11. Sala 3

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11. Sala 3

El ser humano es tan torpe, que necesita malas experiencias para aprender a amarse
- Axel Aguirre

Mackenzie Clark

—Dolly, tienes un privado en la tres —me dijo Cherry, pasando a mi lado para asomarse al espejo y revolverse el pelo de forma que le quedara sexy.

Asentí, quitándome la bata de satén roja que me había puesto y imitándola. Me retoqué un poco el maquillaje, repasando el rojo de mis labios que todas teníamos que llevar y sonreí para inspirarme seguridad.

—Realmente eres preciosa, Dolly, no lo entiendo.

Solté una risita, sonriéndole a Cherry. Ella era algo así como la gerente o la segunda al mando, era una buena chica y se encargaba de que todas estemos con el ánimo alto.

—Si alguna vez te cansas de los hombres, sabes dónde encontrarme —le guiñé un ojo divertida.

—Llevo cansada de los hombres toda mi vida —gimió, quejándose.

Solté una carcajada y salí del área de descanso. Caminé a paso lento, meneando las caderas de forma sexy, no exagerada, hasta llegar a la sala 3. Corrí la cortina, sin centrarme mucho en el cliente, y me giré para cerrar la tela y que nos tapara, dejándole un buen vistazo de mi culo.

Cuando me giré, la sonrisa seductora que había construido cayó por completo. Valak Greco estaba sentado en el sofá rojo, con la barbilla alzada como si fuera el rey de todo y todos.

—¿Qué haces aquí? —fruncí el ceño.

—¿Qué haces tú aquí?

—Trabajar —obvié. Él no podía decirme qué hacer, por mucho daño que le haya hecho en el pasado.

Dios, soy realmente una mierda de persona. He hecho muchas cosas malas a lo largo de mi vida, pero meter a Ak en prisión ha sido la única de la que me arrepiento y no ha sido la peor.

—Genial entonces, porque yo soy un cliente.

Apoyó los brazos en la parte superior del sofá y eso, sumándole sus piernas separadas con comodidad y su mueca segura, hicieron que mis rodillas temblaran.

Valak Greco era el hombre más caliente que había visto.

Y me odiaba.

Pulsé el botón del reproductor de música de la sala, mis manos temblaban, y me puse frente a él para comenzar a bailar lentamente. Moví mis caderas de un lado a otro, agachándome, y luego volviendo a subir de la misma forma.

Bajé las tiras de mi sujetador de forma seductora, sin quitármelo ya que eso no entraba en mis obligaciones, y mis ojos se dirigieron levemente al gran bulto de sus pantalones antes de volver a enfocarme en su pecho. No quería mirarle a los ojos. No podía.

Sus manos viajaron a mi trasero, apretándolo y pegándome a él. Llevé mis manos a las suyas, deteniéndolas.

—Sin tocar —exigí.

—Entonces tócame tú.

¿Tocarle? ¿No qué me odiaba?

Ay, Valak.

—Eso es un coste adicional.

Llevó su mano al bolsillo trasero de sus pantalones y sacó su cartera, la abrió, dos de sus largos dedos agarraron entre ellos un billete de cien dólares. Cerró la cartera y la lanzó a algún lugar del sofá, antes de estirar la cinturilla de mis bragas y dejar el billete bajo esta, sobresaliendo a medias.

Me tragué el jadeó, antes de sentarme a ahorcajadas en su regazo. Moví mi cintura hacia adelante y atrás, mientras deslizaba mis manos por sus hombros anchos. Las bajé, por encima de la camiseta, y cuando llegué al borde rocé la hebilla de su cinturón.

Lo dejé en un simple roce, mientras adentraba mis manos bajo la prenda superior y tocaba sus marcados abdominales. Rocé con una uña su pezón, mientras continuaba moviendo mis caderas. Su miembro rozaba mi centro con cada movimiento e hice uso de toda mi fuerza de voluntad para no gemir.

Estás trabajando, Mack.

La música acabó y yo me separé de él, poniéndome de pie con las piernas temblando.

—Se acabó el baile —murmuré con voz temblorosa, antes de salir de ahí a toda prisa.

El billete rozaba mi monte de Venus a cada paso que daba, recordándome la humedad entre mis piernas. Frustrada, arranqué el billete de mis bragas y me metí en el área de descanso.

Joder.

Maldito Ak.

***

—Adiós, Cherry. Despídete por mí de DeLuca.

—Claro. Nos vemos más tarde —me sonrió.

Salí de Red Dance, ya con mi ropa normal puesta y con mi bolso lleno de dinero por las ganancias de hoy. Había hecho un par de bailes privados y la gente realmente daba buenas propinas si les dedicabas un pequeño guiño, así que solía sacarme entre setecientos y mil dólares diarios.

Nunca fue el trabajo de mis sueños, pero comenzaba a gustarme. No solo por el dinero, sino porque, al contrario que en el otro club en el que trabajé, había muy buen ambiente laboral y mis compañeras era súper dulces y buenas chicas.

Llegué a mi casa, soltando un suspiro cansado. Con el dinero que estaba ganando y el de vender todas las mierdas de papá, pronto podría comprarme un apartamento nuevo. Quizá podía mudarme a Blue Center, estaba cansada de esta mierda de barrio. Incluso podría ir fuera de Blue City.

Sí, eso sonaba como un buen plan.

Calenté al microondas las sobras de ayer, porque no tenía ganas de cocinar, y guardé el dinero que había ganado en la caja fuerte que escondía en mi armario. No me gustaban los bancos, como hacker sabía perfectamente que no eran seguros. Había sacado el dinero que conseguí de las cosas de papá en cuanto tuve la oportunidad.

Comí las sobras y me di un ducha que, a pesar de ser rápida, relajó mi cuerpo y me quitó el olor a lujuria y alcohol. Me lancé a la cama, mis ojos se cerraron al momento.

Solté una risita, una risa feliz. Unas manos apretaban mis muslos con fuerza, haciendo que mi excitación aumentara.

Sentía una lengua en mi centro, devorándome con vehemencia. Dios, estaba volviéndome loca.

Mordió mi clítoris vagamente, haciéndome chillar, su lengua dio una lamida para calmar el dulce dolor. Mi centro palpitaba, indicándome que no era la primera vez que me corría en la noche, y casi me dolía.

Unos ojos negros, completamente intensos, me miraron desde abajo y una pequeña y pícara sonrisa se dibujo en su rostro.

—¿Te gusta, Kenzie?

—Sí, Ak, me encanta.

Jadeé, despertándome.

Mierda.

Solté una larga exhalación.

—Mierda.

Éxtasis (LM #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora