré a mis amigos —aseguró Valak, pero no hablaba conmigo. Fruncí el ceño, viendo a Adair sentado en las escaleras.
Exhalé cuando noté que su ojo estaba completamente morado.
—Hola, Mack —sonrió—. Tu amigo es genial, ¿sabes?
—¿Qué te ha pasado? —señalé su rostro, aunque ya lo imaginaba.
—Papá ha bebido de más.
Hice una mueca. Era la primera vez que le dejaba un golpe visible, las otras veces solía golpear al abdomen o a las piernas. Lo sé porque yo era quién solía curarle.
—¿Quieres que le eche un vistazo?
—Tranquila, está bien. No es nada —se encogió de hombros—. Valak dice que vas a irte, ¿es cierto?
Miré momentáneamente al nombrado, que había entrado a mi casa para agarrar mi maleta mientras hablaba por teléfono.
—Solo serán un par de días. Volveré antes de que puedas pensarlo —sonreí—. Mantente alejado de tu padre lo máximo posible, ¿vale?
Asintió, sonriéndome. Le revolví un poco el pelo y Valak salió de mi casa cerrando la puerta. Me entregó mis llaves, pero mi maleta se la quedó él.
—Nos veremos pronto, colega. Vendrá a buscarte una chica con el cabello rojo, ¿puedes irte con ella? Te ayudará —se encogió para estar a su altura—. Nadie va a volver a hacerte daño.
Los ojos de Adair brillaron.
—¿Ni mis padres?
—Ni tus padres —aseguró—. Espérala aquí, ¿de acuerdo
Adair asintió rápidamente y yo lo abracé durante unos segundos antes de irme con Valak.
—¿Qué demonios ha sido eso? —inquirí.
—Cosas de La Manada.
Oh, su grupito de instituto que solía desmantelar secretos y quemar cosas ahora era una organización sin ánimo de lucro o algo así. Bastante gente trabajaba ahí, pero nadie conocía el paradero de la sede o las personas de ahí. Como mucho, los que fuimos a clase con el grupo inicial, conocíamos a los jefes.
Era casi fantasmal, como cuando piensas que algo no existe pero lo sientes respirándote en la nuca.
No dije nada más. Llegamos al exterior y caminamos un par de cuadras en silencio hasta que visualicé un Jeep negro. Valak metió mi maleta en el maletero y me instó a subir al asiento de copiloto.
—¿Vamos al aeropuerto? —cuestioné, cuando lo vi comenzar a salir de la ciudad.
El aeropuerto más cercano a Blue City era el de Boston, así que tendría que estar dos horas en un espacio tan reducido con el chico que me odiaba.
Maravilloso.
—¿Al aeropuerto? —rió, burlándose de mí— Vamos a California.
—Pero... —abrí los ojos con sorpresa— Eso está como a dos días de Boston, si no hay tráfico.
—Ponte cómoda, entonces.
Esto debía ser una puta broma.
—No voy a estar encerrada contigo dos días.
—¿Por qué? ¿Temes que haga algo en contra tuyo? —sonrió, casi con sadismo— Deberías temerlo, sino no me habrías denunciado.
—Joder, Ak...
—¡Que no me llames así! —explotó, lo supe. Supe que esto no saldría bien— ¡Me jodiste la vida, Mackenzie! ¡Tuve que dejar mis sueños, mi carrera! ¡Tuve que dejarlo todo! Incluso a mi familia, tuve que dejar a La Manada, y las cosas ya no son lo mismo aunque ellos intenten hacerlo parecer —su voz se rompió y las lágrimas rodaron por sus mejillas con rabia y tristeza.
—¡Lo sé, joder, lo sé! Llevo atormentándome con eso seis años, ¡desde antes! Desde el puto primer momento en el que te conocí —si íbamos a jugar a las verdades, allá íbamos—. Porque te metiste bajo mi piel desde el minuto cero, porque te amé y te amo y porque verte arrestado fue la peor cosa que he visto en mi vida. Y sabes muy bien que he visto cosas horribles.
—¡No eres la víctima, Mackenzie! ¡La víctima soy yo! El que perdió seis años de su vida, el que perdió sus sueños, el que perdió su esperanza ¡fui yo!
—¡Y lo siento! Demonios, ¡¿quieres que te suplique perdón?! ¡¿Quieres que me arrodille?!
Se quedó quieto, con los ojos aún enfocados en la carretera. Sus puños se apretaron más sobre el volante.
Sé perfectamente lo que pasaba por su cabeza.
«—Me toca preguntar... —murmuró Ak, mirando las nubes. Estábamos ambos acostados en el patio del instituto, nos habíamos saltado una clase porque yo odiaba historia y Ak solo me acompañaba— ¿Qué es lo que nunca harías?
—¿En plan sexual? —bromeé, aunque sabía que Ak nunca me preguntaría algo así. Él se puso rojo.
—Eres idiota, Kenzie.
—Me amas así —Ak me rodó los ojos—. Nunca suplicaría, y mucho menos me arrodillaría.
—¿Hay alguna razón oculta o...?
—Mi madre suele hacerlo todo el tiempo. Suplicar, quiero decir —tragué el nudo de mi garganta—. Cuando no le queda dinero para comprar drogas, le suplica a los hombres que se la venden. También suele arrodillarse antes ellos —mi voz tembló un poco—. Deberías ver le cara de satisfacción que ponen, es como si fueran unos putos dioses. No quiero rebajarme al nivel de mi madre».
—No me hace falta tenerte de rodillas para sentirme un dios —su voz fue calmada—. Así que no necesito tenerte de rodillas, aunque eso tampoco haría que te perdonase.
—Lo siento mucho, Ak... —una lágrima rodó por mi mejilla, él me miró levemente, también con los ojos empañados.
—No volveré a repetirlo, Mackenzie. Deja de llamarme así —extendió la mano para poner la radio—. Ahora cállate, tenemos un largo camino.
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Éxtasis (LM #4)
RomanceSeis años en prisión. Seis malditos años. Sus sueños y esperanzas se fueron al infierno con esas simples palabras. «Culpable». Pero ahora iba a encargarse de acabar con el bastardo que lo metió entre rejas, aunque eso significase sumirse en un lar...