Capítulo 25

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-Recuerdos del corazón roto antes de tiempo-

Septiembre 7, 2022

Liana

Mi corazón da un vuelco cuando alcanzo mi móvil después de haber lavado trastes y leo el nombre del contacto. ¿Cuánto tiempo sin saber de ellos? Rápidamente, dejo caer mi cadera al lado del lavabo y respondo.

—¿Bueno?

¡Liana, hija! ¡Eres tú!

—¡Abuela! ¡Tiempo sin escuchar de ustedes!— exclamo con alegría.

Como había dicho antes, parte de mi familia había muerto en el atentado del 2001, pero la parte que restaba —que era del lado de mi mamá— aún vivía en Nicaragua. El grupo consistía en mis dos abuelos, una tía y un tío, y mis primos pequeños. Ellos no podían venirse, ya que la situación estaba algo complicada. Emigrar a los Estados Unidos se había vuelto complicado con el pasar de los años, y la mayoría ya no estaba en la etapa de correr ese riesgo.

Y cuando mi mamá falleció, el dolor que tuvieron que presenciar a la distancia fue inexplicable. Por un momento pensamos que mi abuelo moriría luego de que se hubiera puesto mal al recibir la noticia, pero afortunadamente nada llegó a términos delicados.

Por lo menos ellos nunca pensaron en culparme por lo que había pasado. Y se los agradezco.

Lo sé, mija, lo sé. Lo que pasa es que el internet no nos ha estado funcionando en los últimos meses. Estamos en tiempo de lluvia, como has de saber, y raras veces hemos tenido luz, mi niña. Tus tíos han tenido que ir al café internet en la plaza para intentar conectar. Y como yo no sé usar estos aparatos, no pude llamarte en este tiempo— me explica con su voz dulce, como si tuviera que excusarse.

—No te preocupes, abuelita. Yo entiendo— la interrumpo—. Lo que importa es que se encuentran bien. ¿Cómo está mi abuelo?

Durmiendo, como siempre— suelta una risa humorista—. Y si se despierta es porque siente el olor al café y pan dulce que preparo cada noche.

—Ese suena como mi abuelo— río.

Y tus primitos ni hablar, que se pelean por la comida cuando les digo que hay suficiente para todos.

—Entonces, se llevarían muy bien con Violeta.

Ay, mi Violeta— suspira con anhelo—. ¿Cómo está ella?

—Se encuentra bien. En una semana comienza clases, y ya irá al primer grado. Si sólo vieras como va creciendo, yo le digo que un día terminará siendo más alta que yo.

Qué bueno. ¿Pero cómo estás tú, Liana? Te noto más contenta desde la última vez que hablamos.

Si conocieras al bombón con el que anda lo entenderías, abuela.

—Estoy bien, abuela, gracias por preguntar. Sigo aquí en el mismo trabajo de siempre, pero todo va bien.

¿Segura? ¿No hay novedades, mija?— sigue indagando. Claro, así son las abuelas.

Buscan escarbar hasta que encuentran lo que quieren.

—Segura, abuela. Todo sigue igual... y, y si llego a tener novedades tú serás una de las primeras a las que les cuente— le prometo—. ¿Tenemos un trato?

Tenemos un trato, muchachita. Con tal de que sean buenas novedades, ya sabes, hay que mantener las malas lo más lejos posible.

—Lo tomaré en cuenta— frunzo mis labios, divertida.

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