09. Dolly

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09. Dolly

Mi calma pide a gritos tu tormenta
- David Sant

Mackenzie Clark

Confieso que no quería llegar a la ciudad.

No quería volver a mi vida, porque eso me alejaría de Valak. Y, a pesar de la mierda entre nosotros, estos cuatro días fuera habían sido lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.

Sin embargo, aquí estaba. Valak había frenado el coche delante de mi casa y yo aún no había salido, retorcí mis manos sobre mi regazo sin saber qué decir.

Nunca tuve problemas con eso. Tuve que sobrevivir en este barrio durante mucho tiempo y cuando era más pequeña usaba la labia para darle lástima a alguna que otra persona y que me compraran algo de comer.

Sin embargo, con Valak no podía mantener la cabeza fría como había hecho toda mi vida.

—Sé que no lo merezco, Ak, pero espero que algún día puedas perdonarme —murmuré, antes de salir con prisa del coche.

No quería verlo, porque sabía que me mandaría al infierno, así que cargué mi maleta y me metí en mi edificio. No di media vuelta. Si la daba, probablemente rompería a llorar.

Desde la casa de mis vecinos, los padres de Adair, se escuchaban sus gritos y peleas. Sin embargo, Adair no estaba sentado en las escaleras y sonreí.

Él estaba ahora en un lugar mejor y probablemente tendrá un futuro. No como yo, no como nadie de aquí. Nadie aquí tiene un futuro, unos estudios o un trabajo estable, pero Adair tendrá esa oportunidad.

Dejé la maleta por ahí, luego la recogería, y saqué mi teléfono para enviarle un mensaje a DeLuca, el chico del club de streptease.

Mack: Hey! Ya estoy en el barrio, podemos encontrarnos en cualquier momento. Avísame cuando te venga bien, si me sigues necesitando.

Tardó dos minutos en contestar.

DeLuca: Mack, sí, te sigo necesitando por aquí. Estoy en Red Dance, ¿te viene bien venir ahora? Aún no hemos abiertos así que no hay mucha gente.

Mack: Claro, dame diez minutos.

Me cambié la ropa cómoda que llevaba por unos pantalones de cuero y un top. Me coloqué mi chaqueta de cuero y agarré un bolso pequeño donde guardé las llaves y el teléfono.

Salí de mi apartamento, caminando a paso seguro por las calles. Valak ya no estaba, como imaginaba, Red Dance, el local de DeLuca, estaba a unos diez minutos caminando de mi casa. Tenía mucha clientela, no solo por las chicas, sino porque estaba bastante alejado del centro del barrio y había más privacidad.

Cuando llegué al local de paredes negras y un cartel rojo neón con el nombre del club, un hombre de seguridad me detuvo. Lo conocía, se llamaba Henry o algo así y solía ahuyentar a todo el mundo con su cabeza rapada y el tatuaje de lágrima de su mejilla.

—Mack —me saludó, con un tono respetuoso.

Sí, me he ganado un puesto en este barrio.

Éxtasis (LM #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora