Estaba de pie en la oscuridad, absoluta oscuridad. Nunca creyó que la profecía podría llegar a ser cierta, siempre hay una grieta, una luz brillante, una estrella, una linterna. Ahora no había nada, solo negrura espesa que se desliza por todos los rincones de tu mundo y llega a desesperar sin motivos, que quita el aire y paraliza. Con dificultad oía sus propios pensamientos, no había nada ni nadie más que pudiese salvarle del oscuro olvido. Solo idas y venidas, y a veces ni siquiera eso, solo existía en soledad.
Trataba de imaginar toda la gama de colores que conocía de memoria, que había visto e incluso sentido a lo largo de su vida, intentó aferrarse con todas sus fuerzas dar color y forma a todo su entorno, sin éxito.
—¡Despierta! —el grito de una mujer la despertó sin miramientos, además del rocío de agua que aún tenía en el rostro por su culpa, asumió.
No estaba sola ni en la oscuridad, el sol brillaba fuertemente a través de la ventana abierta. Podía reconocer la habitación con los ojos cerrados si quisiera, pero luego de la pesadilla no quería volver a cerrarlos más del tiempo necesario que un breve parpadeo. Con malestar en el cuerpo miró iracunda a la razón de estar despierta esa mañana.
—¿Podrías ser un poco más amable al despertarme, Laela? —se quejó la joven con una mueca, odiaba que siempre que le pidiera a su hermanita despertarla ella lo hiciese con una sorna increíble, se arrepentía en ese momento por tomar ese tipo de decisiones.
No obstante, llamar "hermanita" a Laela era sumamente indigno para la mujer que se presentaba ante ella con un largo vestido azul cielo cuyo escote era alto pero recatado y el resto del vestido se ceñía a su cintura, por otro lado su cabellera estaba a medio arreglar, sabía que el ver a su hermana era como verse a ella misma, solo que ella sí lucía el característico cabello color cobrizo familiar, lo que era dolorosamente injusto.
—¿Qué soñabas? Te veías... inquieta, casi preocupada y eso es muy raro en ti.
Con lentitud empezó a desperezarse y le lanzaba miradas de odio a Laela hasta que la oyó suspirar con resignación.
—Mírame con toda la ira que quieras, pero me pediste voluntariamente que yo te despertara por no sé qué cosa importante que tenías... —mencionó con desinterés fingido mientras sacudía la mano, aunque sabía que no recibiría más información de su hermana.
Cayendo por fin en cuenta saltó de la cama totalmente desesperada, y tropezó estrepitosamente en el proceso, era imposible que se hubiese olvidado, al fin y al cabo, de eso se trataba su pesadilla.
—¡Oh, mierda! ¿Qué hora es?
—No, no. Ya hice mi parte. Asistiré a la misa de la mañana. Te veré por allí, Kali. —y sin más cerró la puerta a su espalda dejando ver un último vistazo del fuego en su larga cabellera aún sin recoger.
—"Te veré por allí" —la imitó con burla, y luego, como es obvio, tomó su pantalón de entrenamientos y blusa, pasando por alto el único corsé que tenía en su armario y comenzó a vestirse a toda prisa.
Por alguna razón inadmisible, le había pedido a su hermana que la despertara el día más importante de su vida, o así lo consideraba ella. Tomó su chaqueta y se percató con tranquilidad que estaba perfectamente arreglada con todos los implementos que necesitaría ese día, además del pequeño reloj de bolsillo cuyo material era de plata esterlina, no importaba a donde fuera la ayudaría. Mientras se calzaba la bota derecha y tomaba su mochila, que era completamente de cuero, del suelo. No podía creer que fuese tan descuidada.
Un día como este debía de haberse preparado más mentalmente, pero evidentemente no lo hizo, no tuvo tiempo ni siquiera de darse un baño. Corrió por el campo despejado, sabía que debía haberse despertado antes pero lamentarse ahora era un pérdida de tiempo, necesitaba una solución; podía ver como el amanecer se acercaba pero ella ya había decidido que correría contra el tiempo para llegar, literalmente.
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Profecía: Bruxas, facilis descensus
FantasyUna prueba. Dos hermanas. Y muchos secretos. Kali Warren posee muchos secretos, y nunca consideró hablarle de ellos a su hermana menor. Pensó que protegerla siempre debería ser su primera prioridad sin importar qué o quién. Laela Warren descubrirá...