02. El chocolatero
Lo nuestro fue tan fugaz, que una
estrella nos vio y pidió un deseo
- Mario BenedettiMackenzie Clark
Me coloqué bien el flequillo y maldije el día en el que decidí hacérmelo, porque era muy difícil de que quedara bien, pero no imaginaba mi cara sin él.
Así que el flequillo se quedaba.
Me puse mi chaqueta de cuero negra por encima del top rojo. Llevaba unos pantalones vaqueros cortos, ya que el verano había comenzado, y unas botas altas de tacón negras.
Salí de mi apartamento. Si es que a un pisucho de una habitación y con agujeros de balas en la puerta contaba como apartamento.
-Hola, Mack -me saludó Adair, el hijo de mis vecinos de enfrente. Él estaba sentado en la escalera, mientras que los gritos de la pareja resonaban por todo el lugar.
-¿Has comido algo? -le pregunté. Él negó con la cabeza. Miré a la puerta una vez más, donde comenzaban a escucharse otros gritos; y estos no eran de pelear- Ven, vamos.
Adair se levantó contento. Tenía ocho años y era un niño muy inteligente. Su cabello castaño oscuro se veía negro por la suciedad, su ropa estaba desaliñada y desgastada, pero sus ojos cafés con motas verdes no parecían perder el brillo.
-¿Estás contento de empezar las vacaciones? -le pregunté, mientras salíamos del edificio de mala muerte. Mis tacones resonaron por los sucios suelos.
Blue Alley era el peor barrio de Blue City. Nadie se preocupaba por nosotros, al fin y al cabo, todos éramos escoria a ojos de los ricos de más arriba. Éramos los últimos en la pirámide, los prescindibles y a los que hundirían si fuese necesario. Y si no lo fuese también, solo por puro placer.
-No. Cuando estoy en clase no escucho pelear a papá y mamá, ahora que estoy en casa tendré que lidiar con ellos -hizo una pequeña mueca. Le sonreí.
-Bueno, ya sabes dónde está mi casa. Puedes venir siempre que quieras.
-Gracias, Mack.
Le removí el pelo, que se pegaba a su frente. Entramos a una de las pocas cafeterías que había, la única quizá, todo aquí eran bares. La dueña de la cafetería era Clarissa, una mujer mayor, que hacía bollos caseros y había crecido en estas mismas calles así que los ladrones evitaban atracarla.
-Hola, Clarissa -saludé-. Adair, escoge algo.
Lo noté buscar lo más barato con la mirada, antes de finalmente señalar un croissant. Clarissa se lo entregó y él agradeció antes de darme un beso en la mejilla y marcharse del local.
-¿Cómo va todo, niña? -inquirió, mientras me preparaba un café.
Siempre le insistía que no era necesario. Comprarle algo a Adair una vez cada una o dos semanas era todo capricho que me permitía, llegaba justa a fin de mes así que no podía gastar dinero en tonterías. Sin embargo, Clarissa me regalaba un café casi cada mañana. Dice que le recuerdo a ella cuando era joven, no sé que tan bueno es eso.
-Bien, esta semana estoy trabajando con Charles -me encogí de hombros.
-¿Charles? ¿Qué Charles?
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Éxtasis (LM #4)
RomansaSeis años en prisión. Seis malditos años. Sus sueños y esperanzas se fueron al infierno con esas simples palabras. «Culpable». Pero ahora iba a encargarse de acabar con el bastardo que lo metió entre rejas, aunque eso significase sumirse en un lar...