v. La inminente realidad

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-¿Puedes con ello?

Tal y como lo había pensado, Rusia lo puso a trabajar apenas salió de la cama. Estaban en la sala de los Hispánica, que, por milagro, estaba libre de oídos curiosos, pues la mayoría estaba fuera, en clases o trabajando.

Su hermano lo miraba serio, con los dedos entrelazados y su penetrante mirada violeta, fría y antipática. Pese a la pregunta, Ucrania sabía que no existía posibilidad a la negación.

-Claro- respondió en un murmullo. Los ojos de su hermano se fijaron en su rostro y Ucrania sentía que estaba tratando de ver algún signo de debilidad. Apretó la mandíbula y mantuvo la vista al frente, endureciendo sus rasgos.

-De acuerdo, esta es la ubicación del intercambio- le entregó un maletín-, China me indicó que uno de sus empleados lo recogerá, un tal Hunan. Debes ser rápido, recuerda que Siria nos advirtió de que estamos siendo vigilados por esos malditos del continente medio. Si ves a alguno, elimínalo.

-Lo entiendo.

-Si requieres ayuda...

-Puedo hacerlo- lo cortó. El omega sabía perfectamente las consecuencias de pedir ayuda, su padre fue muy vehemente en enseñárselas. Sin más, se puso en pie y se dirigió a la salida, pero antes de abrir la puerta, Rusia le lanzó unas últimas palabras:

-Se precavido.

De acuerdo, eso era nuevo y Ucrania no pudo más que congelarse en su sitio, con la sorpresa en sus ojos amarillos. ¿Acaso esto contaba como un deje de preocupación de su hermano mayor? No, no podía ser así, tal vez, solo era un requisito adicional a su misión. Si, eso debía ser, pues no había forma en que ese gigante se preocupase por él.

-Por cierto, la casa de Santo Domingo ¿la recuerdas? Debes enviar una propuesta de compra lo más pronto posible. Lo discutí con México y parece ser la indicada, esta en una zona reservada, en una buena ciudad y a mi me queda cerca del aeropuerto.

-Claro...

-Además, el espacio es grande, podríamos construirte un anexo en el patio.

-¿C-cómo?- Las palabras de su hermano se sintieron como un hielo deslizándose por su espalda.

-Si, para que puedas vivir con nosotros, pero no con nosotros, ¿entiendes? Podrás tener tu propio espacio, más seguiremos trabajando juntos- el ruso mostró una sonrisa, una que le devolvió la juventud a su rostro y lo hizo ver como el hermano menor que en realidad era-. Te confesaré que no puedo esperar a tener nuestra propia casa, México dice que aun no es el momento, pero espero tener pronto un cachorro. ¿Te imaginas? ¿Siendo tú tío?

No, Ucrania no podía imaginarlo, pues lo único que ocupaba su cabeza era la idea de que de sirviente pasaría a niñero. Su vida seguiría girando entorno a la vida de Rusia, para siempre.

El omega no dijo nada a su hermano y salió de la casa como si de pronto un gas venenoso estuviese dentro de ella. Había salido en el momento justo en el que cierto un omega iba llegando, acompañado de un beta pelirrosado.

México paso de largo, sin siquiera saludarlo y Ucrania hizo lo propio. Desde la pelea, ninguno había hecho las paces y tampoco era como si le quitara el sueño que el omega de su hermano no lo quisiera. Le daba igual. Pero si su hermano iba en serio en llevárselo a vivir con ellos... Maldición, Ucrania se sentía como un sillón al que van a empacar en un camión y del que discutirían si estaba demasiado a la izquierda en la sala o si era mejor guardarlo en el ático.

Sin preguntar su opinión.

Tomo la camioneta pequeña que habían adquirido hacía poco tiempo y se fue conduciendo hasta el centro de la ciudad, tratando de mantener sus emociones a raya.

El acuerdo (Canadá & Ucrania)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora