Capítulo XI - Fortaleza oculta

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Era el día y Will no le dio tregua. Tan pronto se despertaron a las ocho de la mañana, según el reloj de su madre. Salieron en búsqueda del ingrediente más difícil de conseguir allí. Will no paraba de repetirle lo importante que era ella en esa misión, pero a pesar de sentirse ansiosa, se emocionó, fue como si su vida de pronto tuviera un claro objetivo y dependía de ella, no de la decisión de Kali, de nadie más que ella misma.

El souvenir que le dejó Bart traía con fuerza todo lo vivido el día anterior. No se sentía cómoda con la certeza de que Bart era un pagano, pero tampoco tenía la suficiente valentía para preguntarle a Will por ello, y si iba a ser sincera al respecto, él tampoco se veía muy dispuesto a compartir toda la información sobre lo vivido el día anterior, es cómo él dijo, solo lo importante.

Laela sentía que nunca había caminado tanto, y no entendía cómo no llegaban al océano neonato, pero nunca lo llegaron a ver, tanto ella como Will se acercaron tanto al corazón del bosquecillo que encontraron aquello que temían pero a la vez buscaban. Era el primer rayo de la mañana el que los cubría mientras buscaban el nido de la bestia. Laela estaba agotada de caminar pero pudo ver a lo lejos lo que podría ser el nido.

—Supongo que es eso. —dijo señalando el montículo de tierra gigante que estaba frente a ellos.

Él negó con la cabeza, tenía cargada nuevamente a su hermana por sobre su hombro, no había lugar más seguro que con ellos mientras siguiera inconsciente, y señaló la copa de un árbol. Laela siguió la dirección que Will le estaba proporcionando pero era una locura, era imposible que el nido estuviese allí y si así era, iba a ser muy complicado para ellos subir y lograr su cometido sin llamar mucho la atención.

—No estarás hablando en serio. ¿Y cómo llegamos ahí? —susurró, porque sabía por experiencia propia que esos monstruos se alertarían y crecerían de manera incontrolable en cuanto los oyeran.

—Llegamos suena como que es mucha gente. Debes hacerlo tú. —susurró de vuelta.

—¡¿Yo?! —se sobresaltó, y Will le hizo señas para que bajara la voz de nuevo.

—Sí, tú eres muchísimo menos pesada que yo para escalar el árbol, además, no estás en verdadero peligro, solo debes tomar lo que te dije, un pequeño trozo de...

—Bresca, ya lo sé. Qué raro es eso, son unos escarabajos extraños.

—De nuevo, cariño, ¿sabes que no son verdaderamente escarabajos? Creí que el hecho de que las mantis crecieran en tu cara, un mar se creara en horas, aves submarinas, gigantes helados... bueno, en fin, cualquiera creería te habrían convencido en su totalidad de que aquí no hay nada natural o normal.

Un escalofrío recorrió la espalda de Laela. Recordando como era un pequeño insecto en un momento y en el siguiente era gigante y estaba tratando de matar tanto a su hermana como a Frederik. No quería dejar una avalancha de recuerdos la paralizaran cuando más necesitaba estar alerta.

—Trataba de olvidar ese detalle. —respondió ella volviendo su mirada hacia Will que al escuchar tal declaración la tomó de un hombro y comenzó a zarandearla suavemente.

—No, no puedes olvidar ni un solo detalle. —su voz era desesperada y Laela no entendía por qué tanto drama pero aún así...— Necesito que lo prometas ahora.

—Tranquilo, está bien. —le sonrió tratando de tranquilizarlo pero él no la soltaba, se veía realmente aterrado.

—Promételo. —exigió.

—Lo prometo. No te preocupes. Estaré de vuelta pronto.

Luego se replanteó que nunca antes había escalado un árbol, ¿pero es que no había hecho nada en su vida? Negó con reprobación e intentó de todas maneras, trepar el árbol. Con su vista y tacto buscaba una manera de poder aferrarse y vio una pequeña protuberancia en el tronco, el cual sirvió como primer escalón y poco a poco, fue subiendo hasta llegar a la copa del árbol.

Will se veía diminuto pero estaba con Kali al hombro aún, listo para salir corriendo cuando hiciera falta. Suspiró. Podía hacerlo.

Elevó su vista al pequeño nido de cantáridos y estaba feliz de ver que eran pequeños todos los que estaban allí, sabía que no debía hacer ruido ni mirarlos a sus extraños ojos negros, Will la había prevenido sobre eso, no llamar la atención, tomar lo que necesite e irse.

Habían tres de ellos caminando tranquilamente fuera del nido, en la rama del árbol. Al verla cerca se quedaron tiesos, pero no produjeron ningún ruido o zumbido. Lo que era bueno, ella se concentró en controlar su respiración como le indicó Will y no moverse. Los cantáridos volvieron a moverse con tranquilidad ignorándola, eran diferentes a las Mantodeas ya que su cuerpo era mucho más redondo, tenían las mismas pinzas y patas que probablemente la llenarían de miedo si crecieran, pero de momento, todo estaba controlado.

Lo sintió como una victoria, pero no podía celebrar aún, todavía tenía la tarea más importante de por medio. Conseguirle a Kali la bresca. Con mucha conciencia estiró su brazo para acercarse al nido, las bestias no le estaban prestando nada de atención, así que decidió lanzarse y tomar lo que necesitaba. Pero uno de ellos la vio fijamente y ella le devolvió la mirada.

Mierda.

Se permitía maldecir, en ese momento, era necesario. Rápidamente se lanzó hacia abajo, donde un pequeño grupo de hojas secas la estaba esperando, suavizando su caída. Will le guiñó un ojo y la ayudó a levantarse.

—¿La tienes?

—Sí. —respondió cuando un par de cantáridos, se transformaron y cayeron a sus pies.

—Prepárate. —advirtió Will sonriente y tendiéndole un cuchillo de su colección. Lo vio dejar a Kali en el suelo.

¿Por qué sonreía? ¿Estaba loco?

Pero a pesar de sus pensamientos erráticos, comenzó a defenderse, junto a Will. Y era como si ella supiese luchar, como si realmente pudiera. El entrenamiento había ayudado y no se sentía en absoluto como un peso muerto. Se giró en el momento correcto para ver a Will sonriéndole con aprobación, pese a que no se sentía lista para matar a nada y mucho menos a nadie, no podía sentirse más orgullosa de sí misma. Will parecía entender sus pensamientos porque luego de deshacerse de su cantárido, hizo lo propio con el que estaba atacando a Laela.

Y sin perder más tiempo, tomó a Kali y salieron corriendo de allí.

Cuando llegaron al claro, Will no paraba de reírse.

—No puedo creerlo. —decía, y a ella le parecía imposible no seguirle el juego, la cantidad de adrenalina que tenía en el cuerpo era inexplicable. Se reía a carcajadas, como nunca antes lo había hecho en su vida. El decoro se fue al traste. Acababa de vivir otra experiencia de lo más increíble.

—Imagínate yo, estoy más sorprendida que tú de esto. —le respondió sin aliento.

Will se acercó a ella y la abrazó muy fuerte, muy cerca, muy apretado. Su respiración se detuvo y le devolvió el abrazo, palpando y memorizando cada parte de él. Le gustaba estar cerca de Will, se sentía muy segura junto a él, sentía que podía hacer cualquier cosa.

—Laela, estoy muy orgulloso de ti, y no me parece nada imposible de creer, siempre he creído que eres muy fuerte. —murmuró muy cerca de su oído, ella cerró los ojos aceptando el cumplido.— No necesitas de un héroe que te salve, nunca lo has necesitado.

—Gracias. —le dijo sin saber qué más responderle. Will la soltó lentamente.

—Lo siento.

—No te preocupes. —no te disculpes, quiso decir. Negó con la cabeza.

—Solo... la adrenalina.

—Ah. —sintió una punzada de decepción en el pecho pero trató de ignorarla por todos los medios. Sacó la bresca del bolsillo improvisado que había en su ahora lamentable vestido— ¿Y qué hacemos con esto?

Profecía: Bruxas, facilis descensusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora