08. Cambio de nombre

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08. Cambio de nombre

No puede ser que nos separemos
así, antes de habernos encontrado
- Julio Cortázar

Valak Greco

Aparqué el coche en la dirección que me había dado Mackenzie y noté como su boca se abrió con sorpresa e indignación. Mi cara debía reflejar más o menos lo mismo.

Kenzie vivía en un piso de mierda en un barrio de mierda y sin llegar a fin de mes mientras que su padre tenía una casa de dos plantas enorme, con piscina y frente a la playa.

Bastardo hijo de puta.

—Quédate aquí —ordené.

—¿Qué? ¿Por qué? —pestañeó, mirándome confundida.

Joder, amaba sus ojos. No sus ojos, su brillo y como, a pesar de toda la mierda que había pasado, seguía estando ahí.

Muchos describían a Mackenzie como fría, pero conmigo no. Conmigo se derretía, yo la derretía.

—Quédate aquí, Mackenzie.

Ella se resignó, soltando un bufido y asintiendo. Bajé del vehículo después de agarrar la carpeta que había traído y caminé hasta la entrada de la enorme casa moderna. Toqué al timbre y una mujer con uniforme de mucama me abrió en seguida.

¿El imbécil tenía servicio y todo?

—Buenos días, ¿está Michael Scott? —le sonreí amablemente. Ella asintió.

—El señor está en su oficina. Acompáñeme, por favor.

Il siñir.

Seguí a la mujer hasta una puerta de madera y ella tocó. La voz de Scott sonó del otro lado de la puerta, dejándole pasar.

Asentí a la mujer, indicándole que pudiera irse, y entré yo. Scott tenía los pies sobre la mesa y chateaba en su teléfono con una sonrisita perversa en sus labios. Cerré la puerta tras de mí.

—¿Planeando alguna violación o manipulando a alguna adolescente? —me burlé.

Él alzó la vista en seguida, sus ojos abriéndose con sorpresa y miedo. Sonreí con sadismo. Jodidamente me encantaba verlo teniendo miedo.

Me senté en la silla frente a él, con una postura relajada y sonriéndole.

—Greco —su voz tembló, mi sonrisa se amplió casi en efecto rebote.

—Scott —lo imité burlonamente. Abrí la carpeta lentamente, sin apartar mis ojos de él—. Verás, resulta que me has jodido seis años de vida.

—Tú me jodiste tres.

—La diferencia es que tú los merecías y yo no —saqué los papeles de la carpeta y los dejé sobre la mesa—. Aunque agradezco los contactos que he hecho, algunos me han enseñado como matar a alguien usando un simple bolígrafo —agarré uno de los bolis del portalápices de su escritorio. Se tensó aún más. Yo sonreí, empujando los papeles en su dirección—. No hace falta que lo leas mucho, vas a firmarlo igual.

Éxtasis (LM #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora