Capítulo XIII - La venganza es dulce

7 1 0
                                    

Dos años. Había perdido los recuerdos por dos años completos. Todavía no acababa de creerlo. No. No "perdió" los recuerdos, le fueron arrebatados. Era imperdonable, injustificable. ¿Por qué ella hizo eso? ¿Acaso en ese momento estuvo de acuerdo?

Se abría camino furiosamente a través de ese bosque, también inventado. Claro, todo esto era magia, los árboles sin fin, altos, casi llegando al sol, el océano inventado, monstruosidades en cada esquina, la voz en el viento. Le faltaba el aire, y todo lo que veía le parecía exactamente igual a lo dejado atrás. Se le nubló la vista. Su cabeza iba a explotar. No comprendía nada y Will...

—No creerás que te dejaré ir sola. —la estaba siguiendo. Pudo oír sus pisadas tras ella, pero mucho más silenciosas y para nada furiosas. No entendía cómo alguien de su tamaño pudiese tener tanta gracia al moverse por un bosque lleno de hojas y ramas que te harán obligatoriamente hacer ruido, para avisar a cualquiera que esté a la redonda que tú también estás allí.

—No quiero que estés a mi alrededor en este momento. —era sincera, no sabía qué podría salir de su boca, ya que su mente estaba trabajando horas extras tratando de entender todo lo demás.

—¿Bromeas? Más que nunca quiero estar cerca de ti, por fin sabes la verdad, puedo hablarte como es debido. —se puso frente a ella tomándola suavemente de los hombros y ella pudo ver el ruego silencioso en esos ojos cafés, que siempre consideró transparentes, sinceros. No podía estar más equivocada.

Se estremeció, la voz cálida de Will no la estaba ayudando en absoluto, su dulce y tranquilo tacto, solo le nublaba la mente. Con un solo movimiento hizo que él dejara de tocarla y lo regañó con la mirada.

—¡Basta! ¿Es que no lo entiendes, Will? ¿Dos años y no me dijiste nada? —estaba perdida, estaba herida... fue traicionada y esa era la pura verdad. Mientras tanto Will trataba de encontrar una manera de explicar todo aquello, ya sin Kali de por medio, podría ser todo lo sincero que quisiera, aunque eso le estaba costando un poco.

—No podía.

—¿Por Kali? Por favor. Esto no es un secreto que alguien guarda por ¡dos años!

—¿Crees que no lo sé? Por supuesto que lo sé, Laela, lo sé. Estaba hecho una furia con Kali por lo que te hizo, nunca estuve de acuerdo.

—Déjame adivinar, es como esto. —hizo una seña a su alrededor.— No estabas de acuerdo, pero no tenías opción.

—¡No la tenía! ¿Piensas que fue fácil para mí dejarte ir?

—¿A qué te refieres con dejarme ir? Siempre estuve allí, en el mismo lugar, solo que luciendo como una completa tonta —se sentía muy confusa junto a él en ese momento, su cuerpo entendía que él era confiable, que era bueno, pero su cabeza le estaba lanzando señales de que le había mentido, en la cara, incontables veces durante esos dos años.

—Laela, por si no lo has notado, nosotros teníamos algo, no sé describirte exactamente lo que era, porque éramos un poco complicados —sonrió con disculpa—, pero así era y tú estabas de acuerdo, apreciabas mi compañía. Quizás no sea el mejor momento para decirlo, quizás ni siquiera sea justo mencionarlo justo ahora pero debo hacerlo. Tú estabas conmigo, hasta que ya no, no querías estar en nuestro mundo, lo despreciabas, me despreciaste a mí y... no sabes lo que me dolió aquello, no tenía idea de los planes de Kali hasta que ya fue hecho.

—Yo no...

—Claro que no lo sabes, no lo recuerdas. Y estaba tan enojado... pero tú, te veías tan feliz, tan a gusto como estabas con tu vida normal, yendo a misa, haciendo obras de caridad... que finalmente no me atreví a llevarle la contraria a tu hermana, sabía que debía tener un buen motivo para alejarte de este mundo.

Profecía: Bruxas, facilis descensusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora