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Noah llama a la puerta, golpeando el pesado llamador de cobre contra la gruesa madera. Pasan unos segundos, cuando una señora de avanzada edad y rostro alegre, aparece al otro lado de la puerta y nos invita a entrar. Vestía un delantal blanco, sobre un vestido de un azul oscuro como la noche. Sus ojos de un color gris melancólico, adornado por pequeñas arrugas, le daban un aspecto, cálido reflejando la sabiduría de la vida.

- Buenas noches. Tu debes ser Noah ¿Verdad? -Pronuncia ella con voz suave. Noah hace un gesto de afirmación. - ¿Cuál es tu nombre Cariño? - pregunta amablemente.

- Aurora - respondo tímidamente.

- Yo soy Adelita, cualquier cosa que necesitéis podéis pedirmela. - ofrece la anciana guiándonos hasta una joven de cabellos rojos.

- Laura, cariño, ellos son Noah y Aurora- nos presenta.- Ella os entregará las llaves, y os enseñará la casa. Yo volveré a la cocina. La cena estará lista en menos de una hora. - dice ésta desapareciendo después al atravesar una de las enormes puertas.

- Buenas noches.- saluda la joven, tomando nota de nuestro nombre.

Noah le hace entrega de los documentos requeridos, mientras un hombre, muy amablemente recoge nuestras maletas, llevándolas a nuestra habitación.

Después de rellenar varios papeles, la pelirroja, nos hace seguirla por las diferentes estancias.

- Este era el antiguo hogar de unos condes, que con su deseo de llenarla de niños, construyeron la casa con un monton de habitaciones, y los tuvieron. Doce niños. - comienza a relatar ella, al entrar en una gran biblioteca, llena de mesas de estudio y estanterías repletas de libros antiguos.- Aquí, los estudiantes, se suelen reunir a estudiar, pero antes, solían ser los niños los que pasaban aquí, gran parte del tiempo, estudiando y jugando. Pero desgraciadamente, la gripe española contagió a todos, y uno a uno fueron muriendo. Cuentan, que la madre, la condesa, muerta de dolor y desesperada al verles sufrir y morir de esa manera tan virulenta, se quitó la vida, después de arrebatársela a los dos únicos hijos que seguian vivos. - mis ojos se abren como platos, al escucharla hablar, mientras entramos en un enorme salón, me engancho del brazo de Noah aterrorizada, mientras ella continua hablando. - El conde, al ver a los tres, yacer ensangrentados sobre la cama de matrimonio, se volvío loco y se ahorcó en este mismo salón.- cuenta ella con tono misterioso.-Por las noches, cuando todo está en silencio, aún se escucha a los niños gritando y el llanto lastimero de los condes.

Por inercia miro a Noah, y me agarro más fuertemente de su brazo, asustada. Haciendo que este se queje de dolor. Ella nos mira y se rie.

- Tranquila, solo es una leyenda, sin ningún fundamento. En realidad está casa lleva en nuestra familia desde hace generaciones, más de doscientos años. No se si alguna vez, vivió aquí algún conde, pero te aseguro que nunca se ha escuchado nada raro, por las noches. Pero me gusta contarlo a los estudiantes, es una divertida manera de romper el hielo.

Soltando un suspiro de alivio, sonrío, aunque creo que esta noche no pegaré ojo.

- Calma, que al único que vas a escuchar esta noche va a ser a mi. - susurra a mi oído Noah guiñandome un ojo.

Laura nos sonríe, acompañandonos hasta nuestra habitación, donde nos hace entrega de la llave.

- La cena estará servida en media hora. -anuncia dejándonos solos.

Noah saca la llave de la habitación, introduciéndola en la cerradura de la puerta de castaño macizo, que hace un leve chirrido al abrirse.

El dormitorio no es demasiado grande, lo justo para que entren dos camas individuales, un par de mesillas de noche. Frente a esta, estratégicamente pegada a la puerta que da al balcón para aprovechar la luz natural, el escritorio y una pequeña estantería. En la otra pared, un armario ropero, junto a este la puerta de acceso al baño.

El KillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora