Capítulo 21

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-Recuerdos del susto que no dio gusto-

Agosto 18, 2022

Liana

¿Cómo se siente besar a alguien con sentimientos en juego?

Pensé haber sabido la respuesta con Gonzalo, pero al final solo terminó siendo un sentimiento cegado. Después de él, me cerré de todo el mundo, de toda la población masculina que se me acercaba y buscaba algo más que lo que yo ofrecía.

Pero ahora estaba Martín... y con él no sabía qué era lo que exactamente sentía, ni mucho menos lo que él sentía. Estaban las miradas, los momentos de honestidad y confianza, los acercamientos, la tensión... y luego los besos.

Esos besos que nos dimos ayer, que revolvieron todo dentro de mí, pero que también me gustaron y me dejaron sonriendo como una boba toda la noche. No me arrepentía de haberme atrevido a darle el primero, porque los que siguieron después fueron más de lo que pude esperar. Me hicieron sentir en paz, como que volvía a ser quien yo era antes de todo lo que me pasó: una chica que solo buscaba ser querida, pero en el mismo proceso buscaba quererse a sí misma también.

Querer podía ser una palabra prematura, y amar mucho más, pero lo que sí podía afirmar era que, de alguna forma, Martín me gustaba.

Me gustaba pasar tiempo con él, y me gustaba el ambiente que se creaba cuando lo tenía conmigo.

Puede que me dé un poco de pavor pensar en lo que podía pasar después de ese beso, pero tampoco quería atormentarme demasiado con el asunto.

Además, si me gustó, ¿para qué sentirme culpable de ello?

—Alguien está más contenta de lo normal...

Escucho la voz astuta de Milagros aproximarse, y veo como aparece a mi lado en la cocina. Yo me encontraba aplastando cajas que antes contenían verduras, y acomodando más canastas con mapas y crayones antes de que me tocara mi turno en la cajera.

—Buenos días a ti también— evado su comentario.

—Nos dijimos buenos días hace unas horas.

—Lo que pasa es que tengo memoria de corto plazo.

—Sí, y demencia también, ¿no?

—Puede ser... —le dedico una mirada entre misteriosa y entrecerrada—, uno nunca sabe hasta que se encuentra en el consultorio y el doctor suelta la noticia como bomba.

—¡Ya, basta!— se ríe, y me pellizca el hombro—. Sé que te traes algo entre manos.

—¿Cómo qué? Sorpréndeme— digo, creando una pila de cartones aplastados.

—Bueno... hoy llegaste temprano, no has chocado con alguien como para terminar derramando algo, estás al tanto de tus labores. Luego... — se me acerca más de lo normal hasta que entiendo que está examinando mi rostro— tus ojos se ven más iluminados, tu sonrisa es más ancha, y... ¿tus dientes están más blancos?

—¿Mis dientes... qué?— frunzo el ceño—. Estás alucinando, Milagros.

—Sabes que no lo estoy y mejor dime una cosa. ¿Todo esto tiene algo que ver con la salida de ayer?

Silencio.

Atrapada.

No es el momento.

Veo como una sonrisa socarrona se crea lentamente entre sus labios, pero yo hago mi mayor esfuerzo para mantener mi seriedad y mi cara de 'no sé de lo que hablas'.

—Sí, porque ir por helado que ya has probado miles de veces te cambia la vida— ironizo.

—Deja de jugar, Liana. ¿Pasó algo?

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