ii. Otro tanto sobre el omega

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En las afueras de un terreno llano que funcionaba como basurero público, una camioneta negra avanzaba lentamente con las luces apagadas. El vehículo había visto mejores días, toda la parte de enfrente estaba abollada, tenía agujeros pequeños y sospechosos en las puertas y los cristales estaban rotos.

El auto se detuvo justo en las faldas de un monte de basura. El conductor apago el motor y salto fuera del vehículo. Una mirada rápida pero atenta le indicó que no había nadie cerca.

-Que calor- se quejó sacando un cigarrillo y encendiéndolo. Durante un segundo, la llama del encendedor ilumino su blanquecino rostro y al final solo se podía distinguir un diminuto punto anaranjado contrastando con la noche cerrada.

Ni una mugre estrella había en el cielo. Dio dos profundas caladas a su cigarro antes de bajar de la cajuela tres botes rojos y rociar su contenido dentro y fuera de la camioneta.

Si no estuviera tan cansado, haría las cosas más rápido. Además, su hombro derecho aún no se recuperaba de cuando un puto mueble casi lo aplastaba.

El olor de la gasolina fue su compañía por un rato. Ucrania soltó la última calada, se alejó y arrojo el resto del cigarro a la ventana abierta de la camioneta.

El auto tardó muy poco en empezar a arder. Las llamas iluminaron el rostro de un omega cansado quien se quedó de pie, observando el fuego.

No podía quedarse por mucho tiempo, seguro la luz llamaría la atención de uno o dos ojos curiosos.

Ucrania se dio media vuelta, solo para toparse con el muro oscuro que era la noche, quieto, misterioso y temible, esperándolo. Su cabeza y hombros cayeron en derrota. No quería regresar, mucho menos caminar.

Pero Rusia había ordenado que se ocultará la evidencia de su "poco agraciada" llegada a la casa de su omega. Si tan solo el estúpido de Siria lo hubiese acompañado, habrían traído un segundo auto, pero el señorito había encontrado el amor con otra omega de la misma familia y prefirió salir en una cita.

Como los odiaba a todos y sus sonrisas felices de parejas felices.

-Yo también quisiera vivir ese hermoso sueño- musitó a la nada.

Debería estar feliz por Rusia, pues siempre creyó que su hermano estaba en la ruta de la autodestrucción: alcohol, violencia y planes suicidas, un camino en el que, quisieran o no, los arrastraba a todos a un lugar oscuro y sin salvación.

Como un puto agujero negro.

El omega moreno y de ojos bronce estaba logrando rescatar esa parte amable, protectora y cálida que hacía tanto habían dado por muerta en el ruso.

Idiotamente creyó que las cosas serían más fáciles, que Rusia daría una vuelta de ciento ochenta grados y volvería a ser ese joven lleno de esperanza y buena fe para con su familia. Que por fin lo miraría y le diría: "Muchas gracias, Ucrania, eres el mejor hermano de la vida, ahora que soy feliz, quiero que tú también lo seas. Para demostrarte mi aprecio, te daré tu parte de la herencia y podrás ocuparte de lo que tú quieras hacer".

No fue el caso.

Si acaso, sentía que ahora lo hacía trabajar el triple.

Y él estaba muy cansado.

Soltó un suspiro al cielo, elevando su cabeza y cerrando los ojos por un segundo. Las llamas calentaban su espalda, haciendo aún más insoportable el calor, pero sus pies no se movían.

Tanto si cerraba o abría sus ojos, solo había oscuridad. Poco podían hacer las llamas rojizas para aclarar su panorama.

Lo único bueno que trajo la presencia de ese omega fue que Rusia se replantara sus negocios, pero por más hermoso e idílico que fuera cambiar una vida de mafioso a la de un hombre respetable, siempre hay alguien que tiene que recoger el desastre.

Por desgracias, ese el papel de Ucrania, y ya estaba harto.

Él también soñaba con una vida tranquila. Solo eso.

Debía volver, entre más tiempo se quedará ahí, más aumentarían sus posibilidades de ser atrapado. Si alguien llamará a los bomberos o a la policía, podrían arrastrarlo, luego verificarían sus antecedentes, solo para espantarse por todos los cargos que encontraron de su perfil, lo condenarían y encerrarían, alejándolo de su hermano y de su familia.

Extrañamente, ese escenario sonaba muy bonito, pues tendría una cama donde descansar. Dios, necesitaba una buena siesta o perdería la cabeza por completo ¿estaba tan desesperado y loco como para dejarse atrapar con tal de alejarse de su hermano, de su familia?

Su corazón se estrujo ante la idea de alejarse de sus hermanos, pese a todo, los amaba. Además, su condición de omega lo incitaba a cuidar de ellos, su instinto hogareño era fuerte y su lobo solo esperaba cuidar y procurar a su familia, pues era la única que tenía.

Solo quisiera que no lo explotaran tanto. Estonia y él fueron los únicos omega de la familia, pero su padre entregó a su hermana a otra familia con tal de generar una alianza, dejándolo únicamente a él.

"Los omegas ayudan y sirven" era uno de los preceptos, por lo que Ucrania no tenía ni voz ni voto en los temas familiares. La pocas veces que pudo dar una opinión, se encontró con la indiferencia o la condescendencia.

Al menos sabía luchar y su padre lo alentó a estudiar una carrera, pues aún si eran demasiado tradicionales, su padre odiaba la debilidad. Podía ser un omega, pero debía ser uno fuerte y digno del apellido Soviet.

Ucrania se enfrentó de nuevo a la oscuridad y comenzó a dar los pasos que lo harían atravesar media ciudad hasta la casa del omega de su hermano.

Mientras el auto se consumía en llamas, sentía que su resignación aumentaba. 

El acuerdo (Canadá & Ucrania)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora