Cuando abro los ojos, la tenue luz de la calle se cuela entre las cortinas, obligándome a cerrarlos de nuevo. Las blancas sábanas cubren mi cuerpo aún desnudo, y la desecha cama, me recuerda todo lo que pasó anoche.
Extendiendo el brazo en busca de Noah pero no sé encuentra a mi lado. La cama aún conserva su aroma, que inhalo llenando mis pulmones.
- ¡Noah! - mi voz suena más débil de lo que deseo, sin hallar respuesta y vuelvo a repetir su nombre, pero sigue sin contestar.
Con gran esfuerzo, a causa del dolor de mis caderas, doy media vuelta en busca del teléfono.
-¡Mierda! Son las 9:28. - mi voz retumba en la habitación, aunque nadie más que yo puede oírme. ¿Como narices me quedé dormida?
Noah debió salir hace mas de media hora. A esta hora estará esperando a ese hombre. Seguro que estuvo duchándose, y vistiéndose, esperando inútilmente que me despertara sola.
La lucecita de la pantalla empieza a parpadear, avisándome de un nuevo mensaje.
«buenos dias»
«no quise despertarte, te llamo en cuanto termine con esto»
« no te vayas muy lejos. TQ»Sonrio a causa de los mensajes, y me estiro de nuevo en la cama, sin prisa ya por levantarme, queriendo tenerle de nuevo aquí conmigo. Hasta que siento unas enormes ganas de orinar y me levanto para ir al baño.
Me lavo los dientes, y me meto en la ducha. Las gotas de agua resbalan por mi cuerpo, trayendo a mi mente las caricias de Noah, que ni el jabón podrian borrar.
Me enrollo en una toalla, y busco en la maleta algo cómodo que pueda ponerme. Comparandome con Noah, soy un auténtico desastre. Yo aún tengo sin deshacer la enorme maleta, que sigue en el mismo rincón en la que la deje anoche, a diferencia de él, que debió colocarlo todo en su sitio mientras yo me duchaba.
Saco un conjunto de interior blanco con pequeñas florecitas rosas. El tanga deja al descubierto los cachetes, que aún siguen colorados por sus apretones. Me enfundo en mis vaqueros, una camiseta básica y mis deportivas.
Con la esperanza de poder conseguir un café y algo de comer bajo a la cocina, donde la dueña del hostal, está preparando algún tipo de guiso que huele delicioso.
- Buenos días - saludo sacándola de su concentracion.
- Buenos días, niña. ¿Te apetece un café? Creo que quedó algo de bizcocho o ¿prefieres una tostada?. - ofrece, leyéndome la mente.
- No, no hace falta, gracias. El café y el bizcocho está bien.
Tras servirmelo, se da la vuelta perdiéndose entre los fogones, dejándome sola comer en silencio el delicioso bizcocho de limón, mientras leo uno de los libros que tengo descargado en el móvil, intentando comprender como esa chica, puede estar enamorándose de ese mafioso que la tiene secuestrada, por muy bueno que esté.
Doy el último mordisco al bizcocho, y recojo la mesa, volviendo a la habitación. Son solo las 11, cuando aburrida decido salir a pasear.
El cielo está despejado, los almendros empiezan a florecer, y el sol empieza a calentar mi espalda, obligando a atar mi sudadera en la cintura. No quiero alejarme demasiado, por si después no soy capaz de volver, envuelta en la magia de las calles mozárabes, y el dulce aroma de las flores.
De repente, la música de mi móvil suena, sacándome de mis pensamientos. Lo saco a toda prisa, imaginando que será él. Y su imagen en la pantalla me lo confirma.
- ¿Hola? - oigo al otro lado de la línea.
- ¡Hi! ¿ Ya saliste? ¿ Que tal? ¿Que paso?
Su risa al otro lado, hace que me dé cuenta que son demasiadas preguntas seguidas
- Ahora te cuento. ¿Donde estas? - miro a mi alrededor intentando localizar el nombre de la calle, hasta que diviso una pequeña tetería, decorada con preciosos dibujos geométricos, alfombras y cogines de terciopelo, que recuerda las mil y una noche y le propongo quedar allí.
En apenas diez minutos, le tengo en frente. Su amplia sonrisa me dice que tiene buenas noticias.
- ¿Y bien? - pregunto muerta de intriga, sin darle tiempo a sentarse, en cuanto le tengo suficientemente cerca.
- Estás preciosa. - dice ignorando mi pregunta, plantando un beso en mis labios, que se convierte en dos, tres... El dueño de la tetería, nos mira de soslayo con desaprobación, y Noah se separa de mi sentandose enfrente.
- ¿Me lo piensas contar ya?
- Deja que pida un té primero . -¿Que tal has dormido?- pregunta haciendo que bufé desesperada.
- Muy bien. Deja de hacerte el interesante.
- Que te cuente ¿el que? - se burla.
- Está bien. No me lo cuentes. Ya no me interesa. - contesto haciéndome la digna. - Es una pena, se me han quitado a mi también las ganas de enseñarte el tanga que me puse hoy. - Añado en un susurro aguantando la risa, al oírle gruñir.
- Ok. Ya te lo cuento. - dice resoplando. -El hombre este, es al parecer un galerista famoso, pero yo no lo conozco. - Se ríe - le habían mandado ya fotos de lo que había hecho y quería ver personalmente mis bocetos. Y al parecer, pues le ha encantado. - sonríe orgulloso. - Está haciendo una exposición con los trabajos de los estudiantes de bellas artes y queria incluir uno mío y... ofrecerme una beca en la universidad. - se calla claramente entusiasmado por lo acontecido, esperando que diga algo.
- ¿En serio?¿Me estás vacilando?- el niega con la cabeza con una amplia sonrisa en la boca.- Es...wow. Habrás aceptado ¿No?
- En realidad...no. - me quedo blanca, con los ojos abiertos como platos. Sin entender sus razones.
- ¿Que?¿Estás loco?
- Bueno ...aún no. Lo de la exposición es...una pasada, pero la beca... Sinceramente no tenía claro si ir a la universidad y ... Bueno... quería primero hablar contigo y saber que harías tu. ¿Estudiarías aquí conmigo?
Miro al suelo. No se qué contestar. Mi deseo era salir de ese pueblo, y Granada es precioso, pero no sé si estudiar aquí es lo que quiero. Nunca le había hablado de mí intención de ir a Madrid, por lo que me siento un poco culpable, por habérselo ocultado.
- No lo sé, Noah. Siempre he querido estudiar en Madrid. No sé si esto...es lo que quiero, pero... Bueno supongo que estudiar aquí tampoco estaría mal.- intento ser lo más sincera posible, aunque no le guste. Su amplia sonrisa cambia radicalmente a causa de la decepción y la sorpresa.
- ¿A Madrid? Y ¿Cuando pensabas decírmelo?
Bajo la cabeza, no sé cuándo pensaba decírselo, pero hoy seguro que no.
- Noah, nunca hemos hablado de ello. Pero si es lo que quieres estudiaré yo aquí también. Así que cambia esa cara.
- Ok.- su voz carece de sentimiento alguno, y termina comienza a andar de vuelta al hostal. Se enciende un cigarro, que sujeta con una mano, metiendo la otra en el bolsillo y se mantiene completamente en silencio.
Sigo sus pasos de cerca, arrepintiéndome de haberle contado unos planes que nunca haría realidad.
Le miro, intentando llamar su atención, pero es como si fuera sola, como si fuéramos dos desconocidos.
Cansada de su niñería, me siento en uno de los bancos del paseo. Si igualmente voy a ir sola, prefiero no seguirle.
Al verse solo, se para y se apoya en el mirador durante unos momentos. Inhala una última calada, y se acerca a mi, sentándose a mi lado. Coge mi mano, entrelaza sus dedos con los míos, y me la besa.
Lleno mis pulmones de aire, y le miro. Ya no está serio, quizá solo dolido, pero me sonríe.
Me acerco a sus labios y los beso. No parece muy dispuesto, pero finalmente se rinde, permitiéndome saborear su dulce lengua, rodeando mi cintura.
- No quiero que cambies tus planes por mi. - sentencia. - Solo que ¡Joder! Si lo tenías tan claro ¿por qué no me lo diste nunca?
Agacho la cabeza. Por eso siempre había evitado hablar de ello. Sabía que no sería fácil.
-Está bien. Disfrutemos del fin de semana. Haré que se te olvide esa idea de alejarte de mi.
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El Killer
RomanceAuri, se encuentra sola y atrapada en un pequeño pueblo costero, soñando con terminar el último año de instituto, escapar de allí y estudiar en una gran ciudad y perder de vista a unos compañeros de clase que la hacen la vida imposible. Sin embargo...