- Ok. Seremos solo amigos. Acepto. - anuncia Noah, terminando de recoger su mesa.
Le miro de soslayo, sabiendo que planea algo.
- Ok. Me alegro que por fin lo aceptes. - contesto aunque en el fondo me da rabia oír eso.
- Pero tengo un problema, y tú cómo amiga...deberías ayudarme.
Le miro poniendo una mueca, me puedo esperar cualquier burrada viniendo de él. Me pongo la cazadora y coloco sobre mi hombro la mochila.
- Piensa bien que vas a decir, por qué a lo mejor es otra clase de "amiga" la que necesitas.- digo andando hacia la puerta con el detrás mía.
Noah no puede evitar reírse, al darse cuenta de lo que insinuo y niega con la cabeza.
- Mira que eres mal pensada.
- Ya... ¿Entonces?- pregunto dejando que se ponga a mi altura, mientras nos dirigimos a la salida.
- El viernes hay examen de literatura y yo no cogí apuntes. Una buena amiga... debería ayudarme con eso.
- Claro. Y si te dejo los apuntes, ¿como se supone que voy a estudiar yo?
- Ven a mi casa y estudiamos juntos.
- Estás loco. No pienso ir a tu casa y que me vea Dani.
- Dani no estará.
- Pues no pienso quedarme contigo a solas.
- mmm. Acaso ...¿tienes miedo de no poder resistirte?
- Puede... -Digo tentandole.- Si de verdad quieres estudiar, quedamos en la biblioteca. - ofrezco.
- Ok. En la biblioteca a las 5. - se acerca a su moto y saca el casco. - ¿Te llevo?
Niego con la cabeza. - En la biblioteca a las cinco.
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Con la mochila a cuestas me acerco al blanco edificio donde Noah me está esperando. Apurando todo lo que puede el cigarro a medio consumir.
- ¿Preparado para estudiar?
- Si no queda otra... - le da una última calada y lo apaga en el cenicero de la entrada.
En la recepción, iluminada por la tenue luz de una lamparita, el bibliotecario nos da la bienvenida con un susurro, mientras ambos enseñamos el carnet de estudiante, que posteriormente revisa con cuidado.
Pasamos por uno de los pasillos, hasta una de las mesas destinada para estudiar.
Tomó asiento, Dejando sobre la mesa la mochila y sacando de ella los apuntes y el estuche.
Noah hace lo mismo, observandome desde la silla situado justo a mi lado, demasiado cerca de mí.
Le paso algunas hojas, esperando que anote lo que necesite, mientras yo repaso otras.
- No entiendo esto, - dice en un susurro a mi oído.
- ¿Que es lo que no entiendes?
- Nada. No voy a ser capaz de aprenderme todo esto.
- Si hubieras prestado atención al profesor...
- Ya...pero no lo he hecho...tendrás que espliarmelo tu- dice cruzándose de brazos, prestándome atención.
Cojo el montón de hojas entre las manos, intentando ordenar las ideas. Esplicarle esto, supongo que también me servirá de repaso.
Empiezo haciendo un resumen de las principales biografías de los escritores del siglo 18, ante la mirada atenta de Noah, que poco a poco, va perdiendo el interés y empieza a bostezar.
- Ya se que te aburre pero podías disimular, y prestar un poquito de atención. - digo molesta, sintiendo que estoy perdiendo el tiempo. El sonríe, tapándose la boca, para volver a bostezar.
- Entonces, Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, nació en Sevilla en 1836 y murió de tuberculosis en Madrid en 1870. Osea, que murió con 34 años. Estudio pintura, pero se hizo famoso por sus rimas y leyendas.- Esplica dejándome más que claro que estudiar era una escusa.
- Eres muy gracioso ¿Sabes? Quizá tú no necesites estudiar pero yo sí.
- No te enfades. No habrías quedado conmigo si no fuera para estudiar. ¿Salimos un rato fuera?
No se qué decirle, por un lado me alaga que haya estado escuchándome hablar más de una hora de algo que claramente no le interesaba, por otro lado crei que me está tomando por tonta. Pero acepto salir, en en fondo, al esplicarle todo eso yo también he estado repasando y necesito descansar. Así que acepto salir, dejando sobre la mesa los libros y cogiendo solo mis pertenencias personales.
Andamos hacia la salida, en silencio. Deseando salir a fuera y darle un cupón por haberse reído de mí.
Afuera ya ha oscurecido y solo las farolas iluminan la entrada del recinto. El frio se cuela entre mi chaqueta y siento la necesidad de abrazarme para entrar en calor. Noah me mira, encendiéndose un cigarro, como si le sorprendiera que yo estuviera casi tiritando cuento el no se ha abrochado la chaqueta.
- Pues es una pena que te lo sepas todo también, mañana tendré que estudiar sola. - digo sintiendolo realmente.
- Puedo darte yo unas clases si quieres - se ofrece él.
- Eres muy amable, pero no.
- Eres cruel, yo buscándome escusas para pasar tiempo contigo y tú rechazandome. O es que acaso ¿no eres capaz de concentrarte teniéndome cerca? - dice riéndose.
Intento parecer dura, y niego con la cabeza poniéndole una mueca, pero no sé cómo lo hace que consigue siempre que baje la guardia.
- Lo que te dige antes...de que me gustabas iba en serio. - confiesa acercándose lentamente a mi. - Y reconocelo, yo también te gustó.
Agacho la cabeza, y trago saliva, sin saber que contestar a eso. Es ridículo disimular algo que es obvio, como intentar tapar el sol con un solo dedo.
- Ok lo reconozco. Tu también me gustas, pero yo no soy como las chicas con las que sueles liarte. Yo no me voy a acostar contigo. Así que no pierdas tu tiempo.
- ¿Quién te ha dicho que quiera acostarme contigo? - pregunta, agarrando mi cintura y pegando su cuerpo al mío. Yo pongo mis manos sobre su pecho, intentando mantener la distancia.
- ¿Acaso no quieres?- pregunto sin creer que no sea eso lo que busca, en un tono bastante coqueto.
- Si, claro que quiero. Pero quiero mucho más que eso.
Bajo la mirada, con las mejillas ardiendo, y los ojos como platos al escuchar esa confesión.
- Déjeme demostrarte que no soy tan cabrón. - susurra a mi oído, haciendo que su aliento erice mi piel.
Levanto la mirada, buscando la suya, y sin darme tiempo a reaccionar sus labios buscan los míos, dejándome atrapada en su red.
- Se hace tarde, tengo que volver a casa.- le digo después de un rato perdida en sus labios.
- Ok. Vámonos. Pero mañana seguimos estudiando. Lo que te he dicho de Bécquer es lo único que me se.
Llego a casa, me cambio de ropa, y recojo mi cabello en un moño alto, demasiado despeinado, como para ser visible. Aun siento las manos de Noah en mi cintura, y me parece eterna la espera hasta volver a verle mañana.
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El Killer
RomanceAuri, se encuentra sola y atrapada en un pequeño pueblo costero, soñando con terminar el último año de instituto, escapar de allí y estudiar en una gran ciudad y perder de vista a unos compañeros de clase que la hacen la vida imposible. Sin embargo...