Capítulo 32

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-Recuerdos del sobre blanco-

Septiembre 22, 2022

Liana

—Lia, ¿has visto a Martín hoy?— Violeta me pregunta mientras salimos del colegio.

Bien, sabía que no era tan distraída —como yo— como para darse cuenta de que no le había dicho si Martín vendría a vernos hoy. También me lo había preguntado por la mañana.

A veces hasta pensaba que le importaba más Martín que yo.

—No, no lo he visto.

—¿Sabes dónde puede estar?

—No lo sé... —muerdo mi labio inferior.

—¿Y sabes si nos visitará hoy?

Miro hacia el cielo, dudando un poco, pero también confiando. Necesito una pista.

Y suspirando le respondo:

—Tampoco lo sé.

Dejamos el tema a un lado, para mi suerte, y procedemos a caminar por la calle. Violeta enrolla su brazo con el mío, aferrándose a mí mientras intento cubrirnos lo más que pueda con el paraguas.

Estaba lloviendo a cántaros, nada que ver con cómo se veía el cielo por la mañana. Las gotas gruesas de agua rebotaban contra el pavimento cada vez que caían, salpicando nuestros zapatos de lona. Violeta hasta se había pasado su mochila hacia adelante para que no se le empapara.

Minutos después nos subimos al autobús, y como era de esperar se encontraba lleno. Nos toca sujetarnos de un barandal metálico, rodeadas de otras personas que iban paradas dentro del autobús y que también querían llegar lo más pronto posible a casa.

Porque, diablos, el cielo estaba demasiado oscuro para que fueran las cuatro de la tarde. Y los rayos que amenazaban junto a la lluvia no ayudaban.

—No creo que Martín venga con esta lluvia, Lia... —murmura Violeta, negando.

Trago saliva.

—Yo tampoco, florecita. Pero... ya veremos.

Violeta asiente con una sonrisa pequeña, y se vuelve a perder entre su mundo interno. En cambio yo, no dejo de pensar en que Martín aún no ha aparecido. Y usar la palabra "desaparecido" solo vuelve las cosas peor, ya que cada vez que la uso se me ocurre una posibilidad más horrenda que la última.

Eso no es bueno para tu salud.

No me lo tienes que recordar dos veces.

Una cosa es que yo me encuentre impaciente a que Martín no conteste mis mensajes y llamadas y que no aparez—digo, que no nos visite. Pero otra cosa es que Violeta me siga preguntando por él, esperando a que yo le dé una respuesta concreta. Una respuesta... que obviamente no tengo. Y no quería preocuparla, porque sabía cómo se ponía.

Especialmente cuando se trataba de alguien a quien ella quería mucho. Mamá sí tuvo razón cuando me dijo que Violeta iba a heredar un corazón noble como el mío.

En algún momento logramos ocupar dos asientos desocupados, donde podemos descansar lo que queda del viaje. Cuando por fin llegamos a nuestra parada ya solo estaba cayendo llovizna leve, por eso logramos llegar a la entrada del edificio rápido sin mojarnos tanto.

Abro la puerta y dejo que Violeta pase primero. Las luces nocturnas ya se encontraban encendidas dentro del edificio, seguramente porque los pasillos se volvían más oscuros cuando no había sol. Violeta se pone a tararear una canción mientras subimos los escalones hacia el segundo piso. Esbozo una risa como reacción.

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