21. Comida
Si no era amor, era vicio.
Porque jamás una boca me hizo
regresar tantas veces por un beso
- AnónimoMackenzie Clark
Todo había sido un caos últimamente. La Manada ha estado ayudando a las chicas a volver a sus casas y resolviendo los juicios con los cuatro hombres. También han estado ocupados con Thomas Harris, que era el cabecilla de todo eso.
Así que no había podido ver mucho a Ak, aunque yo lo estaba ayudando a él a buscar pruebas en contra de Harris o cualquier cosa que pudieran usar, ya no para meterlo preso, sino para amenazarlo y que se quedara un tiempo relajado. Si era para siempre, mejor. Palabras de La Manada, no mías.
Sin embargo, y a pesar de su poco tiempo, Ak me enviaba un mensaje todos los días y trataba de venir a verme al trabajo aunque fuesen los últimos veinte minutos.
Amaba eso. Como podía sacar tiempo para nosotros a pesar de todo el trabajo que tenía encima.
Ahora mismo, estaba hablando con él por teléfono mientras continuaba buscando algo que pudieran usar contra Harris. Era complicado, el bastardo tenía bastante cuidado con su reputación.
—Dijiste que tenías algo que decirme, ¿no? —le pregunté, frunciéndole el ceño a los códigos de la pantalla.
Tenía un buen sistema de seguridad en su cuenta bancaria, pero nada con lo que yo no pudiera.
—Mañana tendremos una barbacoa familiar, quiero que vengas.
Mis dedos se paralizaron sobre el teclado y comencé a toser cuando la saliva se me fue por el lado equivocado.
—Perdón, creo que no te he escuchado bien —murmuré cuando logré calmarme. Él soltó una risita.
—Solo es una comida, Kenzie.
—Sí, una comida con tu familia. Que, por cierto, me odia.
Devolví mi vista a la pantalla, buscando algo con lo que distraerme, mientras Ak continuaba hablando.
—Ya he hablado con ellos. Además, después de lo que hiciste la semana pasada, los tienes ganados. Lilith tiene debilidad por los revolucionarios —rió.
Solté un suspiro.
—No sé, Ak...
—¿Por mí?
Bufé.
—Eres un manipulador de mierda.
Él soltó una carcajada.
—Paso a buscarte mañana a las dos.
—Bien —asentí, antes de que mis dedos volvieran a congelarse sobre las teclas—. ¿Ak?
—¿Sí?
—Creo que tengo algo.
—¿A qué te refieres?
Devolví mi vista a la pantalla, donde había desbloqueado una cuenta secreta en un banco de Rusia a nombre de Thomas Harris.
Pero eso no era lo único interesante. Sino las últimas trasferencias a nombre de Nikolai Belov. Que, tras una rápida búsqueda en la Deep Web, descubrí quién era.
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Éxtasis (LM #4)
RomantizmSeis años en prisión. Seis malditos años. Sus sueños y esperanzas se fueron al infierno con esas simples palabras. «Culpable». Pero ahora iba a encargarse de acabar con el bastardo que lo metió entre rejas, aunque eso significase sumirse en un lar...